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El obispo que comulgó con el victimismo de ETA

La muerte de Setién coincidiendo con el aniversario de Miguel Ángel Blanco resucita una figura célebre por su tibieza con la banda terrorista y su frialdad con sus víctimas.

| Pedro P. Hinojos Opinión

El obispo emérito de San Sebastián, José María Setién, ha fallecido a los 90 años de edad en el Hospital Donostia de la capital guipuzcoana donde se encontraba hospitalizado tras sufrir un ictus este pasado domingo.  Cercano al nacionalismo vasco, e incluso con notable predicamento en el mundo abertzale, Setién deja una controvertida huella biográfica por su tibieza con el mundo etarra y la frialdad con la que atendió a sus víctimas.

José María Setién Alberro nació en Hernani el 18 de marzo de 1928. Realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario de Vitoria y en la Universidad Gregoriana de Roma, donde se licenció en Sagrada Teología y obtuvo el doctorado de Derecho Canónico.

 

Fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1951. En octubre de 1955 fue designado profesor de Teología Moral en el Seminario de Vitoria y a partir de 1960 fue profesor en la Universidad Pontificia de Salamanca, tanto en la Facultad de Derecho Canónico como en la de Teología, de la que fue Decano.

Durante su estancia en Vitoria desempeño el cargo de director espiritual en el seminario. Fue también rector del Colegio El Salvador, para vocaciones tardías, en Salamanca. Posteriormente fue Vicario para la Pastoral de la diócesis de Santander, durante algún tiempo.

El 26 de septiembre de 1972 fue nombrado obispo titular de Zama Minor y Auxiliar de San Sebastián, siendo consagrado obispo por Jacinto Argaya en la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, el 28 de octubre del mismo año. Desde el 17 de febrero de 1979 hasta el 13 de enero del 2000 fue obispo de San Sebastián.

La etapa negra del "conflicto"

A lo largo de ese prolongado episcopado, coincidente con los años de plomo del terrorismo de ETA, su forma de entender el “conflicto vasco”, entendiendo solo como víctima al pueblo de Euskadi, y la tibia actitud con la que afrontaba las acciones criminales etarras, le granjearon gran rechazo.

 

Setién dijo que los etarras eran "revolucionarios" y defendió que el "dolor de ETA" era el causado por los terroristas, pero también el "padecido" por la banda

 

Se manifestó esa conducta en acciones prácticas como su decisión de impedir que se celebrara en el Buen Pastor el entierro del socialista Enrique Casas, asesinado por los Comandos Autónomos Anticapitalistas en 1984. También fue muy controvertido su ofrecimiento a mediar "a favor de los presos políticos"; o su reclamación, en varias cartas pastorales, de que la Constitución recogiera el "derecho de autodeterminación del País Vasco”.

Setién describió en su libro Un obispo vasco ante ETA a los etarras como "revolucionarios" y defendió que el "dolor de ETA" era el causado por los terroristas, pero también el "padecido" por la banda. En estos sufrimientos también contaba "los asesinatos de los GAL", las supuestas "torturas policiales" o las "políticas de dispersión".

La equidistancia

El filósofo donostiarra Fernando Savater, azote ilustre del nacionalismo y uno de los  críticos más activos contra la revisión del "relato" en el asunto vasco,  también ha señalado repetidamente este episodio como uno de los más ilustrativos de la “equidistante” trayectoria del obispo ahora desaparecido.

El autor de Política para Amador  llegó a clamar con ironía por la intercesión del mismo Dios del prelado en un artículo de prensa a mediados de los 90:  “Haznos a los vascos independientes, dependientes o medio pensionistas, lo que corresponda. Pero, por favor, ¡no nos dejes solos con monseñor Setién y sus píos conmilitones!”.

Otro pasaje que describe al personaje, según informa Rafa Rodríguez, aparece en el libro de la expresidenta del PP vasco, María San Gil En la mitad de la vida:  "La foto del obispo Setién pasando de largo delante de los hijos de José María Aldaya  (el industrial sometido a un largo secuestro) concentrados para pedir la liberación de su padre y no deteniéndose para darles unas palabras de ánimo y consuelo es demoledora."

"No se dignó a mirarlos. Unos hijos que sufrieron el vía crucis de tener a su padre secuestrado por ETA durante 341 días. ¿Por qué? Debería ser él quien contestara, pero aquel gesto no ayudó a mejorar la imagen que de Setién teníamos gran parte de los fieles. De Setién sabíamos, entre otras cosas, que durante los funerales prohibía dentro de las iglesias la bandera española sobre los féretros de los guardias civiles asesinados por ETA".