| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Montoro: mentiras arriesgadas

El problema es que, gane quién gane el 26-J, tendrá que enfrentarse al hecho incuestionable de que España no es soberana para decidir su política económica.

| Eduardo Arroyo Opinión

La UE duda sobre si multar o no a España por incumplir el déficit de 2015. Parece que el gobierno del PP sobrepasó en 8.000 millones el límite acordado con Bruselas en 2015 al cerrar el desvío entre los gastos y los ingresos de las administraciones en el 5% del PIB. Bruselas estudia ahora su decisión que ha aplazado hasta después de las elecciones del 26J.

A este respecto, el gobierno español se ha pronunciado a través del ministro de Hacienda en funciones, Cristóbal Montoro que, según informa el diario ABC (20.5.2016), ha declarado a la salida de un acto del Consejo General del Colegio de Economistas, estar “convencido” de que no vamos a ser multados y que “no tiene ningún sentido que seamos objeto de sanción”.

Esto, desde luego, es la opinión de Montoro y puede ser discutible. Lo que también es opinión de Montoro y ya no es tan discutible es que el “criterio muy firme por la estabilidad presupuestaria” que ha seguido el gobierno del PP, “no es un objetivo en sí mismo sino un instrumento de la política económica” para reducir la deuda y confirmar la recuperación económica. A este evidente falsedad ha añadido Montoro otra: que gracias a la política del corrección del déficit España crece al doble que la media europea y el triple que algunas potencias de la UE.

¿Por qué esto es una falsedad? En realidad es la segunda mentira la que constituye la base de la primera. Es decir, no es la corrección del déficit lo que genera el crecimiento; más bien, la política de Euribor mínimo y de compra de deuda soberana por el BCE es lo que ha salvado a España del rescate. Gracias a que España, con el respaldo del BCE, vuelve a ser creíble en los mercados, puede financiarse a intereses que no son absolutamente insoportables como los de la era Zapatero. Esto no tiene que ver nada con la corrección del déficit salvo en el hecho de que el propio BCE, imbuido de la falsa doctrina de que el crecimiento se debe a las políticas de “ajuste”, condiciona su ayuda a que un país aplique a rajatabla tan absurdas medidas. Por lo demás, retírese la credibilidad que aporta la política del BCE y volveremos a la senda de los bonos del Estado a 400 puntos básicos en menos de un santiamén. De hecho, España –y no solo España- estaba ya aplicando sus políticas de ajuste sin que se viera un solo síntoma de recuperación –antes bien lo contrario-; siendo la decisión política del BCE lo que alivió la crisis galopante y con ella ese crecimiento que ahora Montoro reivindica para sí.

¿Qué puede deducirse de esta situación? Pues que las instituciones de Bruselas, BCE incluido, creen a pié juntillas en que la corrección del déficit es la condición sine qua non para prestar su ayuda. El hecho de que el BCE tenga como objetivo esencial, según dicen sus estatutos, “la estabilidad de los precios”, y no financiar el crecimiento, demuestra que no es un mero “instrumento de política económica”. La prueba es que este “instrumento” se sigue aplicando –y se ha aplicado- incluso cuando es evidente que no funciona, tal y como ha demostrado el caso español y también, por ejemplo, Grecia.

¿Por qué decimos que es arriesgada toda esta ristra de embustes? Pues porque como después el 26J, Europa decida multar a España, una de dos: o España asume la multa incurriendo necesariamente en más déficit o bien asume la multa y la repercute sobre el pueblo imponiendo más “ajustes” para “corregir el déficit” al alza. Entonces, además de un retorno a lo peor de la crisis, se verá que los gobiernos, instigados por Bruselas, están dispuestos a hacer pasar a su pueblo las de Caín, con tal de aplicar el presunto “instrumento de política económica”.

A quién toque bregar con el susodicho problema, lo dirán los españoles el 26J. El problema es que, gane quién gane, tendrá que enfrentarse al hecho incuestionable de que España no es soberana para decidir su política económica. A mi nadie me pidió el voto para preguntarme que qué me parecía esto, ¿y a usted?