| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Camisetas y sansculottes

Con un buenista destino parcial a propuesta de su protagonista, muchos lo harán en breve en España con la imagen de Fernando Simón. ¿Para cuándo la camiseta de Trenzanos?

| José María Lozano Edición Valencia

Las camisetas, como las bicicletas, “son para el verano” aunque la película de Jaime Chávarri (1984, finales de la transición) haya quedado en el olvido y corra peligro, al menos por su propio título, de acompañar a la de Fleming, Cukor y Wood en su particular destierro de HBO, por oponerse a la hoy razonable preocupación por la movilidad urbana sostenible. (Conste, señor Grezzi que no es propuesta, sino ironía)

Cabe recordar también una antigua y popular clasificación -hoy políticamente incorrecta- del español con camiseta, distinguiendo entre la clásica, sin mangas y cuello abierto (muy del trabajador, del obrero, del “productor” en la terminología oficial de la dictadura franquista) y la inicialmente llamada americana, más gruesa, con mangas y cuello cerrado, un tanto snob en sus comienzos (y más propia de jóvenes pequeño burgueses de estilo desenfadado y aire atlético).

Las camisetas han adquirido carácter semántico y hasta hermenéutico, sintetizando y sustituyendo argumentarios complejos por consignas, slóganes o ideogramas de fuerte impacto visual que garanticen la eficacia del mensaje en el receptor

Aunque la camiseta por excelencia es la camiseta deportiva, la que “se suda” como demostración de esfuerzo, la que se exhibe y voltea como gesto de triunfo, la que se viste como indicador de pertenencia y adhesión.

De manera que las camisetas, habiendo superado con éxito su condición estacional, han adquirido carácter semántico y hasta hermenéutico, sintetizando y sustituyendo argumentarios complejos por consignas, slóganes o ideogramas de fuerte impacto visual que garanticen la eficacia del mensaje en el receptor. Pura teoría de la comunicación (de Saussure a Shannon).

Los sansculottes (descamisados o “poca ropa” en terminologías más autóctonas), es bien sabido, fueron soporte principal de jacobinos de Robespierre – ¡ay Robespierre!- en la Revolución Francesa que en la ecuación “liberté, égalité, fraternité” dejaron ya la libertad, pese a ponerla en primer lugar, medio tocada para siempre (recuérdese el llanto definitivo de madame de Stael tras la victoria del Napoleón que ella misma había alimentado). Más crudo fue Eugène Pottier, autor de la letra de la Internacional, llamando a ponerse en pie a los “parias de la tierra … a la famélica legión”.

Miles de jóvenes -y no tan jóvenes- sansculottes se pasean por el mundo tan ufanos como ignorantes, exhibiendo en su torso la rentabilísma (menos para el propio autor) foto de Alberto Korda del asesino Che Guevara. Al parecer, con un buenista destino parcial a propuesta de su protagonista, muchos lo harán en breve en España con la imagen de Fernando Simón. ¿Para cuándo la camiseta de Trenzanos? (No es propuesta señora Oltra, sino ironía)

Un sencillo código de colores, que abarata costes y patentes y compatibiliza usos más discretos y ordinarios, permite identificarse con la paz (blanco), con la ecología o la sanidad pública (verde), con el odio y la xenofobia (amarillo), o con la selección nacional de fútbol (rojo) en caso de manifestaciones masivas (¡ay Ortega y Gasset!) sin necesidad de mayores explicaciones.

Esa rara identificación entre camisetas “fashion” y sansculottes intelectuales a la que asistimos como fenómeno a estudiar en profundidad por el, también camisetero y hoy ministro podemita Manuel Castells

Lo curioso es esa rara identificación entre camisetas “fashion” y sansculottes intelectuales a la que asistimos como fenómeno a estudiar en profundidad por el, también camisetero (da para mucho el “figura”) y hoy ministro podemita Manuel Castells.

Del “wanted” (“es busca” hubiera sido más propio) que se calzaba la hoy vicepresidenta valenciana para molestar al presidente Camps en les Corts, a la más particular que vistió Rufián en su día con foto de Rato (entrando en prisión), y a la “acció antifeixista” rotulada en la de la independentista Marta Rosique en la constitución de la última legislatura en el Congreso, las camisetas “agitprop” son moda, y modo, de indigencia intelectual y de renuncia al discurso articulado y de altura
que se espera (aunque no se presuponga) propio de los usos parlamentarios.

Y vigile usted su propia camiseta, porque si se considerara desleal con el gobierno español o no suficientemente complaciente, podría ser multado. Otra opción es la de tunear las obligatorias mascarillas -ya las hay con la bandera- según su origen y objetivos. (Pero no es propuesta señora Barceló, sino ironía)

Pobres camisetas y pobres sansculottes de la inteligencia y la sensatez. Los de verdad, los descamisados, los poca ropa, es sabido, siempre pagan los platos rotos por los sinvergüenzas que dicen representarlos.