| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse
Susana Díaz, en un pleno en el Parlamento andaluz.
Susana Díaz, en un pleno en el Parlamento andaluz.

La artillería de Albert Rivera abre una brecha a Susana Díaz en Andalucía

Cataluña agita los cimientos de las federaciones del PSOE. La crisis ha ejercido de fuelle para Ciudadanos, forzando a la baronesa andaluza a sudar la camiseta.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Cada uno ha elegido su estrategia. Al ataque, o a la defensiva, ha venido siendo el escenario. Mientras Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han ido con pies de plomo en el reintegro de la legalidad en Cataluña, un calculado control de daños, Albert Rivera ha despuntado a lomos de una ciudadanía perpleja y harta con la tardanza del desenlace. El líder de C´s ha apostado por presionar al Gobierno, aparentemente anquilosado, airear las contradicciones del PSOE y embestir contra la chulería independentista. Nada casual.

Cuando hay vacíos, especialmente en la política televisada, se llenan. Rivera tiene oídos, las antenas, el olfato, para integrar a su discurso una situación concreta y específica. El liderazgo es, entre otras cosas, un atreverse a preguntar ¿qué hay de nuevo hoy? y un actuar en consecuencia, incluso si la respuesta obliga a corregir el rumbo. En el tablero, nunca exento de golpes bajos con medias sonrisas como navajas barberas, primero fue su éxito en el pulso al PSOE con una proposición de respaldo parlamentario al Ejecutivo; después mostró su rostro más desacomplejado por un chantaje al Estado que, como catalán, le toca de cerca, y, por último, llegó al choque con el PP ante el adoctrinamiento en las aulas.

Todo ello ha proporcionado a Albert Rivera visibilidad ante una sociedad civil golpeada en su autoestima y el consiguiente subidón demoscópico. C´s tendrá lazos superficiales con sus votantes, pero también dispone de una mayor potencia de crecimiento. Sólo así se entiende que la desazón se haya instalado entre los colaboradores de Susana Díaz que constatan la capacidad de Rivera para convertirse en un acicate de la conciencia patriótica de gentes particularmente humilladas por las parafernalias tribales. El estruendo de la cohetería naranja ha encendido las alarmas en el PSOE-A.

El peso de los escaños de C´s sostiene al Gobierno en minoría de Díaz, pero el socialismo andaluz tiene interiorizado que Albert Rivera, de darle los números, siempre podrá cambiar al caballo del PP en las próximas elecciones autonómicas. Ante ese vaticinio, la presidenta de la Junta ya ha interiorizado la necesidad de sudar la camiseta a lo largo y ancho de Andalucía. De Despeñaperros para abajo no alcanza esa plurinacionalidad de Pedro Sánchez a la que liga su suerte como secretario general del PSOE. Los puentes con su granero ya están llevando a la baronesa a dejar allá a donde va mohines de reprobación a un Carles Puigdemont fuera de la ley y de la realidad.

El foco se mueve. Susana Díaz necesita blandir su mensaje contra el secesionismo para evitar daños importantes, como explican fuentes de su entorno. Tiene margen para el maniobrerismo. Ella, en la defensa de la unidad de España, tampoco juega con cartas marcadas. Rivera podrá capitalizar la respuesta al desafío, aun cuando haya sido un mero convidado de piedra, pero ella tampoco se quedará fuera, toda vez que el PSOE está en el ajo con el Gobierno. Lo que Díaz deberá medir en su rearme son los pasos del renacido Sánchez como garante de la estabilidad de un Estado siempre en entredicho.