| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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23ª de San Isidro: Escándalo, dignidad y pasión en la Plaza de Las Ventas

Ginés Marín, que había cortado una oreja en su primero, quiso sumar otra del último para así salir por la Puerta Grande. El Palco le negó el trofeo dignificando de este modo Las Ventas

| Miguel Angel Moncholi Ocio

Afloraron los pañuelos en el sexto, en buen número, pero no mayoría, - la mayoría sería, como bien me dijo un presidente, un pañuelo por cada dos espectadores en los tendidos-, llegaron parsimoniosas las mulillas haciendo de la curva la distancia más corta. Engancharon hasta tres veces la soga, la minoría mayoritaria incrementaba su posición con gritos contra el Presidente y éste, Luis Magán, aplicó el criterio que mejor consideró para la concesión, -o mejor, la no concesión-, del trofeo.

Tarde de realidades, buen hacer, dudas y buen toreo

Hasta aquí los hechos, pero vayamos por partes.

Sebastián Castella abrevió con buen criterio sus dos faenas. Parado el primero de Buenavista y a peor el cuarto, un titular de Garcigrande, con los que el francés no tuvo opciones para lucir el toreo que a él le gusta. Optó así por aligerar de carga la tarde. ¡Muchas gracias, Monsieur!

Álvaro Lorenzo no tuvo su tarde. No sé qué le pasó al toledano, pero estuvo desdibujado, lejos de lo que es él mismo. Fuera de cacho, sin ligar los muletazos, desabrido en el segundo y vulgar en el quinto. Álvaro es mucho más, mucho mejor torero que lo que se pudo ver en la 23ª de San Isidro.

La buena feria que están echando los subalternos

A destacar la actuación de Rafael González en una feria en la que está habiendo buenos peones de brega y buenos rehileteros. Es el caso, por cierto, de Raúl Ruiz, -Erre, erre. El Rolls Royce del toreo-, quien ha hecho un papel sensacional en este feria y se encuentra suelto tras la desgracia de Fortes. Es un lujo para el toreo tener a Raúl Ruiz sin ocupar sitio en una cuadrilla. Un lujo que debería tener solución de inmediato.

 

El Rey Emérito Juan Carlos recibe el cariño de aficionados y toreros.

 

Para bien de la tarde, hubo también un Ginés Marín que recibió por verónicas y larga al tercero de Domingo Hernández. Un toro protestado de salida y ovacionado en el arrastre. ¿Hay quien dé más?

Quitó por verónicas con el buen concepto que caracteriza a Ginés. Brindó al Rey Emérito, como sus compañeros, e inició una faena de gran torería en los muletazos de tanteo para a continuación, dar distancia, citar con la diestra y con la izquierda en series que concluían con largos pases de pecho que llegaban al tendido, que disfrutaban los presentes y saboreaban los aficionados. Sobraron dos series de final que alargaron innecesariamente la faena y en consecuencia bajaron el ritmo.

Cobrada la entera tras los adornos y remates previos, se pidió la oreja que paseó Ginés, dejando claras sus intenciones de triunfo.

 Ginés Marín con una oreja en el esportón, salió en el sexto a por todas

Y así, salió a por todas en el sexto, otro toro de oreja, con las ganas de quien aspiraba a salir en volandas por la Puerta de los Triunfos. Fue ésta una faena con un inicio de empaque en las dos tandas al natural y otra más por el pitón derecho. Luego bajaría al no ligar con la diestra. Tres, dos muletazos y vuelta a empezar para terminar. De nuevo, dos, tres y vuelta a buscar la colocación. Y esa fue la clave, ese fue el secreto de que la faena bajara en intensidad. La no ligazón.

El secreto de que la faena bajara en intensidad, fue la no ligazón.

Intensidad que subió, con buen sentido, en las bernadinas interpretadas por el gaditano. E intensidad que volvió a bajar con un pinchazo, una entera y el desarme, algo que cada vez consideran menos los nuevos públicos. Una cosa es verse desarmado por un derrote o un pisar el toro la muleta y otra muy distinta por el abandono o mal manejo del diestro.

Y así, volveríamos al inicio de esta crónica para recordar los hechos. Hechos que tienen más reflexiones. La primera, que ya se había cortado una oreja en el primero, con menos petición que en éste, pero sin la trascendencia de abrir la Puerta Grande. La segunda, que el nuevo trofeo sería determinante en una salida a hombros. Y la tercera que la faena fue a menos.

La mayoría es de cada dos espectadores, uno agitando el pañuelo

Dirán unos que fue pedida por el público. Dirán otros que no por mayoría. Unos dirán que no es para tanto una oreja. Otros dirán que si abre la Pueta Grande es entonces trascendental.

 

 

El presidente Luis Magán no la concedió. Como tampoco propuso para sanción al grupo de mulilleros por errar en el enganche hasta en tres ocasiones y retrasar así la acción, -no quiero pensar que fuera intencionada-, poniendo en peligro a la plaza de una clara alteración de orden público.

El enfado de Ginés Marín es humano, pero es un gran torero que no depende de una Puerta Grande

Entiendo a Ginés en su enfado, -es humano-, pero debería pensar que le están valiendo más las dos vueltas al ruedo que la suma de una oreja, que le hubiera abierto la Puerta Grande sí, pero bajo sospecha. Él es mejor torero que eso.

Historia de una 23ª de San Isidro, que retoma la buena racha de un serial en el que la pasión se está haciendo presente cada tarde, -con la sola mácula de la tarde de los toros de Las Ramblas, que bien podrían descansar un par de años sin verse en los carteles de la gran feria de la primera laza del mundo-, dignificada por la actuación del palco, cuya autoridad se la jugó sin esperar nada a cambio. Por lo cual, servidor sí le da las gracias.

 

23ª de San Isidro: Toros de Garcigrande, Domingo Hernández (3º) y de Buenavista (1º) desiguales de juego, destacando por sus opciones segundo, tercero y sexto. Sebastián Castella: Silencio y Silencio. Álvaro Lorenzo: Silencio y Silencio. Ginés Marín: Oreja y Dos Vueltas.

 

Lo mejor:

La pasión, no siempre contenida, que sigue despertando la Fiesta de los Toros.

Lo peor:

La muestra de incivismo de quienes por mala educación o desconocimiento lanzaron almohadillas al ruedo. Además de que está prohibido, con multa, esta acción puede causar lesiones irreparables en aquellos espectadores que sufran el golpe.

 

El cartel de la 24ª de San Isidro