| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El acercamiento de presos a Cataluña, otra factura que Sánchez paga a Puigdemont

En un contexto normalizado, acercar o liberar a los políticos presos hasta el juicio tendría sentido. Pero nada es normal y todo parece fruto de los peajes que ahora ha de pagar Sánchez.

| ESdiario Editorial

 

 

En un contexto de normalidad institucional, política y legal; el acercamiento de los políticos catalanes presos por encabezar un Golpe al Estado de Derecho sería muy lógico. Y aún más; su puesta en libertad, a la espera de los juicios pendientes por sus conductas, no sería nada descabellado y contribuiría incluso a empezar a cerrar las profundas heridas que ellos han causado con su absurdo desafío a la Constitución.

El problema es que ese contexto no existe. Ni el procés ha parado, sino todo lo contrario, ni se puede llamar 'normal' a un Gobierno que no ha salido de las urnas encabezado por un dirigente que hace apenas un mes reclamaba un endurecimiento del artículo 155 y del delito de rebelión y ahora, al coger la presidencia gracias al apoyo del independentismo, ha enterrado su discurso para atender los peajes de quienes le obsequiaron con el cargo.

 

No parece muy difícil adivinar una relación de causa y efecto, pues, entre los escaños cedidos a Sánchez por el Pdecat o ERC para su investidura y las decisiones adoptadas por Moncloa desde entonces con el nacionalismo en su conjunto: acercar presos a Euskadi y Cataluña y sugerir que a la primera comunidad podría transferírsele de algún modo la gestión de la Seguridad Social y a la segunda, nada menos, de la Justicia

Desprecios, no 'talante'

O, como escandaloso ejemplo de ese viraje, el silencio gubernamental ante el boicot de las mismísima Generalitat al Rey -Jefe del Estado y no sólo monarca- y las diatribas chantajistas que los dos partidos soberanistas implicados en la moción de censura no han dejado de lanzarle a La Moncloa desde el cambio de inquilino.

 

 

Alimentar el victimismo del independentismo, que sigue presentando como "presos políticos" a los irresponsables cargos públicos que, pese a existir por mor de la Constitución, decidieron asaltarla; es una estrategia suicida que lejos de debilitarle le refuerza: hacer legítimo lo ilegal y olvidarse del añadido supremacista que el propio Sánchez reseñaba para definir a Quim Torra no va a calmarle. Al contrario, le servirá para aumentar su base social, que es la manera elegida ahora para lograr la independencia sin sortear, hasta el momento, las líneas rojas penales.

 

No hay talante ni diálogo algunos entre el nacionalismo y el Ejecutivo, sino una imposición retórica y política del primero sobre el segundo con la certeza de que en sus manos está la estabilidad del Gobierno de un país en el que no cree: simplemente, le guste o no escucharlo al actual presidente, para el soberanismo sus aspiraciones e imposiciones son más factibles con Pedro Sánchez en Moncloa.

El nacionalismo ni hay retrocedido ni renunciado a nada y ve más fácil lograr su objetivo con un presidente que le debe el cargo

Y si bien es un exceso afirmar que eso le convierte en un obediente rehén del movimiento xenófobo más activo de Europa; no lo es temer que su debilidad hace más vulnerable a España: regala el relato a quienes se han saltado la ley y pisoteado la convivencia, y no hay nada peor si la intención siguiera siendo desarmarlo.

Cadena de cesiones

Las concesiones que Sánchez ha hecho o vaya hacer a sus socios de investidura tienen unos límites, regulados por la Carta Magna y el Código Penal, pero  la mera discusión sobre la viabilidad de celebrar un referéndum 'legal', los desprecios a la Casa Real, la reapertura de embajadas catalanas en el extranjero para promocionar la secesión, el acercamiento de presos o la entrega a ERC de la decisión final sobre la presidencia de RTVE son indicios de un problema mayúsculo y fácil de resumir: el nacionalismo no se siente derrotado, aunque lo fue incluso en las urnas, sino animado a seguir en la creencia de que su máximo muro de contención, el poder Ejecutivo, está de algún modo a sus órdenes.