| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Pedro Sánchez, sonriente, en un acto de la Fundación Pablo Iglesias.
Pedro Sánchez, sonriente, en un acto de la Fundación Pablo Iglesias.

Así festejaron en Moncloa la jugada de trilero de Sánchez: "¡Qué clavada al PP!"

Sánchez ha retratado su modelo de gobernabilidad: una suerte de exigencia de plenos poderes. La ilusión subió de intensidad en el palacio presidencial por el golpe bajo a populares y Cs.

| Ricardo Rodríguez Opinión

Frágil, contradictorio, imprevisible y tenso. Así es el mandato de Pedro Sánchez al frente del Gobierno más minoritario de la democracia y necesitado de los votos de una amalgama de siglas de insaciable voracidad e imposible encaje. Las piezas de lo que queda de legislatura están situadas sobre un tablero inestable.

El presidente, audaz donde los haya, se ha enrocado en La Moncloa con sus fieles en derredor, presto a resistir. El resultado es el despliegue de estrategias tales como tratar de asegurarse una vía rápida para anular la capacidad de veto del Senado sobre el techo de gasto –paso necesario para la elaboración de los Presupuestos– al precio de desatar una guerra de legitimidades en el Congreso.

La argucia –colar de rondón una enmienda durante la tramitación del proyecto de medidas urgentes del Pacto de Estado contra la violencia de género para modificar la Ley de Estabilidad Presupuestaria– retrata el modelo de gobernabilidad de Sánchez. La ética y la estética, está por ver si también la legalidad, han podido irse ya por el piadoso sumidero.

Es obvio que esas salidas de pata de banco del presidente del Gobierno no se le ocurren a él solo. Entendámonos: Por lo que cuentan a ESdiario fuentes de toda solvencia, la obscena treta fue celebrada con gran alborozo en el Palacio de La Moncloa y alrededores. Al grito de “¡qué manera de clavársela al PP!”, la guardia pretoriana que rodea a Pedro Sánchez vivió un auténtico subidón emocional, obviando en todo momento el alto coste de la operación en términos de imagen. Para qué aparentar.

Aunque el manual sanchista colocó en su arranque en el frontispicio la “estabilidad”, el choque institucional en toda regla entre el Ejecutivo y el Legislativo, que no es cualquier cosa o no debería de serlo, sitúa al jefe del Gabinete, a decir de algunas voces, en una alucinación cuasi absolutista.

Nadie sabe exactamente cómo va terminar este complejo episodio. Entre otras razones, por la falta de precedentes, a pesar de los esfuerzos de La Moncloa por tirar de hemeroteca. Ya resulta fácil de adivinar que llegará al cuadrilátero del Tribunal Constitucional. Se admiten apuestas.

Sánchez aún ha de cantar victoria ante la presidenta de la Cámara Baja, Ana Pastor, espoleada por PP y Cs en pie de guerra. De lo contrario, sus cuentas para 2019 pueden perderse en el tiempo. Así anda de revuelto el patio para el presidente del Gobierno. A la espera de que de la madeja surja otro cabo que permita desenmarañar el ovillo. O eso, o, claro está, la convocatoria de elecciones generales.