| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El drama de Navarra: depender de Bildu tras cuatro años de inmersión abertzale

Si nada lo remedia, Bildu tendrá la sartén por el mango en Navarra y podrá coronar, por ambición del PSOE, un proceso de euskaldización acelerado que lleva ya 4 años.

| Marco Ballesteros España

Navarra no es la Cataluña secesionista. Pero sus Gobiernos sí se parecen, durante la legislatura ya conclusa, incluso en la composición e intenciones. Ambos son un batido de siglas, los dos dependen del partido más radical de cada autonomía y les hermana también haber puesto la 'construcción nacional' a la cabeza de todas sus prioridades.

Y este fenómeno puede prolongarse si, como todo parece indicar, el PSOE acepta el abrazo de Bildu para llevar a María Chivite a la presidencia en sustitución de Uxúe Barcos, la Arzallus navarra: lo que hace unos días parecía poco probable, ahora parece muy posible, frustrando la mayoría en las urnas de Navarra Suma, la unión de UPN, PP y Cs.

 

En la Comunidad Foral, regida hasta ahora por un cuatripartito de difícil convivencia interna, Geroa Bai dependía a la vez de Bildu, de Podemos y de Izquierda-Ezkerda. Del partido de Otegi seguirá dependiendo Chivite si acepta el pacto, no explícito pero inevitable, aunque le moleste reconocerlo. Ha sido un batiburrillo unido para echar al centro-derecha, mayoritario allí desde casi los tiempos de Sancho VI El Sabio, pero de compleja sintonía en todo lo demás.

Salvo en un asunto, el más importante de todos y el más decisivo en un momento convulso para España: profundizar con rapidez en la 'euskaldización' de uno de los reinos con más solera nacional para, de algún modo, intentar imponer la cosmovisión abertzale, ésa que perfila una Euskal Herría mística anexionando al actual País Vasco a Navarra y a Iparralde, en territorio francés.

Bildu y el PNV ya han logrado que Navarra sea sometida a la presión abertzale. Y ahora mandarían más que nunca sobre el PSOE

Una locura histórica que, sin embargo, deja un reguero de decisiones para lograrlo, escondidas del debate nacional por la hegemonía del conflicto en Cataluña. Pero son algo más que indicios y puede hablarse, sin temor al equívoco, de un proyecto sin fisuras para alcanzar una meta a pesar de que levante sarpullidos en la mayoría de la población navarra.

Más ikurriña

De momento, la anulación de la Ley de Símbolos para meter por los ojos a todos la ikurriña, es un hecho. Y nada aislado. La apuesta por el euskera, emblema de la política de la izquierda radical en el País Vasco, es total, aunque en el viaje incluso se subordine la enseñanza del inglés. Y hay algo más.

La presidenta, Uxúe Barcos, ha agradado al mismísimo Arnaldo Otegi con una hoja de ruta marcada por la desaparición de la bandera de España y la apuesta por el euskera, dos certezas que forman parte de un plan mayor, recogido por escrito en el pacto del cuatripartito: someter a referéndum el estatus de Navarra.

Un eufemismo que, sumado a otro compromiso igual de genérico  -"normalizar e impulsar las relaciones con la Comunidad Autónoma Vasca"- revela la intención real: derribar la histórica resistencia de Navarra a ser autónoma y española. E integrarse en 'el norte'. ¿Cómo resolverá eso Chivite si Bildu es aún más decisiva?

La 'resistencia navarra'

Y no es un brindis al sol, como ha denunciado reiteradamente Ana Beltrán, presidenta del PP y verdadera líder de la 'resistencia' navarra a su euskaldización pese a tener muchos menos diputados que la vieja UPN, lastrada por el pasado y a menudo atada de pies y manos para encabezar una oposición más enérgica. Ahora ya en Madrid, en la dirección nacional, sacrificada en favor del proyecto de Navarra Suma, su denuncia sigue siendo la misma.

 

Barkos quiere que Navarra sea como ella, abertzale, y gobierna con esa hoja de ruta para integrarse en el País Vasco ¿Chivite va a evitarlo dependiendo de Bildu?

 

El año pasado, Beltrán tuvo ocasión de denunciarlo por enésima vez en una sesión del Parlamento navarro donde se escenificó de nuevo la apuesta 'light' por el soberanismo, con una resolución que calca los argumentos de la CUP o de Puigdemont al respecto de cómo defiende España la vigencia de la Constitución.

Con el secesionismo

La aprobación del texto, una declaración de amor al secesionismo catalán pero también un aviso a navegantes sobre el auge del abertzalismo navarro; fue vista como una "infamia" por la portavoz del PPN, Ana Beltrán, quien ha considerado "indigno" que los grupos que sustentaran en ese momento al Gobierno Foral no respeten "ni la Constitución, ni las leyes, ni la democracia".

Antes, los cuatro miembros del Gobierno de Barcos habían impulsado una condena expresa contra el artículo 155, con frases gruesas que remiten a los tiempos duros del independentismo vasco en los años 80 y 90. "Es un Golpe de Estado revestido por medio de acuerdo legales", para Adolfo Araiz, protavoz de Bildu, quien comparó la decisión del Gobierno con "un bando de Mola", en alusión al general franquista.

¿Violencia?

El delegado de la propia Barcos, Koldo Martínez, no se quedó atrás, con un discurso incendiario que, bajo una supuesta apuesta por el diálogo, calificaba la actitud del Estado de Derecho con palabras muy gruesas: "Violencia, imposición y represión".

Los otros dos miembros del cuatripartito insistieron en la misma idea, una síntesis en el peor momento del ideario colectivo de todos ellos que llevó a la propia Beltrán a recordar que el artículo 155 se puede utilizar más allá de Cataluña. En las calles de Navarra, coquetas y tranquilas, se respira ese ambiente abertzale, pero también, y en contrapartida, más banderas españolas que nunca.

Esas dos realidades conviven bajo la batuta de una presidenta que públicamente no se atreve a anunciar su apuesta por la sumisión navarra al País Vasco pero que tampoco oculta sus verdaderas apetencias. Lo dijo el mismo día de su investidura: "Soy una presidenta abertzale en una región no abertzale". Chivite dirá ahora probablemente que ella no es abertzale, y no lo es, pero su yugo lo es como nunca y de Bildu dependerá para casi todo si llega a la presidencia.

 

Chivite no es abertzale, pero dependerá de Bildu si llega a la presidencia mucho más aún que Uxúe Barcos

 Unos meses después, ya empezó a concretar sus planes, golpeando de nuevo a los símbolos: retiró la invitación a los Reyes a la ceremonia del premio Príncipe de Viana, un primer paso culminado, ya en junio del año pasado, con la insólita moción paralmentaria para exigir un referéndum sobre la Monarquía: al día siguiente, don Felipe tenía previsto visitar Navarra.

La ETB, sí o sí

Y es que Barcos, con sus socios abterztales repartidos en distintas siglas, ha querido invertir la tendencia y que Navarra sea como ella confesó ser. Imponer el euskera en las escuelas e incluso en la cartelería urbana, luchar contra el Gobierno Central para permite a Euskal Telebista emitir en la Comunidad Foral y arriar la bandera española son hitos de un proceso que aspira a unir Navarra y el País Vasco.

Una quimera y un tabú hasta ahora. Pero una posibilidad incluso legal. La Disposición Transitoria Cuarta de la Constitución, una de las nueva de la Carta Magna, avala técnicamente la 'anexión' a Euskadi, prohibida en el artículo 145.1 para el resto de comunidades españolas.

¿Utilizar la Constitución contra la Constitución?

La presidenta de la Comunidad lo sabe. Sólo tiene que conseguir una mayoría parlamentaria y otra social para llevarlo a la Cámara, consciente de que esa votación sólo se puede presentar cada cinco años. Nadie lo ha logrado nunca, y la única tentativa, en diciembre de 1979, naufragó antes de ser presentada formalmente. Ahora ya no podrá... o sí, dependiendo de hasta dónde presione Bildu.

El tablero navarro va a tener más consecuencias nacionales que nunca. Un PSOE intervenido por Otegi presagia lo peor, a juicio de sus detractores, sustentados en una evidencia: aunque Chivite no sea nacionalista, ¿cómo va a resistirse a las presiones de quien tiene en su mano el futuro de su probable presidencia?