| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El maestro pierde parte del cuero cabelludo y recibe otra 'cornada' animalista

Nuevo caso de 'taurofobia' con el drama de un torero: tras recibir una cornada brutal, lejos de lograr apoyo y ánimo padece la enésima oleada de ataques denigrantes.

| Marco Ballesteros España

La cornada del maestro Padilla fue de nuevo espeluznante y remitía a aquellas que le atravesaron la cara en dos ocasiones y le dejaron un parche y cicatrices de por vida.  Esta vez fue en Arévalo (Ávila) y las imágenes de la revista Aplauso dificultan fijar la vista por su dureza.

El toro le arrancó parte del cuero cabelludo, componiendo una imagen devastadora para alguien que lleva ya grabadas a sangre y fuego las marcas de ese combate a vida o muerte con el animal al que, paradójicamente más ama.

 

Ése es el misterio que los antitaurinos no entienden y convierten en tortura, maltrato y otras expresiones desproporcionadas que no reflejan la verdad de un arte, cruel ciertamente, pero también noble. Torturar es abusar, torear es pelear, un espectáculo que no todo el mundo puede tolerar pero nadie debería presentar como un vulgar maltrato.

 

 

El último parte médico sobre el estado de Padilla es tranquilizador: el cuerno no penetró en el tejido cerebral, llegó hasta el hueso, arrancó jirones de carne y pelo; pero no produjo daños irreparables. Él mismo aclaró su buen estado de salud y su disposición a volver al ruedo para la Feria de Pamplona, ya en marcha. Su amigo Manolo Molés, célebre periodista taurino, incluso difundió unas imágenes del diestro que atestiguan su recuperación y también las profundas heridas causadas.

 

 

Lo más dramático es que. una vez más, el terrible incidente ha sido saludado por no pocos en las redes con una mezcla de desprecio y comicidad: denigrando al torero o haciendo bromas de muy mal gusto a propósito de su calvario.

Las barbaridades

"A este mismo Padilla Será Robocop"; "Padilla consigue que ver una corrida de toros sea más asquerosa todavía, si cabe. Se le cae un ojo, se arranca el cuero cabelludo... ¿En serio queréis llevar a vuestros hijos a ver ese espectáculo tan gore?"; "Si fuera una lucha justa, el toro debería llevarse las orejas y el rabo de Padilla";  "Padilla ya ha perdido un ojo y el cuero cabelludo en una plaza de toros. Como siga así, lo vamos a poder comprar por fascículos". Son sólo una muestra. Hay muchos más comentarios así en las redes sociales, y algunos tan crueles que resulta más humano no reproducirlos.

 

 

Muchos de ellos se vertieron cuando aún se desconocía el estado de salud real del maestro, sometido a un TAC después para descartar daños cerebrales irreparables. A sabiendas, pues, de que quizá iba a morir o sin saber incluso si ya había muerto.

Taurofobia

Esa 'taurofobia' no es nueva, y se ha desatado incluso con casos tan terribles como los de Víctor Barrio e Iván Fandiño, dos maestros que se dejaron la vida en el albero sin que ello frenara los insultos y hasta las celebraciones en las redes públicas. Ni siquiera pararon con el trágico caso de Adrián, el niño que quería ser torero y mantuvo su ilusión hasta morir de cáncer.  Algunos de los casos incluso han llegado a los juzgados, al considerar que pudiera ser incluso delito humillar a una víctima y a su familia con ese cruel escarnio publicitado.

Todo se resume en el mensaje que soltó al morir Barrios una concejala valenciana de Podemos, Datxu Peris, que aún conmueve por su dureza casi dos años después: "No puedo sentirlo por el asesino que ha muerto más que por todos los cadáveres que ha dejado a su paso mientras ha vivido". O alguno aún más salvaje, siempre desde el anonimato en la autoría, pero con la inmensa publicidad de las redes.

 

 

La ola no para. La semana pasada, en el programa Espejo Público, el diestro Fran Rivera tuvo que presenciar el ataque de una representante animalista que le reprochó, de manera muy despectiva, que acudiera con su hija a algún festejo taurino. Lo quieren prohibir, como en Barcelona o en las Baleares, o evitar que entren menores de edad acompañados por sus padres. Y mientras, se rién, aunque sea sobre un charco de sangre.

Una vida terrible

Padilla no gusta por torero, por españolazo  (eso le llevó a cometer algún exceso con una bandera) e incluso por religioso, hasta el punto de que algunos le colocan cerca del Opus Dei. Nacido en mayo de 1973 en Jerez de la Frontera, su larga carrera como matador exige un respeto, más allá de las críticas o simples diferencias que generen otras facetas.

En un coso de Zaragoza, en 2011, conmocionó al mundo: el asta le atravesó literalmente el cuello, dejando una de las imágenes más terroríficas que nunca acuñó la tauromaquia. Salió adelante, volvió a vestirse de luces, ya con  esa estampa de pirata, valiente y temerario, que este sábado, ahora en Ávila, surco los mares de la muerte. Un respeto, al menos.