Análisis masivos de coronavirus, la medida más necesaria

El Gobierno se ha visto obligado a devolver a la empresa china Bioeasy más de 600.000 test rápidos para la detección de coronavirus después de que se haya confirmado su baja sensibilidad, lo que les impide detectar los casos positivos. Esta chapuza ha frenado el ritmo de análisis masivos previstos, que tenía el objetivo de llegar al millón de pruebas lo antes posible realizando una media de 20.000 diarias.

La directora del Instituto de Salud Carlos III, Raquel Yotti, anunció incluso que existe un compromiso para incorporar cuatro robots que podrán realizar hasta 80.000 pruebas al día. Veremos. El diagnóstico de los afectados por COVID-19 es crucial para tratar adecuadamente la enfermedad y detener la transmisión del nuevo coronavirus. Desde el inicio de la epidemia se han utilizado test de diagnóstico, pero el tipo de herramientas empleadas y los criterios para seleccionar a las personas que deben someterse estas pruebas han ido variando.

Los sanitarios son los encargados de decidir, con criterios clínicos, quién se somete a este tipo de pruebas. Actualmente tienen prioridad las personas con infección respiratoria aguda con criterios de ingreso hospitalario; las personas con infección respiratoria aguda que formen parte del personal sanitario, personal socio-sanitario u otros servicios esenciales; y personas especialmente vulnerables (como los ancianos en residencias), aunque no estén graves, tras una valoración clínica individualizada.

Tipos de pruebas

Para diagnosticar el virus existen diferentes tipos de pruebas. Aunque en los últimos días de la que más se habla es del test rápido, podemos recurrir a varias opciones para descubrir si estamos infectados.

El primero es el RT-PCR, se basa en la reacción en cadena de la polimerasa, una reacción creada en laboratorio para amplificar las cadenas de ADN. La prueba se hace en diez minutos tras extraer una muestra de la nariz o la garganta y el resultado se conoce en unas cuatro horas. Es la más fiable hasta la fecha.

El test de antígenos (los conocidos como test rápidos) es parecido a una prueba de embarazo, salvo que las muestras se recogen de la nariz o la garganta. Una vez tomadas, se espera a que la tira de papel refleje bandas coloreadas determinando si la prueba es positiva, negativa o no concluyente. El resultado está listo en unos quince minutos y debería tener una fiabilidad de entorno al 80% si bien los que se han devuelto la tenían de alrededor del 30%.

El test serológico se hace con una extracción mínima de sangre y solo permite detectar las inmunoglobulinas M (IgM), que surgen a partir de los 6 u 8 días de la infección; o las inmunoglobulinas G (IgG), que aparecen al final de la enfermedad y persisten como memoria contra su posible vuelta. Se aplican más a posteriori, para conocer quién está inmunizado.

Por último, el test de nanotecnología biosensora óptica, aún en pruebas, consiste en un biosensor parecido al de los aparatos que utilizan las personas diabéticas para medir su nivel de azúcar que, en 30 minutos, permite diagnosticar desde el coronavirus hasta otras enfermedades como la gripe, pero solo en hospitales.