| 25 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Rajoy y Rivera, en una de sus entrevistas en el Congreso
Rajoy y Rivera, en una de sus entrevistas en el Congreso

La música aún sigue sonando

Se avecinan unas terceras elecciones. Probablemente, el tiempo terminará confirmándonos que el egoísmo y la frivolidad de Rajoy ya lo tenían decidido desde el primer día.

| Marcial Martelo Opinión

‏@CiudadanosCs: “@MGutierrezCs "El PSOE tiene una gran responsabilidad que le ha dado las urnas; es el único que suma con el PP".

El 5 de julio celebrábamos la noticia que, en forma de tuit, parecía cambiar el ritmo político del país: “@CiudadanosCs prioriza la negociación con el PP al veto a Mariano Rajoy”.

El partido que tantas ilusiones había logrado desatar en tanta gente y tan distinta, parecía despertarse finalmente del aturdimiento provocado por una lenta y pesada digestión de los resultados del 26-J, y decidía abandonar de una vez por todas esa extraña condición de Departamento de Recursos Humanos o de Tribunal político-preventivo (de aroma tan suicidamente upeidiano, por otra parte), para volver a hacer de sí mismo (es decir, de partido político) y retomar las labores propias de su ser: hacer política.

“Hacer política”… o sea, sentarse a negociar con el vencedor de las elecciones el precio de su apoyo (como antes lo había hecho con el PSOE, tras la irresponsable negativa de Rajoy a aceptar el encargo de intentar su investidura). Entendiendo por “precio”, naturalmente, ni vetos, ni sillas, ni partes alícuotas de mesas, sino esa agenda reformista que en su día justificó el nacimiento de Ciudadanos y, sobre todo, los votos recibidos por éste el 20-D y el 26-J (conviene recordar lo que se decía entonces: nunca se trató ni del PP, ni del PSOE; daba igual el compañero de montura, porque lo único que de él se pretendía era que aceptase montar el caballo de esas mínimas reformas imprescindibles para garantizar la supervivencia del régimen de libertades del 78).

Y, efectivamente, Ciudadanos abjuró de ese tan extraño veto ad hominem… pero sorprendentemente no para negociar, sino para regalar directamente su abstención. Del veto al medio cheque en blanco, sin solución de continuidad.

¿Por qué? A día de hoy, aún no lo sabemos. Básicamente, porque nadie lo ha explicado. Pero aun siendo preocupante esta falta de aclaración (¿qué ha sido de ese característico afán pedagógico de Ciudadanos, una de sus más queridas señas de identidad?), aún es más preocupante lo que ha venido luego: una incomprensible pérdida de la iniciativa política.

La razón es muy simple. ¿Qué es?, ¿qué ha sido siempre Ciudadanos?: ideas. “Regeneración”, “libertad”, “igualdad”, “unidad”… Éstas, y otras muchas, han sido sus banderas. Unas banderas que nunca, ni en los peores momentos de jauría y furia, dejó de enarbolar jamás.

Sin embargo, ¿qué oímos hoy cuando encendemos la televisión y la pantalla se inunda de naranja? Anuncios de botones de voto. Según parece, a día de hoy, el que se ha decidido pulsar en segunda ronda es el botón de la abstención. Una abstención que cuenta, incluso, con su particular adjetivo: abstención “técnica”, la llaman.

Todos son discursos de botones. Cuáles serán los botones propios. Cuáles deben ser los ajenos. Botones con apellidos. Botones que querrían ser otros botones -pero no les dejan- o botones definitivos. Cansinos y solitarios botones.

En realidad, ahí está el problema: nadie parece darse cuenta de que, probablemente, al votante de Ciudadanos todo esto de la “abstención”, “no”, “sí” o media pensión, así planteado, le suena frívolo y ajeno. Tengo para mí que el votante de Ciudadanos podría aceptar cualquier sentido del voto que mínimamente se le explicase, pero lo que nunca estará dispuesto a aceptar es que el voto se decida -cualquiera que sea éste- al margen del gran campo de batalla de las ideas. Sin luchar por ellas, sin tan siquiera recordarlas.

Pongamos un ejemplo: si Ciudadanos exigiese como precio de su apoyo, y lo explicase, la despolitización de la justicia, y el PP se negase, sus votantes probablemente entenderían el “no”. Si Ciudadanos exigiese como precio de su apoyo, y lo explicase, una administración con reales garantías de supervisión en todos sus niveles, y el PP se allanase, sus votantes probablemente entenderían el “sí”.

“Programa, programa y programa”, pontificaba el malogrado Anguita, y lo asumía brillantemente Ciudadanos tras el 20-D. Pero hoy, tras el 26-J, el lema parece ser otro: “No sumamos”. O sea, “la política, ahora, no toca; su turno llegará con la Legislatura ya inaugurada”.

Hace 10 años, unos locos maravillosos iniciaron en Barcelona una aventura extraordinaria. Fueron unos años muy duros, porque eran pocos y estaban solos. Pero de tres diputados pasaron a nueve, y de nueve a veinticinco. Las claves de su éxito seguro que fueron muchas, pero tal vez una destacó por encima de todas las demás: nunca pararon a contarse.

¿Tres diputados? No importaba, porque esos tres diputados tenían el respaldo de un gran ejército de ideas, que reivindicaban sin descanso: regeneración, igualdad, unidad, libertad… Esa gran época en que a Ciudadanos se le entendía todo.

Y hoy ya sabemos cuál fue el final de esa historia: con ese ejército, la Patrulla perdida del Parlamento Catalán se convirtió en el partido constitucionalista más votado; en el partido-líder de otra Cataluña posible, que renacía.

Ciutadans no sólo tenía claro el camino a seguir, sino que nunca lo dejó de proclamar a los cuatro vientos. Frente a todo y frente a todos. Por tierra, mar y aire. Sin importar su número.

Se avecinan unas terceras elecciones. Probablemente, el tiempo terminará confirmándonos que el egoísmo y la frivolidad de Rajoy ya lo tenían decidido desde el primer día. La cuestión es cómo quiere Ciudadanos llegar a ellas: ¿limitándose a repetir el Manual de uso de la consola del Congreso, o haciendo verdadera política, es decir, luchando por las ideas que lo hicieron grande, explicándolas hasta la extenuación e intentando, por vano que sea el esfuerzo, convencer a los demás de que la supervivencia de nuestra libertad pasa por la regeneración de nuestro sistema?

Tengo para mí que, de cara a las próximas elecciones, lo que marcará a fuego el recuerdo de los votantes no será el eco de las palabras “sí”, “no” o “abstención”, que al final pronuncie Ciudadanos, sino el del silencio atronador que estas últimas semanas ha guardado respecto a las ideas por las que se les votó.

En todo caso, el telón aún no ha caído. La música sigue sonando. Ciudadanos cuenta con el mejor de los líderes imaginables y éste, con el mejor de los equipos. Aún hay tiempo de coger la guitarra, saltar al escenario y volver a cantar el himno que atronó en el salón del Hotel Sants de Barcelona, aquel inolvidable 27 de septiembre de 2015: “Somos ciudadanos”, “Libertad, Libertad”, “Mejor unidos”.

Esa gente que estaba allí congregada, recordando y sintiendo que algo nuevo estaba empezando, todavía no se ha ido a sus casas. Sigue esperando, dispuesta, ahora como entonces, a cantar con su partido unas letras que aún no ha olvidado.