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Yoyes
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Yoyes, 32 años del asesinato de ETA a uno de los suyos

Hace tres décadas la banda terrorista ETA hizo algo impensable pero acorde con su crueldad: asesinó a una histórica terrorista disidente, opuesta a las armas ya, delante de su hijo.

| Nora Vázquez Opinión

El 10 de septiembre de hace 32 años María Dolores González KatarainYoyes, paseaba con su hijo por Ordizia en plenas Euskal Jaia (fiesta vasca). Era día de feria y aquella tarde aprovecharon para visitar la exposición de maquinaria agrícola instalada en una plaza todavía en construcción.

El pequeño Akaitz jugaba subido a uno de los tractores de la muestra cuando el etarra José Antonio López Ruiz, Kubati, se acercó a su mamá diciendo: “¿Tú eres Yoyes?”. Respondió ésta, “Sí”. “¿Sabes quién soy yo?”. Y dijo Dolores: “No”. "Soy miembro de ETA y vengo a ejecutarte", dijo él.

Así de breve y de demoledor fue el diálogo que ambos mantuvieron antes de que el etarra disparase sobre Yoyes, según recoge con detalle la sentencia de la Sección Segunda de la Audiencia Nacional que condenó a Kubati en 1991 a 47 años y dos meses de prisión como autor material del asesinato de la exdirigente de ETA que años atrás, en 1979, había decidido abandonar la organización terrorista y llevar una nueva vida.

“¿Tú eres Yoyes?”. Respondió ésta, “Sí”. “¿Sabes quién soy yo?”. Y dijo Dolores: “No”. "Soy miembro de ETA y vengo a ejecutarte", dijo él.

María Dolores González Katarain se abalanzó hacia Kubati, pero el terrorista hizo dos disparos que le alcanzaron en el muslo derecho y en el tórax. Cuando estaba en el suelo, el etarra le disparó nuevamente a la cabeza.

En ese momento, ETA acababa además de matar la vía Yoyes, la iniciativa emprendida por primera vez por una exdirigente de ETA que no compartía el rumbo que estaba tomando la organización y acabó desmarcándose de la lucha armada. Yoyes se convertiría, por ello, en una referencia.

En libertad

Su asesino, hoy en libertad tras abolirse la doctrina Parot ha animando recientemente a los presos de ETA a "recorrer la vía judicial, explorar la legalidad penitenciaria" y "acogerse a todos y todo orden de beneficios carcelarios".

 

La nueva vida que buscaba Yoyes la había iniciado en México en 1980. Allí permaneció cinco años. Pero ansiaba regresar a Euskadi y finalmente lo hizo en 1985, sin saber que sería una decisión que le costaría la vida. A finales de ese año, abrumada por el eco que despierta su regreso decide escribir una carta a los medios de comunicación en la que explica su trayectoria y las razones que le llevaron a decidir su vuelta, y a la vez responde a las acusaciones de traición que se le habían lanzado por parte de círculos allegados a ETA.

Estos y otros detalles se recogen en el libro Yoyes. Desde su ventana, en el que un año después de su asesinato, algunos familiares y amigos, «testigos de su vida, en diferentes grados, épocas y situaciones» publicaron extractos de su diario y diversas reflexiones que ella dejó escritas en sus últimos años de vida.

 

 

En una extensa misiva, fechada en octubre de 1985, explicaba que «en el verano de 1979, debido a importantes discrepancias de orden táctico y político que surgieron entre mi persona y al parecer el resto de la organización, tras la muerte de 'Argala', rompí con ETA».

Las discrepancias

Pese a sus explicaciones, la polémica ya estaba en su entorno más cercano, y en Ordizia y otros pueblos de la zona aparecieron pintadas sin firma en las que se leía Yoyes txibataYoyes traidora. En su diario Yoyes escribía: Verano de 1979. «Debido a importantes discrepancias de orden táctico y político que surgieron entre mi persona y al parecer el resto de la organización, tras la muerte de Argala, rompí con ETA».

Las preguntas. "¿Cómo me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben hacer es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos?". Sus temores. «Llevo doce años viviendo en riesgo constante, antes por unos y ahora por otros».

El 28 de octubre Yoyes  redactaba en su diario su llegada a San Sebastián días atrás y cómo una semana después reventó la noticia y «empezó el acoso». «Fui militante de ETA, dimití porque estaba cansada y en desacuerdo con la nueva línea que se perfilaba, hace de esto más de seis años, me fui, hice una vida alejada del mundo de la política, trabajando, estudiando; cuando sentí que no me involucrarían de nuevo en el pasado, tuve a Akaitz, un niño maravilloso que me absorbió un montón. Han pasado demasiadas cosas, demasiado tiempo para que yo recuerde o tenga presente lo anterior, algo que ahora toma una dimensión descomunal», escribe.

 

En otra cita se llega a preguntar: «¿Cómo voy a apoyar a un HB convertido en payaso de un militarismo de corte fascista?¿Cómo me voy a identificar con dirigentes que lo único que saben hacer es aplaudir los atentados de ETA y pedir más muertos?».

Meses antes de su asesinato, María Dolores reconocía que llevaba ya doce años viviendo en «riesgo constante, antes por unos y ahora por otros, pero me está costando tanto vivir que realmente sólo sueño con un tiempo en el que pueda vivir sin la espada encima colgando. Era de prever que aquí no iba a ser fácil lograr esto, hay demasiado loco, pero me fui cerrando otras puertas y no había otras opciones».