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Guy Fawkes: la V de Vendetta de un soldado católico de España

Fue el único hombre que entró en el Parlamento con intenciones honestas, suele decirse de él con ironía en el Reino Unido. Pero quienes usan sus caretas no conocen toda su historia real.

| Manuel Ortega Ocio

La exministra de Cultura, Ángeles González Sinde, pudo comprobarlo in situ en la gala de los Premios Goya de hace unos años, cuando algunos seguidores españoles de la organización Anonymous la pusieron de vuelta y media portando caretas como la que utilizaba el inquietante V en su lucha contra la imaginaria dictadura británica en el citado filme.

Fue esa película, inspirada en la novela gráfica del mismo nombre, la que volvió a resucitar a Guy Fawkes, uno de los grandes apestados del imaginario oficial de Gran Bretaña, comparable en ese sentido, por ejemplo, a la figura de Maximiliano de Austria en México.

Pero el perfil del verdadero Fawkes da mucho qué pensar sobre aquellos que hoy día cubren sus rostros con una careta presuntamente basada en sus rasgos y reivindican su figura. Porque, a priori, ¿qué tienen en común con un católico que estuvo dispuesto a hacer saltar por los aires el Parlamento británico como parte de la llamada "conspiración de la pólvora"?

Aquello sucedió en el otoño de 1605. Isabel I, la Reina Virgen, había fallecido en 1603 dejando tras de sí años de persecución furibunda a los católicos. Con la subida de Jacobo I al trono, hijo de la escocesa María Estuardo -católica y ajusticiada por la difunta reina- y casado con otra católica, Ana de Dinamarca, los "papistas", como eran llamados despectivamente, esperaban que la represión se suavizase. Vanas esperanzas, pues no sólo no se aligeraron las leyes anticatólicas, sino que se endurecieron aún más.

Grosso modo, la "conspiración de la pólvora" comenzó a fraguarse en la primavera de 1604. El complot debía tener su punto culminante en octubre de 1605, en la apertura solemne del Parlamento, que contaría con la presencia del monarca.

Entonces, tras introducir diversos barriles de pólvora en el edificio, Fawkes -que operaba bajo el pseudónimo de John Johson- debía encender la mecha que haría volar la Cámara. El plan tuvo que ser alterado por una epidemia de peste, que obligó a prorrogar el acto hasta el mes de noviembre de ese año.

Lo que vino después es de sobra conocido por aquellos que se hayan acercado un poco al tema. Fawkes y el resto de conspiradores fueron detenidos y sometidos a tortura, obteniendo las confesiones y los nombres de los implicados.

Imputados por un delito de traición, fueron ejecutados en Westminster, a la sombra del Parlamento, con una muerte terrible: castrados y emasculados, destripados, arracado el corazón y después decapitados y despedazados. Las cabezas fueron clavadas en picas para escarnio público.

Hasta ahí lo sucedido y lo explicado por la versión oficial. Y es que en los últimos tiempos los historiadores debaten sobre lo sucedido. Ni siquiera los más críticos con los católicos pueden dejar de señalar aspectos oscuros, y hoy día prácticamente se asume que la conspiración seguramente fue alentada por provocadores interesados en llevar a cabo una maniobra maquiavélica contra los católicos y, sobre todo, contra algunos políticos de la época partidarios de una cierta apertura.
 
Sobre los jesuitas recayó la acusación de inspiración intelectual del complot. Mentar a la orden de San Ignacio de Loyola en la Inglaterra de aquel momento era como pronunciar el nombre del mismísimo demonio.

Lo que sí es seguro es que el contubernio sirvió para endurecer la legislación contra los católicos, a los que se convirtió en verdaderos parias hasta entrado el siglo XIX, prohibiéndoles el acceso a la oficialidad en los Ejércitos o la prohibición del derecho al voto, que no fue derogada hasta 1829. Eso en el terreno de las leyes, porque socialmente la exclusión fue total y absoluta.

Hasta principios del siglo XX ser católico, en determinados estamentos sociales e intelectuales, era motivo de reprobación, exclusión y vacío. De hecho, se instituyó, para conmemorar el desbaratamiento de la conspiración, la "Noche de Guy Fawkes" cada 5 de noviembre, en que muñecos llamados Guy, que simbolizaban a Fawkes, eran quemados en hogueras.

Con el paso del tiempo, y en gran parte gracias a la actitud de la Reina Victoria en el siglo XIX, la celebración fue quedando como algo puramente festivo, descafeinando su contenido anticatólico y sirviendo como escarmiento para las figuras denostadas por la opinión pública del momento.

Un capitán al servicio de los Austrias

Guy Fawkes no fue solamente un conspirador católico decidido a ajustar cuentas conJacobo I y el Parlamento británico. En 1593 había dejado atrás su Inglaterra natal para alistarse como voluntario en las filas de los Tercios que combatían en Flandes a los insurrectos holandeses.

Guido, como se le llamaba por la costumbre de españolizar los nombres de los voluntarios extranjeros, habría formado parte un año después del Tercio de William Stanley, un noble católico británico que consiguió un destino militar en los Países Bajos gracias a la protección del duque de Leicester, jefe de los protestantes ingleses que combatían en apoyo de los rebeldes de Holanda.
 
Nombrado gobernador de Deventer, Stanley entregó la plaza al general de las fuerzas españolas, el italiano Alejandro Farnesio, iniciando en 1586 un largo periodo de servicio a los Austrias, ya que en 1624 aún formaba parte del Estado Mayor de Ambrosio Spinola, conocidísimo por haber sido retratado por Diego Velázquez en La rendición de Breda, según datos sobre su trayectoria publicados en la revista especializada Researching & Dragona.

En 1600 Fawkes alcanzó el grado de capitán en otra unidad de voluntarios, el Regimiento de Robert Bostock, siendo herido en la batalla de las Dunas. Hasta 1603 siguió al frente de una compañía. Pero ese año fue enviado en misión especial a Madrid por el archique Alberto, cuñado de Felipe III.

De allí pasaría a Londres y se implicaría en la "conspiración de la pólvora", en la que, por cierto, también tomó parte otro soldado del mismo regimiento que Fawkes, Robert Catesby.