| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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España vuelve a ofender sin necesidad a Estados Unidos

| EDITORIAL Editorial

 

 

La retirada unilateral de una fragata española del despliegue norteamericano es, de nuevo, una absurda agresión diplomática a un socio preferente y decisivo. No tanto por el resultado, legítimo, cuanto por las formas: sin aviso entre Gobiernos, sin alternativa, de manera repentina y, en realidad, despreciando públicamente al presidente Donald Trump.

Podría tener sentido salirse de una operación en la que se entró para un objetivo si éste cambia y se transforma en una cuestión bélica, pero ni hasta en ese caso es razonable hacerlo de una manera tan grosera e hiriente contra Estados Unidos y frívola y caprichosa para España.

Especialmente con los antecedentes protagonizados por Zapatero a cuento de Irak, con aquella estampa de desprecio a la bandera americana en un desfile que estropeó durante años la relación bilateral, enmendada poco a poco gracias especialmente a los Reyes.

El Gobierno daña las relaciones con un socio estratégico, la imagen de las FFAA y la solvencia del sector

¿Era necesario hacerlo así? La respuesta es no. ¿Por qué entonces se ha optado por hacerlo de esta forma? La respuesta no está clara y admite varias versiones, pero ninguna de ellas deja en buen lugar a España: en el momento en que la comunidad internacional ha entendido el abandono de la fragata Méndez Núñez como un varapalo a los Estados Unidos, importa poco ya que no haya sido ésa la intención.

¿Por las Elecciones?

La cercanía de unas nuevas Elecciones, previstas para el próximo 26M, acrecienta la sospecha de que este gesto tiene una clave electoral, lo que de confirmarse sería un verdadero escándalo de consecuencias imprevisibles pero nada halagüeñas.

Se juega con el prestigio del país, con el de sus Fuerzas Armadas y con el trabajo y la economía de un sector naval que no está para alegrías. Sea cual sea la intención de esta decisión de Sánchez, sus potenciales consecuencias son lamentables y el daño reputacional ya es un hecho.