| 29 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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70 cobardes en Cataluña

El soberanismo intentó negociar para mantener las prebendas personales de sus cabecillas, echando luego a la calle a niños y ancianos como escudos humanos. Con Podemos de cómplice.

 

 

Fueron cobardes hasta el final, hasta el último momento. Decidieron ejecutar su traición, disfrazada de democracia, de forma secreta, dificultando así la posterior acción de la justicia.

Pretendían con 70 votos que no llegan ni para modificar el estatuto, inventarse un país. Las ratas son siempre las primeras en huir de un naufragio, y en la deriva hacia lo más hondo del parlamento catalán, los 70 síes querían salvar su trasero ante todo y sobre todo.

No hay que olvidar que durante el día anterior el Presidente Puigdemont había llamado lloriqueando a Rajoy para suplicar una salida. 

¿Y qué pidió?

En los aquelarres siempre hay a un puñado de rufianes para ayudar, y allí estaban los 11 de Podemos

Podía haber pedido inmunidad para los funcionarios de las escalas más bajas amparándose en el famoso “se limitaron a cumplir órdenes” como hizo el Teniente Coronel Tejero en el anterior golpe de estado de 1981.

Inmunidad... para él

No hubiese servido de nada, porque cualquier servidor público sabe que tiene que desobedecer las órdenes dadas por sus superiores que contravengan el ordenamiento jurídico vigente, y la obediencia debida sólo rige en el ámbito militar, pero al menos habría sido un gesto valiente.

Pero no, pidió inmunidad para el jefe de la policía autonómica, los miembros de su gobierno y para él mismo; y la libertad para los dos jordis encarcelados a cambio de convocar elecciones.

La independencia podía esperar si ellos volvían a su día a día, sus cuentas en Andorra y Suiza, sus yates, sus saraos con canciones de Lluís Llach y Moet Chandon… sus cosas de parias oprimidos vamos.

Por una vez el Presidente Rajoy se mantuvo firme y dijo no, seguramente no por convicción, porque el gallego, que es más un peso muerto que un político, no destaca tampoco por su valentía, y no es lo que se dice un estadista.

El fanatismo

Dijo no porque sabía que él no podía darle la libertad de nadie que esté encarcelado por  orden de un juez, es la grandeza de las democracias liberales que se empeñan en destruir los populismos, la separación de poderes.

Pero esta culminación de la espiral de fanatismo y adoctrinamiento que los diferentes gobiernos centrales han permitido en Cataluña durante décadas para conservar su poder en Madrid, y para que no los llamaran fachas, había empezado ya de forma cobarde.

Lanzaron a la calle a cientos de miles de personas, previamente amaestradas, para que hicieran de escudos humanos frente a una policía que intentaba salvar los restos de la democracia siguiendo los mandatos judiciales. Lo hicieron sin importarles que se utilizaran ancianos y niños, no se puede ser más miserable.

 

Usar de escudos humanos a niños y ancianos mientras negocias para ti es lo más miserable

 

Llegado el momento de ejecutar el último acto de cobardía con forma de votación anónima surgió un problema: Si sólo votaban los independentistas, y todos votaban que sí, la votación dejaba de ser secreta, y las imputaciones serían más fáciles de llevar a término.

Los rufianes

Pero en este tipo de aquelarres siempre se encuentra a un puñado de rufianes que te puedan echar una mano, y allí estaban los 11 de Podemos que desatendiendo la advertencia de los letrados de la cámara de que aquello era un acto ilegal, se quedaron a hacerle el juego a nacionalistas, republicanos de Esquerra y anticapitalistas con papeletas en blanco, noes y síes que impidieran identificar quién hizo qué, con esa equidistancia cobarde de quien quiere rascar votos de todos los lados y sólo le importa llegar al poder, aunque para ello tengan que vender  a su familia. 

Estos idiotas no saben que cuando los poderosos se proclaman por encima de las leyes, cuando los policías dejan de obedecer a jueces y pasan a servir a políticos, entonces la democracia muere. Aquí, en Corea, en la Cuba de Fidel o en la dictadura de Franco.

Podemos, cómplice

No es de extrañar la connivencia, al fin y al cabo los podemitas habían estado ocupando las plazas en los días previos con todos los que pretendían imponer la independencia por la fuerza.

En una democracia, un tío con un megáfono arengando a una calle llena de gente no es un revolucionario, es un proyecto de dictador.

En democracia no son más los que más se oyen, son más los que son mayoría, y la única casa del pueblo que existe es el parlamento, sólo allí los representantes legítimos del sentir popular pueden hablar en nombre de la gente.

La hora de los valientes

En un país con más de 40 millones de habitantes por muchas personas que metas en una plaza nunca serán pueblo, son sólo un grupo organizado dentro de un pueblo, organizado y bien subvencionado casi siempre, ANC y Òmnium Cultural son testigos.

Y ahora debería llegar la hora de los valientes, de los jueces que se atreven, de los políticos estadistas, aunque estando Rajoy a los mandos, mucho me temo que éste es un problema que le vamos a pasar a nuestros hijos.