| 05 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Torrent y Puigdemont: el enésimo desprecio a la democracia

La reunión de Torrent con Puigdemont es un escándalo pagado con dinero público. Y también una fantochada más de un desafío derrotado que lo intenta de nuevo: hay que estar preparados.

| Editorial Opinión

 

 

Que el presidente de un Parlamento autonómico se gaste recursos públicos en visitar a un prófugo de la Justicia huido al extranjero es un escándalo. Que además lo haga para mantener la falsedad de que el fugado en cuestión sigue siendo un cargo institucional de la máxima relevancia, un bochorno. Y, finalmente, que lo haga además para intentar pervertir todas las normas y prolongar la ficción de que el visitado va a volver a estar en el puesto máximo de Cataluña, un abuso.

Todo eso es lo que ha hecho Roger Torrent al acudir presto, con dinero público, a reunirse con Carles Puigdemont en una sala cedida por el pool de partidos independentistas o radicales (entre ellos el valenciano Compromís) en Bruselas: al menos no pudieron perpetrar el encuentro en una sede institucional española como lo es la delegación de la Generalitat en la capital belga, tal y como era su intención y evitó el Gobierno en aplicación, razonable, del artículo 155. Hubiera sido humillante presenciar allí ese escándalo.

Pero si todo ello es grave, mucho más lo es aún si cabe que ninguno de los presentes fuera capaz de aclarar a los propios catalanes qué decisiones pensaban tomar de cara al importante debate de investidura que se debe celebrar en el Parlament catalán, a más tardar, el próximo 31 de enero.

Engañan a los catalanes

¿Se va a personar Puigdemont o va a intentarlo? ¿Va a aceptar  Torrent la investidura telemática? ¿Se van a atrever de nuevo a intentar pisotear la ley para generar el enésimo conflicto legal, social, político e institucional? ¿O se van a sacar un triste conejo de su agotada chistera? Si en cualquiera de las opciones se vuelve a saltar la ley y el máximo responsable del Parlament lo tolera o incluso impulsa, la ley ha de caer sobre él con todos los efectos jurídicos que eso comporta.

 

Puigdemont no va a ser presidente. Más que fijarse en lo que hace, hay que tener clara cada respuesta a sus abusos

 

Por muchas veces que las repitan, las mentiras de todos estos dirigentes no se van a transformar en verdad. Puigdemont no va a ser presidente de la Generalitat, por mucho que una mayoría alocada del Parlament esté dispuesta a procurarlo desde la premisa indignante de que su autoridad no emana de las leyes que enmarcan el desempeño libre y democrático de todos, sino de una instancia superior tan absurda y supremacista como la ideología que les impulsa.

Por su propio peso

Más allá de que mantenga un decadente pulso con el Estado, al que nunca podrá doblegar, a quienes están engañando y enfrentando de nuevo es a los catalanes entre ellos y a éstos con el resto de los españoles. Con una bajeza intelectual y política que retrata al soberanismo y explica la senda a seguir: lejos de convertir cada boutade de Puigdemont en una apuesta que mide la eficacia del Gobierno; es mejor dejarla caer por su propio peso.

Y si no lo hace, para eso están las leyes, los jueces, la Policía judicial, las instituciones y, en fin, el Estado con sus múltiples recursos para sofocar a golpistas reincidentes, cargos institucionales desquiciados y representantes políticos incapaces que una democracia es procedimiento o no es democracia. No hay que tener temor a lo que hagan, pues, pero sí tener preparada la respuesta, tan contundente como sea necesario; tantas veces como sea preciso.