| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Carlos Mazón: oportunidad o lastre

El PP debe garantizar el resurgir de la sociedad civil y la pluralidad informativa. Si admitimos que lo opuesto a la democracia es el partido único, tampoco debemos aceptar el monopolio.

| Enrique Martín Edición Elche

Anda escaldada la prensa del Botánico, porque los autores de la ponencia del Congreso Provincial del PP, Pablo Ruz y la alcaldesa de Almoradí María Gómez, hayan reivindicado el carácter histórico de la provincia de Alicante como unidad política y el espacio geográfico, económico y político del Sureste. Así pues, reprochan al PP provincial generar tensión con el proyecto autonómico “de todos los valencianos” –en cuyo nombre se atreven a hablar, sin pudor.

En la lógica del nacionalismo valencianista, defender la provincia de Alicante y el Sureste, al que califican de “fantasma previo a la Constitución del 78”, es un ataque a la Comunidad. Para ellos, el Sureste significa menos Comunidad Valenciana. Pero los alicantinos sabemos que la Comunidad Valenciana es una ficción: sólo existe Valencia, gobernada ahora por el sucursalismo catalanista.

El nacionalismo quiere privilegios, nosotros oportunidad es; ellos quieren ser diferentes, nosotros aspiramos a ser iguales al resto de nuestros compatriotas

Sabemos que más Sureste es más Comunidad Valenciana y, por ello, más España. Lo que les jode es
que en el Sureste seamos españolazos y por ello tratan de imponernos una identidad que no es la nuestra. Estas tierras mestizas, bilingües, de frontera, están muy arraigadas en la historia del país y sus ciudadanos estamos profundamente identificados con el proyecto de la nación española. Si hay un espantajo anterior a 1978, incluso anterior a toda ciencia política, es el de los Países Catalanes.

El Sureste de España tiene entidad propia, mal que les pese. Es una coordenada histórica y sentimental, que une indisolublemente a las gentes de Murcia, Alicante y Almería. Pero también es una potencia económica: solo entre Murcia y Alicante sumamos el 7 por ciento de la población del país y aportamos el 7 por ciento del producto interior bruto. También nos unen  desafortunadamente- los mismos problemas: la infrafinanciación, el déficit de infraestructuras, el agua. Todo ello derivado de la falta de interlocución en Madrid, que es más acuciante en Alicante y Almería. Toda nuestra soberanía  se ha cedido a Valencia, que ha ejercido desde 1982, con el primer Estatuto de Autonomía, una suerte de protectorado sobre los alicantinos.

El PP conseguirá sus objetivos si defiende un espacio propio para Alicante, dentro de la Comunidad Valenciana, en colaboración cada vez más estrecha con nuestros vecinos del Sureste y al servicio de España

El proyecto nacionalista es intolerante, se basa en la negación de la identidad especifica de los alicantinos y en la imposición lingüística. Pero las comunidades autónomas no pueden ser territorios estancos. En cuanto que ciudadanos libres, tenemos el derecho de relacionarnos libremente con nuestros vecinos, sin más límite que la ley y la lealtad a España: el nacionalismo quiere privilegios, nosotros oportunidades; ellos quieren ser diferentes, nosotros aspiramos a ser iguales al resto de nuestros compatriotas.

El Sureste, que es la médula del corredor mediterráneo, puede convertirse en la nueva columna vertebral del país. El PP conseguirá sus objetivos si defiende un espacio propio para Alicante, dentro de la Comunidad Valenciana, en colaboración cada vez más estrecha con nuestros vecinos del Sureste y al servicio de España.

Posdata: El PP tiene una oportunidad histórica para recuperar el poder en la Comunidad Valenciana. Pero antes deberá resolver la ecuación en una sociedad polarizada, con los agentes sociales vendidos al Botánico y la opresiva propaganda del Medio de Comunicación Único (MCU) y su enorme poder coactivo. El PP debe garantizar el resurgir de la sociedad civil y la pluralidad informativa. Si admitimos que lo opuesto a la democracia es el partido único, tampoco debemos aceptar el monopolio de un medio periodístico.

Desaparecidas las ediciones alicantinas, el MCU ha impuesto su pensamiento único. Se preguntarán cómo  han podido  sobrevivir durante tanto tiempo y en medio de una crisis de modelo. Hay dos causas y están íntimamente ligadas: el cinismo con el que los perros de Napoleón se cambian de collar y las constantes transfusiones de dinero público al cadáver, de parte de su socio Chimo Puig y de los actores menores de los que se vale el poder (nótese SUMA y la CEV, entre otros). Carlos Mazon deberá desprenderse de la “colla de amigos” que le ha acompañado siempre: no han sido ellos quienes le han llevado a la privilegiada posición que hoy ocupa – bien lo sabe- pero pueden convertirse en un lastre imposible de soltar.