| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, en Barcelona.
Pedro Sánchez y Carles Puigdemont, en Barcelona.

Pedro Sánchez manejó una filtración que le hizo dudar del 155 hasta el final

Con habilidad, el secretario general del PSOE manejó información precisa de los pasos de Carles Puigdemont. Hasta que el presidente catalán dio un giro abrupto al guión.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Es harto difícil que las personas disimulen sus estados de ánimo y a veces ocurre lo mismo en las organizaciones. Cuando Carles Puigdemont subió a la tribuna, una hora después de lo previsto, ante el Pleno del Parlamento de Cataluña, Pedro Sánchez mostraba cierta tranquilidad. El secretario general del PSOE sabía de antemano que el presidente de la Generalidad eludiría formalizar en la sesión la declaración de independencia, tal y como exigía la suspendida Ley de Transitoriedad. La filtración llegó a la sede de Ferraz naturalmente desde el PdeCAT a través de Miquel Iceta.

Hasta tal punto fue asumido el “pronóstico” que estrechos colaboradores del líder socialista lo avanzaron fuera de focos: “Puigdemont asumirá en su intervención el mandato de la consulta del 1-O y a continuación va a pasar a anunciar la suspensión de la independencia”. Textual. El margen que podría dar Sánchez al presidente catalán ya era muy escaso, casi nulo, pues nada de ello representaba una disminución de la gravedad de los hechos. Sin embargo, el PSC, incluida la número dos, Núria Marín, se lanzó a celebrar que “ahora es momento de diálogo”.

Cautelosos, sí, pero cercanos a Sánchez se aferraban aún al medido discurso de Puigdemont (“Vaya con el catalán, parece gallego”, ironizó alguno) y llamaban en privado a fijar las miradas en la decepción en las calles de Barcelona para alejar la aplicación del 155 de la Carta Magna. Los acontecimientos dieron entonces un giro abrupto con la firma organizada sin aviso previo, y de espaldas a la cámara autonómica, de los diputados de Junts pel sí y de la CUP de la constitución de la República de Cataluña. Tal falta del sentido de la realidad de los secesionistas condujo al líder del PSOE a la única conclusión posible: Los hechos enfrentan el chantaje al Estado. Por las bravas.

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy han tenido abierto un canal permanente de diálogo en las últimas semanas. Llamadas, mensajes, reuniones. Así que el secretario general salió de Ferraz camino de La Moncloa con la activación del 155, o al menos la amenaza de su uso, pactada con el presidente del Gobierno. El cierre definitivo de filas progresó con un pacto entre ambos para abrir dentro de medio año el debate sobre una reforma de la Constitución. O no. El PP teme ese escenario, entre otras razones porque Pablo Iglesias dispone a día de hoy de suficientes escaños para desatar un proceso constituyente.

Sea como fuere, todo terminó satisfactoriamente entre Sánchez y Rajoy en su cita monclovita. En su acuerdo medió tangencialmente un tercer actor, Iceta, el primer secretario del PSC, al que el secretario general del PSOE telefoneó delante del jefe del Ejecutivo para trasladarle el logro político que buscaba y que, a la postre, tenía la virtualidad de devolver a la “vieja guardia” felipista el severo rapapolvo que le infligió. No hay duda de que Pedro Sánchez acertó al morderse la lengua ante “clásicos” del partido.