| 26 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en una de sus últimas reuniones.
Mariano Rajoy y Pedro Sánchez, en una de sus últimas reuniones.

Pedro Sanchez acatará un consejo de sus fieles mientras Rajoy hace la quiniela

La cita terminará con una abstención vergonzante entre reproches, algaradas callejeras y acusaciones de todo jaez a quienes van a dejar que gobiernen. Sánchez romperá la disciplna de voto.

| Carlos Dávila España

A distancia y con mucha distancia va a seguir Pedro Sánchez el batiburrillo del comité Federal. Sus leales (a lo mejor le quedan un par de resistentes) le aconsejaron que no se hiciera presente en Ferraz y él, como siempre, ha dudado pero, al fin, le ha parecido mejor que sus convecinos de partido (llamarles compañeros sería una sarcasmo) se peleen a placer sin que el contemple la emotiva escena de unos catalanes haciéndole de último bastión porque a ellos no les va mucho en este lío del montepío, y de unos antiguos aliados apuñalándole como Bruto mientras se incorporan babosamente (el adverbio pertenece a una diputada todavía fiel al que fue su jefe) a la tropa del gestor a palos, Javier Fernández.

El Comité terminará con una abstención vergonzante entre reproches mutuos, algaradas callejeras y acusaciones de todo jaez a quienes van a dejar que gobiernen. Es el comienzo de una semana en lo que lo más jugoso es la celebración de los plenos de investidura de Rajoy en los que, sino media rectificación de última hora, Sánchez se sentará en su escaño de segunda división y finalizará su oposición a Rajoy propinándole un “NO” rotundo.

Sánchez se sentará en su escaño de segunda división y finalizará su oposición a Rajoy propinándole un “NO” rotundo

Esta negativa romperá la disciplina de voto de su partido pero en el menester Sánchez contará con, por lo menos, una docena de colegas, entre los cuales, naturalmente, aparecerán los socialistas catalanes. La cifra de disidentes puede elevarse hasta la quincena con una voz resonante y muy crítica: la de la magistrada Margarita Robles que forma parte del grupo que lleva día insistiendo a Sánchez para que, antes de Navidades anuncie su intención de presentarse a unas primarias para la Secretaría General, primarias que ahora mismo ganaría, otra cosa es lo que podría suceder en unos meses.

Borrell, el candidato que vivió una experiencia similar y que es un intelectual tan sólido como soberbio, desprecia en el fondo la escasísima solvencia del exsecretario, pero sabe que ahora mismo las denominadas “bases” todavía requiere al guapo Pedrito al que ahora presentan como una víctima de sus convicciones y de la voracidad ansiosa de la faraona del Sur, Susana Díaz.

Es curioso pero la gran baza que va a utilizar Sánchez en los tiempos venideros es su coherencia personal y maléfica confrontada con el escapismo y cambio de chaqueta que han  practicado aquellos pedristas que juraban por Pablo Iglesias, el fundador, que no se moverían del “No es NO y qué parte del No nos han  entendido, Mariano” pero que tras la caía de su mecenas (casi todos deben el puesto a Sánchez) han corrido como liebres para sentarse junto al trono eventual de Fernández, el cual, se dice, está sorprendido por la ola de adhesiones que ha encontrado en los anteriores ejecutivos. Fernández huye de las emociones fuertes porque su corazón no está para muchos arrebatos o vaivenes y, por tanto, no se convulsiona, ante el bochornoso espectáculo entre otras cosas porque pretende regresar cuanto antes a su querida Asturias que, dicho sea al paso, no la tiene muy bien que digamos.

Y el Gobierno de Rajoy

O sea que, resueltos mal, porque no hay solución para el socialismo sólo una salida más o menos digna, sí que le llegará la hora a Rajoy que, en menos de diez días deberá componer un Gobierno con funciones, una batalla que ya ha comenzado a librarse en el Partido Popular. A Rajoy le asaltan algunos influjos y no es el menor el que le pide que esta vez designe tres vicepresidentes y que aligere a Saénz de Santamaría del enorme peso que ha sobrellevado durante todos estos años.

Lo que escribo es, como diría Margallo una “ironía constructiva”. Rajoy sabe de que la única forma de que Guindos continúe en el Ejecutivo es subiéndole el rango y que Cospedal no aceptará un premio de consolación, y conoce además el escaso éxito que ha tenido su gran política de Comunicación, esa que está muy por encima de las copiosas capacidades de la animosa Carmen Martínez Castro. Como afirmaba un ministro: “En los nuevos tiempos o nos salvamos todos de la quema de la Tres, de la Cuatro, de la Cinco o de las Seis, o ninguna”. ¿Queda claro, no?

El Gobierno de la clamorosa minoría tendrá que sufrir lo indecible para aprobar los Presupuestos que Bruselas le ha exigido para anteayer y para ese trance lo único que le quedará a mano es la colaboración interesada de los barones territoriales del PSOE que si no hay Presupuestos Generales no tendrán los particulares. Y si ni siquiera esos se avienen, el Gobierno será tan breve como el que Suárez compuso entre la moción de censura de mayo del 80 y la cuestión de confianza de septiembre de ese mismo año. Nada, tres mesecitos y que llegue mayo de 2017 y otra vez a las urnas.

Y así está el panorama con el PSOE destruyéndose y tratando de que no le roben la merienda los soviéticos de Podemos, e intentado lo imposible por ahora: que Rajoy se desgaste gobernando sin una sola ley aprobada en el Parlamento. No es extraño que, por lo bajo, en el PP se lamenten de que no haya la posibilidad de unas terceras elecciones en las que, según aventan todas las encuestas, Rajoy vendría catapultado para una gobernación más cómoda.