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La noche que Franco cambió los planes de la OTAN

Los planes de defensa de Europa ante una posible invasión de los tanques soviéticos tuvo que ser modificado tras una petición de Franco al Presidente de Portugal en abril de 1952

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

En 1952 la OTAN apenas contaba con tres años de vida. Portugal era miembro de pleno derecho -con estatus de fundador- y planeaba con sus socios la defensa de la Alianza.

Eran años en los que no se dormía con tranquilidad en los estados mayores de los ejércitos europeos. Tras el telón de acero, los tanques rusos rugían con fuerza y el olor de su gasoil impregnaba el ambiente del cuartel general de la OTAN. Sólo había dos maneras de pararlos: o con bombas atómicas o con unas líneas de defensa organizadas lo más al este posible.

La opción de uso de armamento nuclear en plena Europa implicaba cientos de miles de muertos y ciudades devastadas y contaminadas por generaciones, así que se optó por la segunda opción: la defensa de Europa se basaría en desplegar el máximo número de tropas frente a los “bolcheviques”.

Los planes de la OTAN se redactaron en tiempo récord y se decidió dónde y cómo combatirían sus ejércitos. Portugal tenía en aquellos días cinco “Divisiones”. Dos de ellas deberían atravesar España para seguir hasta el norte de París e integrarse allí bajo el mando de las fuerzas expedicionarias británicas.

¿Y las otras tres? Pues era el peaje que la Alianza debía pagar a Franco para que le permitiera su paso por España. Esas “Divisiones” se desplegarían junto al ejército español en los Pirineos estableciendo una última línea de defensa.

A principios de 1952 los planes de defensa ya estaban redactados, pero había que contar con el visto bueno de las autoridades españolas, así que el presidente de Portugal Oliveira Salazar se desplazó a la ciudad salmantina de Ciudad Rodrigo para trasladarle esta información a Franco.

El primer día de la reunión, el 14 de abril, Salazar expuso los planes de defensa a Franco. Éste le escuchaba y miraba casi sin pestañear, preocupado de tener que autorizar el paso por España de un ejército extranjero. Esa misma tarde se reunió con su jefe de Estado Mayor, el general Vigón, para ver si podían aceptar lo que la Alianza les proponía.

Se llegó a la conclusión de que aunque el riesgo era alto, a España no le quedaba otra opción que aceptar, y más teniendo en cuenta que Portugal “colaboraría” con tres de sus  “Divisiones” en la defensa de los Pirineos.

Lo que no le gustaba a Franco, ni a Vigón, ni al resto de generales que estudiaron toda la noche aquellos planes, era que las otras dos “Divisiones” lucharan tan alejadas de España. Aceptar el riesgo de dejarlas pasar para que luego lucharan a miles de kilómetros impedía dar el visto bueno a la operación.

Al día siguiente, el 15 de abril, llegó la respuesta, una especie de “contraoferta” de Franco a la OTAN: permitirían el paso de esas dos “Divisiones” a cambio de que no se integraran bajo mando británico tan al norte de Francia sino que lo hicieran bajo el mando de las fuerzas norteamericanas desplegadas en la ciudad de Burdeos, mucho más cerca de España.

Además, las autoridades españolas no se limitarían únicamente a permitir el paso de los convoys de vehículos y de los trenes logísticos. Si las divisiones portuguesas se quedaban a pocos kilómetros, Franco estaba dispuesto a hacer más concesiones.

La primera, se establecerían estaciones radar en la zona de León o en los montes cantábricos para la defensa antiaérea de la ciudad de Oporto.

Y la segunda y más importante, abriría a Portugal un puerto en el mar cantábrico que les permitiera concentrar en Pamplona toda la logística militar necesaria para el despliegue. De esta manera, los portugueses llegarían a Burdeos en un menor plazo de tiempo, sólo 30 días después del inicio de las hostilidades. A tiempo de combatir.

Y sí, así fue como un país no miembro de la OTAN cambió el primer plan de defensa de la Alianza. Obviamente nada de esto se contó, y los gobiernos español y portugués consensuaron una etérea y vacía nota de prensa en la que se decía que Salazar y Franco se habían reunido “para examinar conjuntamente los problemas que afectan a la Península Ibérica”.

Las actas secretas de la reunión de Ciudad Rodrigo en 1952 no vieron la luz hasta enero de 2015, cuando la Alianza Atlántica desclasificó miles de documentos y buceando en ellos descubrí esta historia que hasta hoy no me había lanzado a escribir.

Supongo que a cada uno de vosotros os vendrá a la cabeza una idea. Yo os voy a contar la mía: no puedo evitar imaginar la habitación del general Vigón en el Parador de Ciudad Rodrigo. Los planos secretos de la OTAN extendidos en una pesada y enorme mesa de madera. Los oficiales de estado mayor fumando alrededor de los mapas pintando líneas y flechas sabiendo que deben presentar otro plan en pocas horas.

Si cierras los ojos y los imaginas, puedes oler el tabaco negro y escuchar una vieja máquina de escribir que golpea pareciendo decir que no llegamos a tiempo….

Una noche, sólo una, para cambiar el plan militar más importante de la Guerra Fría. Así se escribe la Historia… y hemos estado más de 60 años sin saberlo.
 

*Experto en Seguridad y Geoestrategia.