| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Jesús Vázquez
Jesús Vázquez

Jesús Vázquez vale tanto para un roto como para un descosido

El presentador de Mediaset se ha estrenado este lunes al frente de "MYHYV". Un formato nuevo para él y en el que demostrará una faceta hasta ahora desconocida para los espectadores.

| Milagros Martín-Lunas Medios

 

 

Jesús Vázquez forma parte del olimpo de presentadores de Mediaset. Su casa, como le gusta recordar. No es para menos. Brujulear por la trayectoria profesional de este gallego de nacimiento y madrileño de adopción es revivir los 30 años de la historia de la cadena de Fuencarral. Las malas lenguas dirán que es el presentador mimado de Paolo Vasile (a mí se me ocurren otros nombres que lo son y no se lo merecen).

Él, para callar bocas peluseras, no tiene más que recordar a esos descreídos que su rostro efébico debutó, allá en el Pleistoceno catódico (hoy digital) con La quinta marcha, concretamente en octubre de 1990, y que, desde entonces, a pesar de los altibajos propios de la vida, ha capitaneado más de 40 programas de entretenimiento. Si alguien ha crecido y ha madurado entre las paredes y los platós de Mediaset es este coruñés hechicero, de atractiva prestancia y modales de niño bueno.

Entre las poco mil pesetas de su primer contrato y los tres millones de euros del último van muchos años de trabajo y de lealtad a la casa. Con ese rostro perfilado, labrado a través del óxido del tiempo y mediante retoques artificiales, Jesús Vázquez se ha convertido en el colega, el yerno, el novio, el hermano o el hijo perfecto. Cada quien que se aferre al termino que le encaje.

Llevaba un tiempo desaparecido, relegado a la segunda cadena de la casa en favor del codicioso y omnipresente Jorge Javier, con el que comparte apellido, casa y nada más. Mientras que el de Badalona se ha ido creciendo y regodeándose en su poder, el de Ferrol ha sabido navegar entre la calma y la tempestad. Con esa clase que no se aprende, solo se rezuma. Sin rechistar, siempre de la mano de la frescura y la naturalidad. Gran Hermano, ¡Allá tú!, Hotel Glam, Operación Triunfo, Supervivientes, La Voz… No ha habido programa de éxito por el que no haya pasado.

Jesús Vázquez presentando

Cuando le reclutaron para dar vidilla a la segundona no se le cayeron los anillos. Con el mismo gesto ufano se puso al frente de Pekín Express, Uno para ganar, Bake off, Proyecto Bulling, Quédate conmigo y otros tantos formatos que no alcanzaron las audiencias esperadas. Con estos datos cortoplacistas, sin bucear en la trayectoria, los críticos, a los que les encanta dictar sentencia y matar al pregonero, dictaminaron que la ausencia de Vázquez en Mediaset era el resultado de una carrera que iba cuesta abajo y en decadencia. En pro del otro Vázquez (el sibilino).

Pues va a ser que no. Paradojas de la pandemia, Jesús Vázquez estrena temporada con doblete. Por una parte, Idol Kids y el "pantojurado" en Telecinco (la primera gala sentó en el sofá a 2,1 millones de espectadores y lideró su franja con un 17,9% de cuota de pantalla) y por otra, la nueva versión de Mujeres, hombres y viceversa en Cuatro, un programa que pretende mantener su esencia de alcahueta aunque con ciertas dosis de telerrealidad y docudrama.

Jesús Vázquez en

Por si fuera poca su presencia, el pasado viernes protagonizó la última entrega de Mi casa es la tuya (2.031.000 espectadores y 16,4% de share). Sorprendió a la audiencia con su sinceridad. Jesús Vázquez se desnudó y se derrumbó emocionalmente al recordar el Caso Arny. En 1996 se desveló una presunta red de prostitución de menores en un bar de ambiente de Sevilla. "Hicieron sangre de gente inocente. Yo ni conocía el bar. Nunca estuve", confesó con la voz entrecortada. En el Caso Arny involucraron a muchos rostros conocidos que tuvieron que ver como una acusación de ese calibre les apagaba social y profesionalmente. "Al final, en el juicio se demostró que todo había sido un montaje. Salimos inocentes porque se demostró que todo era un montaje", explicó.

Al tiempo que le relataba a Bertín Osborne lo vivido, confesó que lo más duro fue como se enteraron sus padres: "Para que veas lo raro y siniestro que fue, llamaron por teléfono a la casa de mis padres y le dijeron a mi madre que tenía que ir al juzgado de Sevilla al día siguiente o que si no iban a proceder a una orden de busca y captura. No fue con una citación ni nada. Mi madre me llamó llorando y me dijo que tenía que dar 6.000 euros de fianza en ese momento o que entraba en prisión. ¿Tú te crees que se puede hacer eso según el testimonio de un yonqui? No les importaban, iban a por nosotros".

Su madre estaba enferma de cáncer y el impacto de la noticia le mermó tanto la salud que los hermanos Vázquez decidieron mentirle para tranquilizarla: "Es una de las mentiras más bonitas que he contado en mi vida, Mi madre estaba destrozada. Como ya veíamos que se iba decidimos mentirle. Le quitamos la tele del hospital y fuimos los tres hermanos e hicimos un teatro diciendo que '¡ya está, ya se acabó todo!'. Y al día siguiente se murió. Estaba esperando a que pasase".

Confieso que Telecinco lleva dos fines de semana atrapándome el alma con programas que, a priori no cuentan con los ingredientes para conseguirlo. Primero fue la gran lección de vida que Paz Padilla regaló en el Deluxe, una entrevista que debería ser de visión obligatoria, a ver si de una vez por todas somos capaces de mirar a la muerte a la cara y entender que la vida está intrínsecamente ligada a la parca; y después la franqueza con la que Jesús Vázquez desveló que pasó de ser un presentador estrella, creído y prepotente, a la muerte profesional. Una lección que le sirvió para aprender de aquel mazazo.

Con el aplomo que otorgan los años, Jesús sabe que lo mejor es caminar de la mano de la humildad. Timonea con la misma actitud un programa en 'prime time' que la cantera de famosos de medio pelo que con la excusa de buscar novio o novia saltan al casting de realities y se multiplican en los programas de Mediaset. No me negarán que Vázquez, el bueno, el auténtico, vale tanto para un roto como para un descosido.