| 23 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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El presidente de la Cámara de Barcelona, un talibán lingüístico inaceptable

| EDITORIAL Editorial

 

 

El presidente de la Cámara de Barcelona, Joan Canadell, ha anunciado que no utilizará nunca el español para responder a las preguntas que le formulen en sus comparecencias públicas, en un ejemplo de integrismo nacionalista que evidencia el profundo problema existente en Cataluña, en buena medida impulsado y aumentado por sus instituciones.

No hace falta extenderse para enjuiciar una actitud que choca con la naturaleza de la entidad que dirige Canadell, con la condición de sus socios, con las necesidades de la organización y, en definitiva, con el más elemental sentido común.

Analfabetos

Tampoco hace falta recordar que las lenguas son puentes y que, quienes las utilizan como trincheras, conculcan su principal valor y las transforman en una herramienta ideológica castrante: no son un fin, sino un medio para hacerse entender, y cuando se olvida esa evidencia se prostituye su principal cualidad  por razones incomprensibles pero siempre analfabetas.

Las lenguas siempre son puentes, y quienes las usan como trincheras demuestran la naturaleza sectaria y castrante de sus ideologías

Lo penoso es que Canadell no es una excepción, sino la confirmación de que el supremacismo catalán ha logrado, a fuer de insistir en ello durante décadas, que muchos catalanes crean que el español no es tan lengua suya como de un conquense o un madrileño y que la perciban como una imposición extranjera que conviene desechar.

Ignorar a este indeseable

El empobrecimiento económico, cultural, social y moral de esa estrategia es supino; pero también indiciario de una política general que las instituciones catalanas han venido imponiendo con impunidad sin que el Estado haga su trabajo. Que es bien sencillo y se resume en pocas palabras: evitarlo.

En el caso que nos ocupa, sería bueno que la prensa en general, sin distinción de posición editorial ni de origen autonómico, se negara a atender a este señor tan reaccionario e indigno de ocupar el puesto que rellena de mala manera. No sería suficiente, pero al menos es un comienzo.