| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Alfredo Pérez Rubalcaba y Susana Díaz, durante un acto de partido.
Alfredo Pérez Rubalcaba y Susana Díaz, durante un acto de partido.

Rubalcaba renace de sus cenizas y frena las ansias de revolución de Susana Díaz

La perspectiva de un partido descabezado “ad infinitum” ha derivado en un tira y afloja interno. Y la brecha puede adquirir magnas dimensiones. El teléfono de Alfredo vuelve a sonar.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Nicolás de Maquiavelo mantenía que el primer error que se comete en los negocios públicos es consagrarse a ellos. Susana Díaz gravita sobre esa máxima y sus andanzas la llevaron a forzar a Miquel Iceta a rodar por los suelos de la sede socialista del número 37 de la calle San Vicente en Sevilla. Apenas 24 horas antes ambos habían coincidido en Madrid, pero Díaz quería obtener de Iceta un reconocimiento tácito como referente del socialismo. Y eso, ¿para qué? Pues a recordar al partido de norte a sur y de este a oeste que ahí está ella. De eso se trataba, a cambio del “perdón” de la Doña, toda vez que se esfume la ruptura del PSOE con el PSC.

La cosecha de la neutralidad en la batalla interna del XXXIX Congreso Federal de un barón otrora tan cercano a Pedro Sánchez parece otorgar a Díaz una alfombra roja hacia la Secretaría General del partido. El desquite contra el PSC debía rebajarse en busca de una entente. Hasta hace nada los vínculos estaban prácticamente perdidas y ahora resulta forzoso recomponerlas. Algo se ha movido entre bambalinas y ha sido Javier Fernández, presidente de la Gestora, siempre presto a escuchar en sus habituales almuerzos capitalinos a Alfredo Pérez Rubalcaba, el mismo que ha ocupado con sus alfiles los espacios vacíos de poder en el PSOE.  

Y el propio Rubalcaba vivió en su etapa al frente de la organización el hartazgo de numerosas federaciones con sus hermanos catalanes y la necesidad de reconducir las relaciones e incluso de cimentar un nuevo marco entre los dos partidos. Al final, las aguas volvieron a su cauce con la creación de un pomposo “Comité Permanente de Coordinación Política”, un órgano que poco tardó en perderse en la polvareda. Sin más. Todos contentos. Más que unas castañuelas. Ferraz, siguiendo la estela del ex secretario general, ya ha venido a dar una patada hacia adelante al balón, salvando al PSC y a la independiente Margarita Robles, pero arrasando en sus ajustes en el Grupo Parlamentario a los pedristas. La paradoja es que esos paños calientes contrastaron y mucho con los mensajes de mano dura que llegaron previamente desde Andalucía.

Tampoco la alianza PNV-PSE resultó un plato de buen gusto para Susana Díaz. A cuerno quemado le supo y la Gestora dejó entrever en una breve nota emitida su incomodidad inicial o, al menos, la de su portavoz, el andaluz Mario Jiménez, firmante de la misma. Cuidaba las formas, sí, pero dejaba traslucir su malestar con el desconocimiento del pacto de Gobierno. Sólo horas después, el propio Jiménez suavizaba el tono hacia los socialistas vascos que mutaron en “garantía” de la defensa de la Constitución. Un giro más del que, a decir de diversas voces, tampoco es ajeno “cierto distanciamiento” entre Díaz y Fernández. Algo que acelera la tensión arterial de barones que animan a la mandataria andaluza a tener cerca a Rubalcaba.

La fuerza del oleaje de Alfredo Pérez Rubalcaba sobre la nave del PSOE es difícil de estimar. Lo que sí está claro es que muchos buscan al ex secretario general. Su condición de maestro de ceremonia días atrás en la presentación de un libro del hijo de Guillermo de Fernández Vara reunió en Madrid desde Susana Díaz a Patxi López pasando por Miquel Iceta, además de miembros de la Gestora. “Alfredo”, cuentan, entró levitando. Lo que es seguro es que salió andando varios palmos por encima del suelo. Su teléfono móvil vuelve a sonar y lo hace con insistencia. Le falta de nuevo tiempo.