| 09 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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La columna de Motes: Insultar a periodistas

Encontramos justificación para todo. Ya sean 30.000 muertos, un ridículo europeo de Calviño, el machismo coletudo o la vergüenza del VAR. Ya todo da igual.

| Luis Motes Edición Valencia

Allá por el 2001 Izquierda Unida (Esquerra Unida a la sazón) denunció que la tele pública valenciana, entonces Canal 9, realmente no había enviado a sus corresponsales de guerra -los teníamos- a Kabul o Kandahar. La diputada -le ahorraré la mención- decía que no, que los chicos estaban ante un croma en Burjassot, como los de la méteo, y que simulábamos la cobertura de la llamada Operación Tormenta del Desierto así, con un trampantojo informativo.

Luego vino lo de “ladrones”, “manipuladores”, “discípulo de Beria” o “pequeño Urdaci”, que esto último tampoco era un insulto, la verdad. Se asumieron errores, no obstante, y el tiempo pasó. Pero ahora los recientes acontecimientos me refrescan la memoria. A ver.

Desde tiempos inmemoriales se calumnia y se presiona al mensajero, era el primero en caer salvo que fueras Miguel Stgrogoff. Sin embargo casi siempre eso se ha soportado como algo descontado en el salario, en el oficio. Por eso no se entiende que ahora el gremio, los partidos conservadores y otros compañeros mártires se llamen a andana porque el vicepresidente del gobierno la ha tomado con “uno di noi”. Las únicas diferencias -básicamente ¿eh?- de entonces a ahora es que en la actualidad tenemos la piel más fina y que, sobre todo, se suma a la existencia de las redes sociales la tendencia licuosa de la realidad, de la actualidad, de la historia.

Bauman debía referirse a lo que vivimos hoy en nuestro país con eso de la modernidad líquida. Nada es lo que parece, los extremos confluyen, el relativismo es la norma imperante y la aburrida coartada para la mayoría. Pero es que cualquier tipo de debate -jurídico, político, periodístico- se ha
pervertido al convertirse en un bucle de indeterminación. Al encontrar siempre argumentos en favor y en contra para todo, hemos perdido los referentes y la verdades de hoy son las mentiras del mañana pero eso no tiene ni el más mínimo peaje, la más mínima penalización en la reputación de quienes detentan la responsabilidad pública. Ni siquiera en el régimen de apoyos que los gobernantes recogen en la sociedad bajo el concepto de la geometría variable.

Levinson inventó una guerra con Albania para camuflar un abuso sexual que es como la microsim de Dina Bousselham ¿Les suena de algo? Aquí se han sacado de la chistera lo del Borbón para salir del agujero negro en el que se encuentran. Insisto, nada es lo que parece

El gobierno español que configuran los socialistas y Podemos no parece desgastarse en exceso tras el holocausto de la COVID y eso que hubo tantas víctimas como en Nagasaki. En Galicia ganará quien gobierna, lo mismo que en el País Vasco. Significa que nos hemos vuelto acríticos, y eso es otra pandemia. Eso son los hechos y luego está cómo te los cuentan. El relato se ha vuelto tan manipulable que cualquier acontecimiento -cualquiera, incluso un crimen- encuentra blanqueadores. Encontramos justificación para todo. Ya sean 30.000 muertos, un ridículo europeo de Calviño, el machismo coletudo o la vergüenza del VAR. Ya todo da igual. En la última temporada de The Sinner -Netflix- no importa quien mata, sino por qué lo hizo. Porque hemos llegado ya a perdonar a los responsables y a perdernos en la retórica. La retórica es una auténtica anestesia para las conciencias porque nos perdemos en la pirotecnia. Insisto, nada es lo que parece. Al Emérito ya lo han condenado sin juicio, como a otros tantos, y ni en Wag the Dog se les vio tanto el plumero.

Levinson inventó una guerra con Albania para camuflar un abuso sexual que es como la microsim de Dina Bousselham ¿Les suena de algo? Aquí se han sacado de la chistera lo del Borbón para salir del agujero negro en el que se encuentran. Repito, nada es lo que parece porque hay una realidad compartida y luego está lo que de verdad sucede. Si yo pudiera les contaría la verdad sobre la gestión sanitaria de la pandemia, o les diría qué comunidad autónoma se negó a acoger una multinacional tecnológica que pensaba invertir decenas de millones de euros generando centenares de puestos de  rabajo. La multinacional se instalará en la autonomía vecina, menos pejiguera con la huella eléctrica. Nada es lo que parece, ni la justicia, pero eso ya los saben. Sandro Rosell, inocente expresidente del Barça, reclama al Estado 30 millones de euros por pasar dos años de su vida en la cárcel.

Eso es más o menos el 3% de la vida de un adulto español. Pocos millones me parecen. Pero Rosell somos todos. Conozco a algún amigo que lleva 7 años sin poder salir de casa, con el sueldo embargado y sin futuro profesional por andar enredado en pleitos. Será absuelto. Pero nadie le devolverá la vida. Ni a él ni a tantos otros. Decenas. Pero eso da igual. Nada es lo que parece, repito. Ya no te puedes fiar ni de la Guardia Civil.

Si yo pudiera les contaría la verdad sobre la gestión sanitaria de la pandemia, o les diría qué comunidad autónoma se negó a acoger una multinacional tecnológica que pensaba invertir decenas de millones de euros generando centenares de puestos de trabajo.

La UCO es buena o mala en función de las circunstancias. Es Robin Hood si condena a Camps en sus escritos. Es cloaca si condena a Iglesias. Los de Vox son unos fascistas pero el Bloc apoya a Bildu, los herederos de los pistoleros, que hoy celebrarán el aniversario de su gesta con Miguel Ángel Blanco. Este fin de semana precisamente. Tanto la justicia como el debate político está prostituido. Y determinadas maneras de ejercer el periodismo también. Concluyendo. Miren, hoy nos llamamos a andana en el gremio porque el vicepresidente Iglesias insulta a un periodista. Insultar nos han insultado a algunos, a muchos, durante mucho tiempo. Con presiones, amenazas, calumnias y falsas denuncias. Y no se levantó nadie en armas.

Hombre, a ver si ahora porque los insultados viven en la villa y corte vamos a tener que salir a flagelarnos. Este es un país de pandereta en una peligrosa deriva moral, en el que aplaudimos el holocausto, nos echamos unas risas con Simón vestido de motero y en el que no hay vergüenza por la muerte de un tropel de los nuestros. No da ni para un funeral. Y un país en el que no se pide perdón sino que se exige, es un país enfermo.