| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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¿Vuelven los escraches "por españoles"?

Cifuentes, Soraya y ahora Albiol. Los escraches a dirigentes vuelven a propósito de la crisis en Cataluña, donde también sufre ataques la familia de Rivera. La cara ultra del conflicto.

| Rafa Rodríguez Opinión

La imagen de Cristina Cifuentes, ahora presidenta de la Comunidad de Madrid, dio la vuelta a España: se la veía cabizbaja, yendo hacia su casa por una céntrica calle de Madrid, mientras una turba la acosaba de manera muy agresiva.

Anoche, la escena se repitió, con otros protagonistas y en otra latitud pero idéntica intención: amedrentar a políticos, generalmente del PP, presionándoles en plena calle. Los dammificados fueron, esta vez, Xavi García Albiol y Santi Rodríguez, presidente y secretario general de los populares catalanes, que tuvieron que ser escoltados y protegidos durante la inauguración de la nueva sede de su partido en San Cugat.

Los escraches han vuelto en su versión más dura: Arrán defiende la lucha como método para lograr la secesión

Son dos casos muy sonoros, pero nada aislados. Hace apenas tres años, hasta la propia vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, pasó por el trance en su propia casa, mientras cuidada a su recién nacido, cuando una muchedumbre de gente acudió hasta allí para protestar.

"Los escraches son jarabe democrático". Con esa frase los justificó entonces Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, legitimando acciones que, con razón, ahora condenan si la víctima es Mónica Otra, víctima de otro acoso lamentable a la puerta de su casa en Valencia por un grupo de ultras nada inocentes. Tanto como para que las autoridades valencianas se hayan tomado este episodio como algo más que una protesta desagradable: "Es un aviso", creen no sin razón.

Los defensores

Ada Colau, Manuel Carmena o Juan Carlos Monedero alimentaron una 'bestia' que ahora resurge en Cataluña: si antes se apelaban a la crisis económica; ahora se justifican desde el independentismo por las "imposiciones del Estado", personificadas en dirigentes políticos de los partidos que defienden la Constitución y la aplicación del artículo 155.

Y juristas como Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia, los defendieron, hasta el punto de que el propio Tribunal Constitucional y un buen número de juzgados de toda España avalaron su legalidad. Pero con un matiz que en todos los casos citados voló por los aires: han de ser pacíficos para entrar en la categoría de protesta amparada en el derecho a la concentración; nunca violentos e intimidatorios. Esto último se olvida.

Los padres de Albert Rivera, sin ir más lejos, sufrieron pintadas en su negocio familiar. Y son frecuentes los actos vandálicos contra las sedes de PP y Ciudadanos en distintos lugares de Cataluña por los mismo colectivos, siempre cercanos a la CUP, que llegaron a 'precintar' simbólicamente la sede del Tribunal Superior de Justicia Catalana o se plantaron frente a las oficinas centrales de la Policía Nacional.

La borroka catalana

Detrás del acoso a Albiol y Rodríguez está el radicalismo catalán, personificado en Arrán, una entidad juvenil cercana a la CUP que dice contar con 30.000 seguidores aunque sólo medio millar milita formalmente. Se hizo célebre este verano encabezando la 'turismofobia', aunque ya dio sus primeros coletazos para el gran público con la okupación del llamado Banco Expropiado en el barrio barcelonés de Gràcia.

 

Iglesias, Colau o Carmena defendieron el uso de escraches, aceptados por el TC en su versión 'pacífica'

 

Este pasado marzo ya asaltaron la sede del PP en Barcelona, con los diputados de la CUP Anna Gabriel y David Fernñandez en el entorno, y se consideran a sí mismos algo así como la infantería de una República "libre, socialista y feminista".

La lucha callejera no sólo no les espanta, sino que la defienden activamente. Para ellos, la violencia "es el mercado", y su respuesta, inspirada en la antigua Jarrai abtertzale, un acto de 'justicia'.

En la diana

Los dos partidos catalanes más posicionados contra el independentismo son bien conscientes de ese riesgo y, aunque ahora se cuentan más los altercados, llevan meses o incluso años sufriéndoles. Las sedes de PP y Ciudadanos, en distintos puntos de Cataluña, son diana frecuente de vandalismo.

Pero en los dos últimos meses todo ha cambiado, a peor. Ahora ya se asalta directamente a cargos políticos o se les señala en carteles públicos, impulsados por Arrán, como responsables de la opresión. Ocurrió en Lleida, pero esas dianas empiezan a estar generalizadas. Más que escraches, son linchamientos, firmados por la misma borroka que defiende tomar el control de las infraestructuras del Estado e imponer la 'República' por la fuerza.

Los escraches han vuelto, sí. Pero en su versión más dura y menos coyuntural: se trata de asfixiar al enemigo. Y los cachorros de la CUP no tienen límite.