| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

Sánchez no puede mantener ni un minuto más a Dolores Delgado en Justicia

| EDITORIAL Editorial

 

 

La práctica totalidad de las Cámaras pide ya la dimisión, con mayor o menor intensidad, de la ministra de Justicia, Dolores Delgado, sometida a un calvario en el Congreso y el Senado por una única razón: su decisión de aferrarse a un cargo que, simplemente, es incompatible con las barbaridades que se han conocido de ella en compañía del siniestro comisario Villarejo y de su amigo y mentor Baltasar Garzón, no menos controvertido.

Que Delgado intente explicar su caso como un chantaje al Estado del que ella es en realidad la víctima responde, patéticamente, al deplorable discurso oficial del propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, decidido a mantener en el puesto a la ministra para no ver caer a su tercer miembro  del Gobierno: de permitirlo, tendría simplemente imposible mantenerse en su ya endeble e injustificable negativa a convocar Elecciones Generales.

Resulta lamentable que tanto Sánchez como Delgado pretendan esquivar las gravísimas evidencias que recogen unas grabaciones que quizá se han utilizado arteramente, pero que una vez conocidas resultan imposibles de olvidar.

En ellas, la hoy ministra y entonces fiscal se muestra homófoba con el ministro Grande Marlaska y machista con los tribunales compuestos por mujeres; se escama pero no denuncia un supuesto encuentro de jueces y fiscales con menores de edad durante un viaje oficial a Colombia y, lo más grave de todo, se ríe y de algún modo anima al propio Villarejo cuando le cuenta cómo había montado una red de extorsión a cargos públicos con prostitutas.

Todo lo descrito encierra una gravedad máxima en cualquier servidor público, pero especialmente en quien ejerce la máxima autoridad en el ámbito de la Justicia, cuya imagen queda resentida por sostener a una titular que, cuando nadie la ve, imparte una lamentable lección de cómo funcionan las cloacas del Estado.

Alegar que fueron conversaciones privadas o presentarse como damnificada de un complot no solamente es vergonzoso, sino también falso. Por Villarejo y Garzón no sólo no han sido precisamente agresivos con Delegado y el PSOE, sino que han estado bien cerca de él en unos momentos especialmente delicados en los que un juez fue clave para derribar al  Gobierno de Rajoy mediante una moción de censura justificada en dos líneas de una sentencia menor de la trama Gürtel y en la supuesta necesidad de ejemplaridad.

Si aquí ha habido un complot contra Estado, no habrá sido con el PSOE al frente, si no antes. Y para sostener algo así harían falta datos y pruebas que ahora mismo nadie ha sido capaz de exponer. Lo que sí hay es una ministra achicharrada y sin autoridad ninguna. Y un Gobierno que, tras presumir de igualdad, transparencia y otros valores que cree poseer en exclusiva; mira para otro lado ante el mayor ataque a esos principios que jamás se ha escuchado a un ministro en España.