| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Los 40 días sin actuar de Sánchez exigen explicación y no pueden quedar impunes

Hay que saber las causas de por qué España sufre más que casi nadie la pandemia y la responsabilidad del Gobierno en esa virulencia específica, que cada día parece más evidente.

| ESdiario Editorial

 

 

 

Este periódico ha reconstruido en las últimas horas, con documentación oficial siempre, la mezcla de incompetencia y negligencia que ha marcado la gestión del Gobierno desde que fue consciente de la gravedad del coronavirus hasta que adoptó las primeras medidas para intentar frenarlo.

La conclusión es demoledora: desde que recibió las alertas formales al respecto de lo que nos venía encima hasta que se tomó en serio tomar decisiones, pasaron cuarenta días al menos de inacción que probablemente expliquen un hito lamentable: España es, junto a Italia, el país que más desproporción muestra entre sus números de enfermos y fallecidos y su población total.

Aunque existen dudas al respecto de los datos de China, España duplica lo del país de origen del virus pese a tener cuarenta veces menos habitantes. Y duplica los de Francia. O tiene once veces más que Alemania, el país donde seguramente se detectó el primer caso en Europa, una empleada china de una empresa de automoción que había acudido a Wuhan a visitar a sus padres a finales de enero.

 

Si los efectos están claros, y se resumen en una virulencia especial y extraña solo en España, Italia al margen por ser la primera en Europa y no tener a quién mirar para aprender de su experiencia, ¿cómo no va a ser necesario saber las causas?

Especialmente cuando el Gobierno se empeña en hacer un relato que adjudica al infortunio la mayor contundencia del COVID-19 en España, comparándolo sin decirlo con un terremoto o cualquier otro fenómeno de la naturaleza que sí suele ser imprevisible.

 

 

O cuando completa ese discurso falaz con la ocultación de la segunda de sus grandes negligencias: si la primera fue desoír las múltiples advertencias de la OMS, la OMC o Europa; la otra fue la de hacer lo contrario a lo recomendable en esas fechas clave para extender el contagio.

Porque, mientras al Gobierno le constaban los avisos, lejos de reaccionar se dedicó a restarle importancia -"Como mucho tendremos casos aislados", decía Fernando Simón, hoy enfermo él mismo- y a permitir de manera temeraria incontables eventos de masas en un fin de semana, el del 8 de marzo, a partir del cual se dispararon los casos.

Utilizar la excusa de que, toda crítica obedece a denigrar las causa feminista o esgrimir que hubo muchos más acontecimientos con afluencias masivas, resulta grosero e indignante. Porque que en aquellos momentos se permitieran partidos de fútbol, carreras populares, conciertos o hasta mítines de VOX no es un atenuante, sino una forma de agravar la negligencia.

Un Gobierno temerario

Fuera porque el Gobierno fuese de temerario con todo o porque lo fue para no tener que ampliar a las manifestaciones feministas la prohibición de todo lo demás; el resultado es el mismo: multiplicó los riesgos de manera irresponsable. Y lo hizo a sabiendas, con documentación y advertencias formales que sistemáticamente despreció.

Todo esto no puede quedar impune, en el ámbito político, mediático, social y quién sabe si hasta judicial. Porque los 9.000 muertos que lleva España se merecen, por respeto y dignidad, una respuesta concreta que delimite las responsabilidades y aclare en qué medida una parte de estos estragos podía haberse evitado. Otros países, desde luego, lo han logrado.