| 18 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Valencia también tiene riesgo de Capdepera

El atropello a nueve ciclistas en Mallorca no se puede quedar en criticar a la conductora, sino en mejorar la circulación. En Capdepera y en Valencia, ambas conquistadas por Jaume I

| Héctor González Edición Valencia

Carretera MA-15 entre Artà y Capdepera, en la isla de Mallorca. Una conductora autóctona atropella a un grupo de nueve ciclistas alemanes. Uno de ellos ha fallecido. La mujer que conducía el vehículo todoterreno da positivo en un posterior control de drogas. Noticia ya conocida de un hecho devastador. Las reacciones de condena se han disparado. También las reclamaciones de penas más severas a quien conduzca en esas condiciones. Al mismo tiempo, numerosos ciclistas han testimoniado la indefensión que sienten. Todo consecuente y desolador.

 

Mirémoslo desde otra perspectiva. La que experimentan quienes conducen vehículos en las estrechas carreteras mallorquinas. La isla se ha consolidado como un paraíso del ciclismo. De hecho, cada año más turistas de otros países europeos acuden casi en exclusiva con el objetivo de practicar este deporte transitando por la serra de Tramuntana o sus aledaños. Comparten asfalto con quienes dirigen sus vehículos motorizados.

 

Para sorpresa de la persona que se sitúa tras el volante de un coche o camión por primera vez en esta isla, los grupos de ciclistas no tienden a circular en fila de a uno. Lo hacen por parejas o incluso por tríos, dialogando entre ellos y ocupando más de la mitad de la calzada. Quienes conducen en solitario también transitan por la parte central, en gran medida porque apenas existen arcenes en estas carreteras.

 

Resulta bastante usual toparse, a mitad de una curva, con dos o tres ciclistas situados uno junto al otro, no en fila, con el consiguiente susto para el conductor y el riesgo de accidente. Adelantar a ese grupo tampoco constituye una tarea sencilla en numerosas ocasiones, ya que por el carril contrario puede aparecer perfectamente otra agrupación de ciclistas que lo ocupa en su práctica totalidad. El coche, literalmente, no cabe.

 

La carretera entre Artà y Capdepera es una de entre bastantes en la que se reproduce esa escena. Y no la más peligrosa, ni mucho menos. Por cierto, Capdepera despunta por su castillo, que sitió Jaume I y que, con una hábil estratagema en la que multiplicó las antorchas nocturnas, logró la capitulación de la guarnición mora que lo ocupaba. De hecho, el tratado firmado, por su antigüedad y singularidad, se conserva como un legado histórico de primera magnitud.

 

Y la alusión a Jaume I sirve para saltar a la ciudad de Valencia y para seguir con el hilo de este artículo. La ampliación de aceras ha favorecido el tránsito de peatones, pero también ha disparado su uso por parte de ciclistas. Retornamos a los turistas, sobre todo los fines de semana, cuando decenas de ellos alquilan bicicletas y, siguiendo la estela de su guía, recorren la ciudad sobre su vehículo y sobre las aceras. Sin reparo ni limitaciones. Y sin tener en cuenta que disponen de un amplio carril bici y que, de no existir en su itinerario, deben utilizar la calzada.

 

Desde luego, esa invasión no se limita a turistas, aunque si abunda entre ellos y sorprende más por ese ´mantra´ con tintes de falacia de considerar más cívicos o más proclives al uso ciclista a alemanes o austríacos, por ejemplo. También afecta a autóctonos, claro está. Como a quien hace dos semanas recorrió a las ocho de la mañana, sobre su bicicleta y con una compañera subida a su manillar, la céntrica calle Colón a la máxima velocidad que le permitían sus pedaladas. Por la acera izquierda hacia la plaza de toros, a pesar de que por la derecha disponía de un amplio carril bici. Esquivando a los peatones con los que se cruzaba. Y con total impunidad.

 

Nada justifica el atropello en Mallorca ni la conducción drogada, como es el caso. No obstante, la supuesta lección moral no se puede quedar en arremeter contra la culpable y en victimizar, en general, a los conductores. Hace falta una regulación más exhaustiva y aplicada que afecte a toda aquella persona que utilice la vía pública, vaya en un vehículo o en otro.

 

Y unas normas de conducta básicas de obligado cumplimiento para quien conduzca una bicicleta. La más elemental y lógica, que utilice el carril bici cuando lo haya –que para eso está- y que circule por su derecha cuando no. Y si va en grupo y en carretera, una persona detrás de otra. En fila. Por la seguridad de todos.