| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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El abrazo de Juan Génoves, el día de su instalaciòn en el Congreso
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El Discurso

Hoy España está en uno de esos momentos clave. Es el tiempo de dirigirse a cada español, haciéndole sentir que es él el interpelado. El tiempo de pedir su ayuda y recorrer juntos el camino.

| Marcial Martelo Opinión

@ahorapodemos: "Hay que dar un pasito más para el 26-J superar la remontada del 20D" ‏

 

Hace unos días, un buen amigo me comentaba la reflexión de un viejo soldado: “ordénale a un recluta español que cave una zanja o pele patatas, y costará que acabe la tarea; pero pide voluntarios para desalojar un nido de ametralladoras, y te sobrará donde elegir”.

Puestos a extraer la moraleja, podría deducirse que el pueblo español es más de épica que de comedia costumbrista. O sea, que nos cuesta menos morir heroicamente, que vivir provechosa y ordenadamente el día a día.

Pero mi amigo, hombre de mundo y maestro de mil saberes, apuntó otra interpretación mucho más sencilla: si necesitas un sacrificio de los españoles, pídeselo. Sencillamente. Sin intermediarios y sin disfraces. Directa y sinceramente. Y, además, uno a uno, añado yo. De tal forma que cada uno de ellos se sienta personalmente interpelado.

En cuanto a este segundo matiz, pensemos en los ingleses. Lo que de ellos destaca es su irremediable espíritu gregario. Por eso -porque los conocía- Churchill se dirigió a ellos no como individuos, sino como pueblo, cuando declaró solemnemente que sólo podía ofrecerles “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”.

Esta fórmula nunca hubiera valido para los españoles. Simplemente, ignora nuestro carácter nacional: primero, porque los españoles son individuos, no pueblo; y, segundo, porque a los españoles no hay que anunciarles su sacrificio, hay que pedírselo, hacerles sentir que son ellos los que deciden darlo. Y es que para un español el pueblo español no existe, salvo cuando peligra y a él le piden que lo salve.

Hoy España vive en una peligrosa encrucijada, de la que muchos aún no son conscientes. Uno de los caminos conduce a una demagogia populista que, una vez alcanzado el poder, terminará quitándose la careta, descubriendo al totalitarismo destructor que lleva dentro. Otro conduce a este mismo destino, aunque a cuatro años vista, con una etapa previa de ese inmovilismo miope de quienes ven el poder como un fin en sí mismo y no como el instrumento para mejorar su país.

Pero hay un tercer camino, el de quienes reconocen la existencia de una España institucional enferma de mediocridad y corrupción, pero también la de una España civil que, pese a todo, sigue trabajando y confiando en el futuro. Y que por eso abogan por curar lo enfermo, que es el poder judicial y el sistema de controles, y por salvar lo sano, que es la libertad.

Pero no basta con tener claro el camino a tomar. Hay que descubrírselo a los demás. Convencerles. Hacer que se emocionen y que compartan la visión.

Tiempo de grandes líderes

Con el “I have a dream”, Martin Luther King logró conmover la fibra moral de una nación, dividida hasta el desgarro por los prejuicios raciales; con el “Ich bin ein Berliner”, Kennedy devolvió la confianza a una Europa angustiada por la amenaza del totalitarismo comunista; con su homenaje en Gettysburg a los caídos, Lincoln se ganó el compromiso de sus compatriotas de no abandonar la lucha por la libertad…

Estos discursos fueron necesarios para cambiar la historia, porque hay ocasiones en que para lograrlo no basta la capacidad del líder, ni su honradez, ni sus buenas intenciones. Tampoco el que esté acompañado de un equipo de gente entregada y competente. Ni siquiera un brillante proyecto de país o una causa justa. Lo que se necesita es sumar a los ciudadanos, pues son momentos en que sólo caminando juntos se puede alcanzar el destino perseguido. Y esta suma únicamente la puede lograr el líder dirigiéndose directamente a sus compatriotas.

Hoy España está en uno de esos momentos. Es el tiempo de dirigirse a cada español, haciéndole sentir que es él el interpelado. El tiempo de pedir su ayuda para tomar y recorrer juntos el camino correcto.

El definitivo Discurso, que se dirija al corazón de cada español, y lo conquiste con épica, sinceridad y fe.

Quedamos a la espera.