| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Los 15 del Borovichi y los 286 del Semiramis

Documentos desclasificados por la CIA en diciembre de 2016 nos revelan algunas claves de cómo vivieron en Rusia los prisioneros de la División Azul

| Juanjo Crespo * Edición Valencia

“Nombre, rango y número de identificación”. A los amantes del cine bélico, más concretamente a los del subgénero “prisioneros de guerra”, les sonará este latiguillo: nombre, rango e identificación son los tres únicos datos que un combatiente debe dar a sus captores en caso de que sea apresado.
El puente sobre el río Kwai” o “La gran evasión” son dos fantásticas películas que –en distintos frentes- reflejan cómo era la vida de los prisioneros en la II Guerra Mundial.
En esta guerra España también tuvo sus presos, destacando el “divisionario” Capitán Palacios, que fue capturado tras la batalla de Krasny Bor y que alcanzó la fama tras relatar su cautiverio el periodista Torcuato Luca de Tena en su libro “Embajador en el Infierno”.
Precisamente en ese libro se relata una rebelión de más de 200 presos de la División Azul en protesta por no recibir correspondencia de sus familiares como el resto de los prisioneros de otras nacionalidades.
Este episodio, además, aparece reflejado en un informe de la CIA de fecha 7 de mayo de 1953 que la administración norteamericana desclasificó en diciembre de 2016. Según consta en los archivos de inteligencia, fueron 15 los españoles que se negaron a trabajar en las minas de carbón de Borovichi, los cuales fueron dispersados individualmente por distintas cárceles de la U.R.S.S. como castigo.


Hay además otro informe curioso, éste datado el 24 de septiembre de 1954. Se trata de interrogatorios de personal de la CIA en España a los 286 retornados desde las cárceles rusas que llegaron a Barcelona en el buque “Semiramis” un 2 de abril de aquel mismo año.
Llegaron tras más de 10 años en los “gulags” y fueron recibidos por sus familiares y por quien fuera jefe de la división de voluntarios, el general Agustín Muñoz Grandes. Pero además de las familias y de su primer general, alguien más les esperaba. Ahora sabemos -desde diciembre de 2016 cuando este segundo informe fue hecho público como el de Borovichi-, que un equipo de la CIA también aguardaba en el muelle.


Entrevistaron a los divisionarios liberados y obtuvieron información muy valiosa, como las localizaciones de muchas fábricas donde iban a depositar el carbón desde las minas y las bases militares y aéreas donde pernoctaban en algunos tránsitos durante sus trabajos forzados.


También, que tras la guerra el ejército ruso cambió de modelo de fusil. Incluso informaron de que al salir desde el puerto de Odessa en el “Semiramis” para regresar a España vieron fondeados submarinos (otro dato que era desconocido hasta la fecha por la inteligencia occidental).
Contaron la construcción de la autopista desde Moscú hasta Leningrado, y dibujaron sobre los mapas las vías de tren sobre las que los desplazaban hacinados como ganado.
Un canal en el Mar Caspio y otro que unía los ríos Ural y Volga también fueron delineados sobre las cartas geográficas de la CIA.


En estas entrevistas, los EEUU también obtuvieron información sensible sobre el ejército soviético: material, moral, años de servicio de los reclutas…. Y descubrieron una de las mayores vulnerabilidades de las tropas de la U.R.S.S.: la falta total de antibióticos.
Los 15 de Borovichi fueron dispersados uno a uno por los campos de Siberia, y los 286 del Semiramis –también tras muchas penalidades- volvieron a casa y prestaron “su último servicio” informando a la CIA de lo que allí vieron y escucharon.


Sólo contestaron “nombre, rango y número de identificación” a sus captores rusos, pero años después, el espíritu de combate -que no les falló a la gran mayoría- hizo que fueran más locuaces con la CIA.
En la guerra, como en el amor, (casi) todo vale.

 

*Experto en Seguridad y Geoestrategia