| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Grito de guerra: las transmisiones militares

En 1955 se estrenó “Más allá de las lágrimas”, película que narra el día a día de una "sección de transmisiones" de los Marines en el Pacífico durante la II Guerra Mundial. Una nueva familia

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

No hay nadie mejor para contar una guerra que alguien que ha estado allí. Que se lo digan a León Uris, un joven de Baltimore que con 17 años se alistó en los Marines para luchar en el Pacífico como operador de radio.

Acabada la guerra se instaló en San Francisco trabajando como chófer y escribiendo en sus ratos libres crónicas bélicas. Durante varios años todos sus artículos fueron rechazados pero él nunca tiró la toalla. Siguió insistiendo hasta que una revista le compró su primer artículo, lo que le animó a publicar un libro narrando los combates contra los japoneses en los que tomó parte en el Pacífico.

La novela “Battle Cry” (Grito de Guerra, traducido comercialmente como “Más allá de las lágrimas”) fue un éxito de ventas y se llevó a la gran pantalla –con guion del propio Uris- en 1955. A los amantes del cine bélico os la recomiendo, y a los que no os gusta el cine de guerra, pues más aún.

“Más allá de las lágrimas” es la historia de una decena de jóvenes que se alistan en los Marines tras la entrada de EEUU en la II Guerra Mundial. Estamos a principios de 1942 y aún duelen las heridas del ataque a traición en Pearl Harbor. De todos los puntos del país llegan reclutas de distinta condición: el estudiante, el niño “de papá”, el camorrista, el gracioso, el indio navajo…

Tras el corte de pelo al cero, como si de un rito de hermandad se tratara, este pelotón es destinado a la sección de transmisiones del II Batallón de la Sexta División de los Marines.

Comienzan primero una formación básica para luego instruirse en el manejo de las transmisiones. El puesto de operador de radio era uno de los más sacrificados durante la guerra del Pacífico: debía llevar más peso que el resto de los Marines, debía memorizar mensajes secretos, custodiar las claves, recordar las frecuencias a usar en cada franja horaria… y sobre todo y ante todo, defender su radio aún a costa de su propia vida.

Los operadores de radio de aquella sección vivieron juntos en el periodo de instrucción. Como nuevos hermanos, entendieron que la fortaleza de este batallón de Marines estaba en el “mando y control” que las transmisiones le proporcionaban.

Al mando del II Batallón está el Teniente Coronel Huxley. Un oficial duro, experimentando, que sabe de la importancia del entrenamiento antes del combate y que en algunos momentos parece el padre de todos ellos. El referente del batallón, un líder que hace del ejemplo la mejor herramienta de mando.

La película refleja muy bien cómo eran los equipos y los procedimientos de las transmisiones de los Marines: desde el lenguaje “cifrado” que usan los operadores indios de origen “navajo”, hasta los indicativos en clave de las autoridades militares, pasando por el uso del cable y del teléfono cuando fallaba la radio.

Cuando uno ve cómo han cambiado las transmisiones militares en menos de un siglo entra un poco de vértigo: tecnología digital, todo cifrado con múltiples softwares, protocolos comunes que permiten la transmisión entre equipos de varios países, enlaces vía satélite, enlace tierra-aire-mar… e incluso con los submarinos y el espacio.

Cambiará la tecnología y los equipos, los procedimientos y los protocolos…, pero yo creo que el espíritu del “combatiente de transmisiones” (o el “transmisionero de combate” que es como me gusta decirlo) es el mismo. Sacrificio y voluntad de servicio.

Esa voluntad de ser empleados en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga nos trae una magnífica escena durante la película; tras haber permanecido como “unidad de reserva” en la batalla de Guadalcanal, el Teniente Coronel Huxley recibe las órdenes para la próxima ofensiva en la que sería la batalla de Saipán: volverán a quedarse en la retaguardia.

Huxley sabe que no podrá soportar una vez más la mirada decepcionada de sus hombres por no estar en primera línea de combate, pero a la vez es consciente de que la disciplina militar le obliga a acatar la orden. Es un momento en que la lealtad con sus subordinados choca con la que le debe a su general. Conocedor de que la guerra está a punto de acabar y convencido de que manda el mejor batallón de Marines, Huxley decide que debe elevar una petición formal para desembarcar en la primera oleada del ataque.

Y es en ese momento cuando se produce, en mi opinión, el mejor diálogo de la película. Tras la argumentación de Huxley para estar en primera línea, recibe como réplica por parte de su general un argumento incontestable: la orden de operaciones de la “Operación Granito”. Son miles de páginas encuadernadas en las que se detalla milimétricamente el plan de ataque de los Marines: cuándo y dónde se bombardeará, las posiciones de defensa de los japoneses, cómo organizar el abastecimiento logístico, dónde desplegarán los zapadores, cómo llegará el apoyo aéreo….

El general le espeta: “¿Y usted está dispuesto a cuestionar este plan sólo porque no le gusta la misión que le han encomendado? ¿Quién se ha creído que es?”. Lo que contestó Huxley no os lo voy a contar porque creo que las palabras se quedan muy pequeñas al lado de la magnífica interpretación que el actor Van Heflin hace en esta escena.

Os daré una pista: en la batalla de Saipán el II batallón de Marines no sólo es el primero en desembarcar, sino que además se le asigna un flanco desguarnecido, el sector más peligroso de toda la Operación Granito.

Leon Uris jamás se resignó a dejar de escribir aunque durante varios años nadie compraba sus artículos. El Teniente Coronel Huxley –creado por Uris- siguió insistiendo en luchar en primera línea porque sabía que su batallón era el mejor para tomar aquella playa. Esa fe en uno mismo y en lo que hacemos es el auténtico motor del mundo. No puede estar reñida con la humildad y no debe vestirse de soberbia.

El “transmisionero de combate” es así. Ni busca la gloria ni es esclavo de los honores. Cumplirá su misión hasta transmitir ese mensaje que salvará la vida de sus compañeros. Y por la noche, guardará y limpiará su radio sucia de la arena de la playa o del barro del monte.

Él sabe lo que hace y por qué lo hace. Él es Leon Uris y también Huxley, es el escritor y el soldado a la vez. El combatiente de transmisiones sabe quién es.

 *Experto en Seguridad y Geoestrategia.