| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Ni el virus ni la ruina: el enemigo para el Gobierno es el PP y la ciudadanía

Sánchez ha destruido todos los puentes con Casado para lanzarse a una deriva peligrosa donde, además de dramas humanos y ruina, se alimenta una inaceptable tensión social.

| ESdiario Editorial

 

 

El debate de ayer en el Congreso no iba de cómo contener mejor la pandemia en España. Ni tampoco de cuál es la mejor manera de paliar sus inmensos destrozos humanos, económicos y sociales. Si hoy le preguntáramos a los ciudadanos sobre qué se aprobó ayer para atender sus problemas cotidianos, no sabrían responder nada concreto.

Porque ese debate fue, nada más, de cómo prolongar los poderes excepcionales de un presidente que ha convertido la pandemia en una excusa para congelar una parte de la democracia: en lugar de intentar cercar al virus, está cercando el Estado de Derecho.

Él, sus socios, sus aliados y sus altavoces han normalizado lo anormal hasta un punto insoportable: la degradación democrática, desde las libertades hasta los contrapesos institucionales, para garantizar supuestamente la salud pública en el país donde más se ha puesto en peligro por las decisiones o la falta de ellas en sus gobernantes.

 

 

Sánchez no quiere dar explicaciones sobre lo que hizo mal, pese a que se acumulan las evidencias de que cometió una larga lista de despropósitos y negligencias. Y  además no quiere pactar el remedio. Solo pide silencio sobre el pasado inmediato y sumisión sobre el futuro venidero, mientras se amontonan las cifras crueles de fallecidos, parados y ruina.

 

Pablo Casado y el PP le han apoyado durante dos meses la prórroga del Estado de Alarma, se han distanciado de cualquier protesta por legítima que sea y le han propuesto un Plan B para atender la emergencia sanitaria sin cargarse la economía ni mantener un arresto domiciliario eterno.

Todo el mundo en España hubiera apoyado y aplaudido un gran pacto nacional para presentarse juntos ante Europa. Su respuesta ha sido el desprecio, la ofensa, el ataque y el pacto con Bildu. En el peor momento, España tiene al peor Gobierno, que fabula enemigos imaginarios mientras permite que los verdaderos campen a sus anchas o, incluso, se conviertan en sus aliados.