| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Hacer botellón y fiestas multitudinarias en tiempos de pandemia

En estas reuniones masivas de fiesta no se respetan las distancias de seguridad de dos metros ni de broma, no llevan puesta la mascarilla y ni la han cogido al salir de casa

| Eva García Lara * Edición Valencia

Desde la Asociación DUAL han realizado una campaña, financiada por el Plan Nacional sobre Drogas -“Entre fase y fase, no desfases”- que contiene un mensaje directo y de concienciación dirigido a nuestros jóvenes, alertando del peligro de desfasar con el alcohol tras tres meses de confinamiento en casa, sumado al riesgo de contagio que supone compartir botellas, latas o copas en los botellones y por consiguiente no respetar ninguna distancia de seguridad, saludos, besos, abrazos entre todos. Lo estamos viendo a menudo, que si no te pasa a ti tal vez olvidas o te importa poco lo que les suceda a los demás, aun sabiendo que hay un porcentaje de asintomáticos que podría pasarte el virus y a su vez tú a otros.

Parece que a muchos les da lo mismo, y no sirve de nada todo lo que se han perdido en estos meses.  Las gentes que ya no están por los malditos microorganismos, pensando que ellos lo cogen pues lo pasarán, tal vez sin consecuencias por ser jóvenes y supuestamente fuertes.

Deberíamos de quedar con los grupos de iguales que piensan, que reflexionan todo esto, que saben lo que puede seguir ocurriendo, y más aún, que tal vez su responsabilidad sea la de no pasar la enfermedad a otra persona que podría pasarlo realmente mal. Este es el fin y no otro.

Durante estas reuniones masivas de fiesta no se respetan las distancias de seguridad de dos metros ni de broma, no llevan puesta la mascarilla ni protección alguna, y ni siquiera han salido de sus casas con ella, un relajamiento peligroso, sutil y tal vez invisible.

No se toman nada en serio esta pandemia, pensando que no se van a contagiar porque no son un grupo de riesgo, tal vez incluso buscan pillar el covid-19 y así hacerse inmunes, aunque todavía no sepamos del todo quiénes podrían serlo y quiénes no, pues corren muchas suspicacias e informaciones que necesitan ser contrastadas y confirmadas por los medios, sin llegar a crear la confusión en todos nosotros.

Es cierto que ser joven es ser algo inmaduro y que la personalidad se está desarrollando en sus cerebros poco a poco como cualquier otro adolescente, pero con la información que tenemos ahora hay que tener algo de conciencia, comprender, entender que esta realidad que no son relatos de una famosa película de George A Romero, no es tampoco una comedia melodramática, todavía podemos poner en peligro a la gente inconscientemente.  

Deben de cambiar de actitud porque después pueden contagiar a sus familiares, a sus vecinos, a sus amigos…y así reproducir un rebrote como hemos visto nuevamente en Pekín o en el norte de nuestro país, después de tanto esfuerzo y sacrificio de la libertad que hemos realizado toda la población, es más, menospreciando el duro trabajo de profesionales que se han jugado la vida tratando de ayudar o de atender a todos aquellos que iban llegando… y otros ni siquiera saben que les mató porque se quedaron a medio camino, solos.

Echo mucho en falta más campañas urgentes dirigidas a los más jóvenes para que intenten prevenir situaciones peligrosas en su interacción social que nos afectan a todos porque su imprudencia la pagamos todos, y con un coste muy caro que es la vida humana y la salud en muchas de las ocasiones, pero echo todavía más de menos acciones para prohibir estos actos con las medidas administrativas que correspondan no dando la imagen de ineficacia, desorden, libertinaje, alboroto, suciedad, irresponsabilidad, falta de recursos y de apoyo de la Autoridades a las policías que correspondan. Eso sí, con órdenes claras, concisas, organizadas, y previamente estudiadas.

Lo que es obvio es que desde que se está produciendo la desescalada el número de botellones, molestias por ruidos, quejas vecinales por doquier, peleas y violencia gratuita, siendo muchos de sus protagonistas los jóvenes, han aumentado estas actividades de forma muy considerable. Celebran reuniones masivas en espacios abiertos, utilizando vehículos que portan en el maletero equipos de música con el volumen muy alto a modo de discoteca, con gran cantidad de bebidas alcohólicas, que previamente han adquirido en los comercios, así como otras sustancias por cierto no legales.

Hablan, se relacionan con el grupo de iguales y finalmente acaban emborrachándose sin control, con la excusa de que son gente joven, que tiene derechos y a veces con peleas multitudinarias por ridículos motivos o por simple diversión macabra. Porque parece ser que algunos jóvenes quieren recuperar el tiempo perdido; sí, ese tiempo que han desperdiciado ¿Por qué tiene que aguantar todo esto los ciudadanos que trabajan y que quieren tan solo descansar?... No parece que esto importe a quién le tiene que importar.

Toman como enemigo a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad que les sancionan, les riñen y les incautan las sustancias nocivas o peligrosas para la salud, por la prohibición de consumir bebidas alcohólicas en vía pública, pero según ellos, les estás jodiendo la diversión, su momento de libertad, su forma de desinhibirse. Porque la pregunta estrella es ¿y ahora qué hacemos? ¿Dónde vamos? Hay que dotarles de más alternativas de espacios de ocio por parte de los Ayuntamientos para que se diviertan de una forma saludable y respetando todas las medidas preventivas del COVID-19, por supuesto, pero claro, eso no es fácil. Piensen en cómo se podría solucionar.

Piensen que para que no emitan imágenes vergonzosas en televisión como el botellón que se hizo en Tomelloso o Madrid, y en otros tantos puntos de España habría que tomar alguna medida del Gobierno.

Nos preocupan aquellos vecinos que aunque no se cansan de llamar a la policía, no pueden descansar inevitablemente, amargados, desconsolados, estresados, y al borde de un ataque de nervios, que no pueden enfrentarse a un aquelarre de chavales enloquecidos que tiene muchos “derechos pero no obligaciones” obviamente.

Los uniformados en sus respuestas no pueden con esa aglomeración salvaje de chavales, simplemente hacen lo que pueden sin que sus voces o consejos sean escuchados, se quedan sin voz, y reciben insultos, les lanzan bebidas y en un momento dado las cosas se pueden complicar, y claro, la excusa es que “son jóvenes”.

Es el peso de la balanza de la libertad de hacer lo que les da la gana que gana a la seguridad y a la paz ciudadana.

 *Grupo EmeDdona