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La naranja valenciana y el plan de estabilización de 1959

Aunque la irrupción de la naranja en el comercio internacional fue tardía y modesta, experimentó una enorme y vertiginosa expansión en el siglo XX

| Carlos Mora * Edición Valencia

El Plan de Estabilización de 1959 supuso la ruptura de la doctrina económica franquista marcada por un fuerte intervencionismo. La apertura y la introducción de la economía de mercado posibilitó un crecimiento sin precedentes, el «milagro económico español» (1959-1973). No obstante, la aprobación de tales medidas no fue una decisión fácil. Se atentaba contra una política económica dotada de un fuerte carácter ideológico: dictada por el gobierno, se pretendía afrontar el aislamiento exterior con una economía tan autosuficiente como fuera posible. En este cambio de signo destacó la labor de ciertas personalidades, pero también el producto más famoso de la huerta valenciana, la taronja.

Aunque la irrupción de la naranja en el comercio internacional fue tardía y modesta, experimentó una enorme y vertiginosa expansión en el siglo XX. Si hasta entonces suponía menos del 20% del valor total de las exportaciones agrarias valencianas, muy por detrás de las vitícolas, en 1930 ocupaban el primer puesto. En aquella campaña se exportó una cifra récord: un millón de toneladas. Por lo tanto, se trataba de la principal fuente de riqueza del campo valenciano, cuya recogida generaba una fuerte demanda de trabajo.

Durante la guerra civil la producción se redujo notablemente. La naranja constituía una importante fuente de financiación explotada por el gobierno republicano, por lo que pronto todas las infraestructuras relacionadas pasaron a convertirse en objetivos estratégicos de la aviación franquista. Pasada la guerra y con el país destrozado, comenzaron los largos y duros años de la autarquía y el racionamiento.

Entre 1939 y 1952 el eje central de la economía era el Estado, quien orientaba la producción agraria nacional, regulaba los precios e impedía su comercialización exterior. Todo ello favoreció el descenso de los rendimientos, la contracción de las inversiones, la corrupción y el mercado negro. La economía valenciana, por sus particulares características, fue una de las más castigadas, pues carecía de toda actividad catalogada como de "interés nacional".

Si bien controlada por el régimen, la comercialización exterior de la naranja era una actividad demasiado lucrativa como para no aprovecharla. Para la arruinada economía española, tales exportaciones constituyeron una fuente crucial de divisas, con las cuales adquirir posteriormente materias primas vitales. Con todo, hubo restricciones a la extensión de los cultivos para favorecer los cereales. Se partía de una situación muy desfavorable: el volumen de exportación para los años 1942-43 había caído hasta equipararse a los registrados en 1893.

Los nefastos efectos de la política autárquica fueron cada vez más graves. Habían pasado muchos años tras el fin de la contienda, pero parecía que había sido hacía poco. El país arrastraba una dura posguerra. El coste de la vida era alto, se sufría escasez y la mayor parte de la población padecía una pobreza endémica. La deuda pública estaba fuera de control y el déficit comercial era igualmente muy elevado. Para colmo, la gran helada de 1956 mermó considerablemente la producción de naranja, un producto cada vez más importante para sostener a la tambaleante economía nacional.

La situación llegó al límite tras la campaña de 1958: no había divisas suficientes para pagar la deuda exterior a corto plazo. En junio de 1959 el ministro de Hacienda, Mariano Navarro Rubio, comunicó a Franco que aquel mismo invierno no habría dinero para pagar las importaciones de petróleo. Al caudillo no le quedaba más que confiarlo todo, una vez más, a las naranjas. Pero una pregunta del ministro, una posibilidad aterradora, eliminó las últimas reticencias para la ejecución del Plan: «¿Y si se hiela, excelencia?».

La adopción del Plan también supuso un gran beneficio para la economía valenciana. El crecimiento del PIB autóctono se situó un punto por encima de la media española, de por sí una de las más altas del mundo occidental. Las exportaciones llegaron a constituir en la década de 1970 el 17% del valor total. Fueron los años del tránsito de una sociedad agraria a una industrial y urbana, del auge del turismo y del inicio de la convergencia con Europa.

 * Doctor en Historia-UV. Dottore di ricerca-UniCa