| 04 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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La insoportable pesadez del mal

Sólo la resolución de la "ciudadana" Carina Mejías convocando a los medios de comunicación hizo rectificar a la alcaldesa de Barcelona temiendo un nuevo escándalo mediático.

| Marcial Martelo Opinión

‏@manumarlasca: “Ayuntamiento BCN: @CiudadanosCs propone minuto de silencio por el 11M. ERC y CUP votan en contra y BCN en Comú se abstiene. Vergonzoso”.

En España, el 11 de marzo es el día de homenaje a las víctimas del mayor atentado terrorista habido nunca en Europa. Ese día, los representantes de los partidos políticos dejan aparcadas sus diferencias y se unen para recordar a los muertos y, sobre todo, para testimoniar su respeto y solidaridad con los que éstos han dejado atrás.

Padres, hijos, hermanos y abuelos acuden a sencillos actos de homenaje a los suyos, que se multiplican por infinidad de ciudades y pueblos de España.

Tal vez, todo llegue a tener incluso algo de terapéutico: la angustia por la pérdida se mitiga por un momento cuando se comprueba que los seres queridos que ya no están perviven aún en la memoria de los demás. Y no importa que los demás no recuerden sus caras. Basta con que recuerden un par de ideas y que los muertos reciban el homenaje de ser asociados a ellas: primera, que el atacado fue el pueblo español; y, segunda, que por esta razón las victimas de ese día fueron nuestras víctimas. Y que también por esta razón nunca serán olvidadas. Ellos podíamos haber sido nosotros, o nuestros familiares y amigos, porque todos compartíamos las mismas credenciales para morir.

No es egoísmo. Simplemente sentimos que los 11 de marzo nuestra familia es un poco más grande.

Pero naturalmente Ada Colau no lo siente así. Ese día, cuanto tocaba bajar a la Plaza de San Jaume para recordar a las víctimas, la señora alcaldesa se resistió hasta el fin. O casi. Sólo la resolución de Carina Mejías, presidenta del grupo municipal de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Barcelona, convocando a los medios de comunicación y anunciando que el homenaje tendría lugar a las puertas del Ayuntamiento con o sin la alcaldesa (resolución quizá también ayudada por la proverbial dosis de cobardía de doña Ada, que quería evitarse a toda costa otro varapalo mediático), le hicieron rectificar. En todo caso, para comprobar que su presencia final no fue fruto de una sentida contrición, basta con ver su cara en las fotografías.

Probablemente, lo que ocurrió fue que la señora Colau entendió que el credo independentista de todo buen patriota catalanista obliga a distinguir entre víctimas españolas y catalanas, y que rendir homenaje a aquéllas debilita la hoja de ruta hacia la independencia, porque ésta también pasa por llorar según banderas.

O quizá todo se debió a algo mucho más simple, alejado del frío cálculo político: la señora alcaldesa de Barcelona ha terminado interiorizando hasta tal punto el soberanismo de sus camaradas de la CUP, que para ella Atocha ya es tierra ajena, de muertos lejanos que no le conmueven el corazón.

En tal caso, habrá que darle una mala noticia a doña Ada: en el infierno no hay fronteras.