| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

× Portada España Investigación Opinión Medios Chismógrafo Andalucía Castilla y León Castilla-La Mancha C. Valenciana Economía Deportes Motor Sostenibilidad Estilo esTendencia Salud ESdiario TV Viajar Mundo Suscribirse

El valor del perdón

Sentir odio, rencor y venganza, a lo único que lleva al ser humano es amargarse la vida y a amargársela a los demás; el perdón, en cambio, reconforta, libera, da paz

| Margarita Morales * Edición Valencia

¿Existe el perdón? ¿Se puede perdonar a quien le ha quitado la vida a un hijo?

 

Si a veces cuesta perdonar a quien simplemente nos ha agredido, agraviado, ofendido o amenazado, podríamos pensar que es difícil disculpar a quien ha asesinado a un ser tan querido como un hijo.

 

Sin duda alguna -y aunque hay personas que no lo conciben- sí existe el perdón, aunque “hay de perdones a perdones”, dirán muchas personas. Y es que no debe ser fácil perdonar en circunstancias en que se nos asesina a un ser tan querido como un hijo, padre, madre, tío, primo, amigo, esposo, o lo que sea.

 

Sin embargo hay quienes sí son capaces de hacerlo. ¿Será cuestión de actitud, disposición y conciencia, pero sobre todo de sentirlo y hacerlo desde el corazón?

 

El caso de Patricia y Ángel, padres del pequeño Gabriel, quienes al final de la misa del funeral de su hijo fueron más capaces de transmitir ante toda una nación palabras de amor, esperanza, agradecimiento y aceptación, más que de odio y venganza a quien decidió quitarle la vida a su hijo, pareció un ejercicio de perdón, un gesto de aceptación o resignación,  aún cuando la tragedia les destrozó la vida.

 

Lo cierto es que nadie sabemos cómo podemos reaccionar en una situación así, pero estos padres, que perdieron al único hijo que tenían, demostraron una sorprendente y admirable fortaleza ante el momento que vivían.

 

Ambos, pero sobre todo la madre, fue más capaz de hablar de amor antes que de condenar públicamente a la autora del crimen, siendo ni más ni menos que la entonces pareja de su ex marido.

 

Sin duda alguna, este hecho ha sido una lección de humanidad a quienes por naturaleza propia del ser humano, se invadieron de coraje, odio, rechazo, repulsión y rencor, cuando supieron que la entonces pareja del padre había decidido terminar con la vida del inocente niño.

 

Contado así, hasta parece historia de telenovela, pero no, no es un drama ficticio, es la realidad de unos padres que prefirieron dar cabida al amor y a la esperanza, antes que expresar palabras de odio, que estarían en su derecho de sentirlas y manifestarlas.

 

En circunstancias como ésta, cuesta entender la actitud madura y resignada de los padres; cuesta asimilar que sea la misma madre quien, con aparente calma, haya sido capaz de hablar públicamente a toda una nación, pidiendo hacer a un lado malos sentimientos y quedarse con un mensaje positivo de la historia, aunque ésta haya terminado en tragedia.

 

Más que un principio, un valor

 

Independientemente de enseñanzas religiosas, el perdón, más que una actitud es un valor que existe y que, sin duda alguna, puede y debe predominar ante los sentimientos negativos que se experimentan cuando uno vive o conoce un hecho insólito, doloroso, que hace estallar el corazón en furia, violencia, rabia, impotencia.

 

Y es que perdonar es un sentimiento de bondad que contradice otro sentimiento, el del odio, porque por “lógica”, la primera reacción de un ser humano que ha recibido un golpe duro de vida, no es (o no debe) perdonar inmediatamente a quien trágica y malévolamente le ha asesinado a un ser cercano. Por el contrario, el primer sentir que se experimenta es el coraje, el rencor, el desprecio, la impotencia y, lo que es peor, la sed de venganza.

 

Estos sentimientos son una normal reacción del ser humano ante el dolor que provoca un asesinato, pues sabemos y aceptamos que todos vinimos a este mundo para morir, pero no en manos de alguien que decide quitarnos la vida en el momento que él o ella deciden.

 

Desgraciadamente hoy en día hablamos poco del perdón y, lo que es peor, menos lo otorgamos, porque ya no se le da el valor que merece, ya no se inculca quizá como antes se hacía.

 

A las nuevas generaciones todo se les enseñará, menos aprender a perdonar a quien les haga daño, porque entre los valores y principios que se les transmite (si es que hay padres que los siguen haciendo) destacan más el “respeto y la buena educación”, antes que el perdón.

 

A veces en la educación de los hijos, los padres son los que equivocadamente los forman bajo el consejo de “si te pegan, no te dejes, responde igual”, antes que animarse a decirles “si te pegan, intenta no acercarte a esas personas, avisa a tu profesor, a nosotros, o si no es tan grave, habla con tus amigos para limar asperezas y perdonar sus errores”.

 

El sentir odio, rencor y venganza, a lo único que llevan al ser humano es amargarse la vida y amargársela a los demás; el perdón, por el contrario, reconforta, libera, da paz, tranquilidad y, sobre todo, permite seguir viviendo, aún con la pena en el alma.

 

La historia de Patricia, madre separada, sola, que tenía como motor de vida a su pequeño Gabriel y que fue asesinado por una persona que incluso participó en los operativos de  búsqueda, nos debe dejar una gran enseñanza como seres humanos: aprender a perdonar para, de alguna forma, seguir viviendo.

 

El perdón no revive los muertos, cierto, pero reconforta el alma, pacifica el espíritu y sobre todo permite liberarse de malos sentimientos que intoxican nuestra alma y la de los que están a nuestro alrededor.  

 

* Periodista mexicana