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La Pobla de les Fembres Peccadrius: la mancebía de la ciudad de Valencia (II)

Si bien el Bordell valenciano fue el más grande y famoso, no se trató de un fenómeno exclusivo de la capital; Gandia, Orihuela, Alicante, Segorbe, Sueca, Sagunto o Castelló también tenían

| Carlos Mora * Edición Valencia

En un artículo precedente reflexionábamos sobre el mal menor de la prostitución y el establecimiento de la famosa mancebía de la ciudad de Valencia con el fin de que se realizasen tales actividades en un lugar apartado y sin suscitar morbosos escándalos. Objetivamente, el emplazamiento del Bordell era muy adecuado para la nueva función que debía desempeñar: próximo pero separado del recinto amurallado por un ramal secundario del Túria, utilizado por aquel entonces para el vertido de desperdicios.

Tal situación se invirtió apenas tres décadas después con motivo de la Guerra de los Dos Pedros (1356-1365). Iniciadas las hostilidades, el rey Pedro IV ordenó fortificar cuanto antes los arrabales de la ciudad en previsión de un ataque castellano que, efectivamente, no tardó en producirse. Se demolió la antigua muralla musulmana, se drenaron los ramales secundarios del río y se alzó un nuevo y más amplio perímetro defensivo que perduró hasta 1865.

El Bordell quedó integrado dentro de la muralla cristiana. Actualmente lo podemos situar, grosso modo, en el interior del triángulo formado por las Torres de Quart, el IVAM y la plaza de Mossén Sorell. De nuevo la prostitución se ejercía en el interior de la ciudad, pero se pretendió que esta quedase restringida únicamente a este espacio habilitado para ello y no por otras calles y tabernas.

No es de extrañar que su integración en el recinto urbano generase crecientes problemas. Conforme la población aumentaba, las nuevas edificaciones se fueron aproximando hasta incorporarlo por completo, como un barrio más, en el entramado urbanístico. No había, por lo tanto, ninguna barrera o aislamiento, lo que facilitaba los escándalos y la transgresión de las normas que se dictaban. Además, se convirtió en una zona con mucho tránsito.

Integrado cada vez más en la vida urbana, la cuestión del cierre del Bordell se planteó intermitentemente desde el último cuarto del siglo XIV, pero hubo que esperar hasta 1440 para que se ejecutase su aislamiento con una tapia dotada de una única y vigilada entrada, lo que configuró durante mucho tiempo su perfil característico. Poco después, en 1453, un real privilegio de Juan II puso bajo protección real al burdel y a todos sus residentes, de forma que cualquier agravio o violencia cometida dentro de sus límites sería duramente castigada bajo jurisdicción del Justicia criminal de la ciudad.

Si bien el Bordell valenciano fue el más grande y famoso, no se trató de un fenómeno exclusivo de la capital del reino, ya que casi todas las poblaciones de cierta importancia disponían de burdeles. Vila-real, Gandia, Orihuela, Alicante, Xàtiva, Segorbe, Sueca, Sagunto, Castellón o Alzira también se dotaron de tales espacios entre finales del XIV y la primera mitad del XV.

 

Urbanísticamente la mancebía valenciana difería notablemente de los burdeles imperantes en el norte de Europa, consistentes en un gran caserón. El Bordell estaba compuesto por varias docenas de casas, separadas unas de otras por una pequeña cerca y dotadas muchas de ellas de un pequeño jardín o huerto. Decorado e iluminado,  allí también podía exhibirse el “producto” a la fresca en las noches de verano para atraer a los clientes.

Las casas pertenecían a diferentes propietarios, los llamados hostalers, los cuales podían administrarlas directamente o alquilarlas a terceros. El papel desempeñado por estos fue relevante, ya que de ellos se sirvieron las autoridades municipales para organizar la prostitución legal y el curso normal de las cosas dentro del Bordell. De este modo, aunque sometido al municipio en materia de orden público, la mancebía era una institución de titularidad privada, puesto que sus propiedades y dependencias se hallaban en manos de particulares.

En la segunda mitad del siglo XV, en paralelo con el auge mercantil de la ciudad, comenzó la edad dorada del Bordell, impulsada por la abundancia de una numerosa población flotante, es decir, clientes potenciales: marineros, trajineros, buhoneros, etc. Los viajeros extranjeros alabaron su buen orden, estilo e higiene. La más famosa es la descripción que hizo de él Antoine de Lalaing, señor de Montigny, en 1502. Estimó que dentro del recinto trabajaban entre 200 y 300 mujeres a una tasa fija de 4 dineros y visitadas regularmente por dos médicos para retirar a las enfermas.

A Enrique Cock le debemos su calificación como «la mayor putería pública de toda España» en 1585. Sin duda el lugar se ganó una señalada reputación en la península, ya que Bartolomé Joly en 1603 se hizo eco del proverbio español «rufián cordobés y puta valenciana», en alusión al «más delicioso... gran y célebre lugar de mujeres dedicadas al placer público». O que también se conociese a la sífilis, el «mal francés», como «pasa valenciana».

 

* Doctor en Historia-UV