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Mari Mar Blanco y Vicente Climent. Alicante, junio 1998.
Mari Mar Blanco y Vicente Climent. Alicante, junio 1998.

ETA, yo no te olvido

| Vicente Climent Edición Valencia

Con el paso del tiempo los recuerdos amargos se tornan dulces. Del colegio te quedan las risas de los compañeros, de la mili las correrías con los camaradas, de la primera novia un casto beso. Arrinconados en un extremo del desván de la memoria, cubiertos de polvo, yacen los suspensos, las guardias, y el bofetón.

ETA quiere hacer eso: cantar su épica, glosar su mística, forjar su leyenda. Ensalzar ideales románticos patrios adornados ahora con gotas de feminismo. Empatar el partido. Y hacer creer que lo que los demás vimos en realidad no lo vivimos. Que aquella salvaje puesta de muertos sobre la mesa cada tres días era un gaje del oficio. Para ella las víctimas son números, daños colaterales. Fía su relato a las trampas que nos empieza a jugar la memoria, que se vuelve selectiva, que elimina lo que nos hace daño, que no existe cuando no hemos vivido ese horror.

ETA deja en la Comunidad Valenciana 10 muertos, incluida una niña de seis años (¿cuántos tendría ahora?), en 29 atentados o explosiones accidentales. El más recordado es seguramente el asesinato de Manuel Broseta. El más sangriento, la explosión de un coche-bomba en Mutxamel en septiembre de 1991. Tres muertos. Los policiales locales José Luis Jiménez Vargas y Víctor Puertas Viera y el conductor de grúa y guardia civil retirado Francisco Cebrián Cabezas. La primicia la dio mi compañero José María Roselló, que la casualidad quiso que se encontrara entonces en las inmediaciones, y que no corrió la misma suerte de milagro. Yo estuve allí al poco de producida la explosión del coche-bomba. Recuerdo el caos, los nervios, la solidaridad. Una vecina me dejó llamar desde el teléfono con cable de su casa. Así envié mis crónicas a la emisora de Alicante y a la central en Madrid. En esa época ni la radio ni yo teníamos teléfonos móviles.

Para entender lo que supone un atentado hay que vivirlo, por mucho que te lo cuenten no parece lo que es. Pero más vale eso. Las víctimas llevan tiempo intentando vacunar contra el olvido a las nuevas generaciones, ésas que no saben nada de ETA. Hace unos pocos meses me invitaron a participar con ellas en una charla a escolares. Gotzone Mora y Consuelo Ordóñez contaron sus dramas personales con entereza y pasión, y yo hice lo que pude. Pero a los chicos debió sonarles al Canal Historia o algo así, porque claro, ETA ya no mataba. Ni salía en la tele. Y aunque saliera, seguramente ellos no lo verían porque por Netflix y Youtube (si no los buscas) no asoman. Y si asomaran encapuchados lo mismo pensaban que era carnaval.

Macabro carnaval. Sólo hay que ver las fotos de los heridos en los atentados de la casa-cuartel, de los grandes almacenes, o del autobús destrozado en una plaza de la capital. En Valencia cuando se oye un estruendo es un petardo. Entrevisté a Mari Mar Blanco en un estudio móvil instalado en la plaza de Los Luceros de Alicante un día de Hogueras. Sólo me pidió que acabáramos a tiempo para alejarse y no oír la mascletà. En una breve estancia en San Sebastián una vez sentí una explosión dos o tres barrios más allá de donde yo estaba y desde luego no se me ocurrió pensar que fuera otra cosa que un atentado. El periódico del día siguiente aclaró que no hubo víctimas.

El 20 de octubre de 2011 ETA anunció el abandono del uso de las armas. Yo estaba en Ràdio Nou. Di la noticia en un avance de urgencia a las 19:06, y luego presenté un programa monográfico de dos horas.

Parecía un día histórico. Lo fue. También lo ha sido este 4 de mayo, el de 2018, el día en el que ETA ha anunciado que quiere desaparecer, o como mucho convertirse en una línea del libro de Historia, a poder ser dictada por ella. Pero ETA, ni yo ni quienes nos manifestamos rogándote por la vida de Miguel Ángel Blanco -en quien todos personalizamos a mil muertos y a miles de víctimas- vamos a poder olvidar tu silencio de aquel día en respuesta a tantas voces rotas, que sólo sólo un par de balas y la sirena de una ambulancia acabaron por violar. Para nuestro desconsuelo.

No sé qué pasará mañana, cuando la vida, que parafraseando a Jaime Gil de Biedma “va en serio”, nos presente la cuenta y nos obligue a dejar nuestro sitio a los que vienen detrás. Pero hasta que llegue ese momento, y por mucho que con el paso del tiempo los recuerdos amargos tiendan a tornarse dulces y que quieras hacernos creer que lo que los demás vimos en realidad no lo vivimos, que sepas, ETA, que yo no te olvido.

 

Nota: en la Comunidad Valenciana hay 45 presos de ETA: 7 en Albocàser, 9 en Castellón, 14 en Picassent, 12 en Villena, 3 en Foncalent.