| 25 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Irene Montero, en la tribuna del Congreso
Irene Montero, en la tribuna del Congreso

La novela de malos malísimos de Irene Montero

Montero se estrenaba en un debate de jerarquía, con un guión de dureza forzada para preparar el terreno a Iglesias. Era dificil y su 'petardazo' fue muy ruidoso. Hasta en Podemos lo saben.

| Antonio Martín Beaumont Opinión

 

Avanzaban sus huestes que Irene Montero dejaría allanado el terreno a Pablo Iglesias para que el candidato abriera la puerta a un perfil presidencial y, por el mismo precio, se erigiera en el líder de la Oposición (empeño este último harto complejo, según confesiones moradas, ante un rehabilitado Pedro Sánchez reconvertido casi en “mito”) … Pero todo eso se acabó en cuanto este martes subió a la tribuna de oradores la portavoz parlamentaria de Podemos y asomó la cabeza del pequeño ratón que escondía entre el montón de papeles que leyó.

Montero tenía el objetivo de demoler a Rajoy, pero su intervención quedó en un ruidoso petardazo

Su discurso fue brutal contra el PP. Mariano Rajoy careció de respiro en el aperitivo de Montero. Al Gobierno lo identificó con el franquismo, el elitismo y hasta con el machismo. Y, por supuesto, con la corrupción. Esa con "sede en Génova 13". En su afán por estigmatizar a los populares, la portavoz morada apalancó el peso de su exposición en una crítica a voz en grito contra las presuntas vinculaciones de buena parte de los ministros con “la trama”.

Sin reproches al independentismo

Llegó a acusar al presidente de dinamitar el marco constitucional en Cataluña, obviando la deslealtad de los independentistas con el Estado. El ataque en cuestión llevó a más de un miembro del Gobierno a levantar la mirada de sus IPad o móviles.

Incluso Iñigo Méndez de Vigo dejó de leer el ensayo “Cervantes y el trasfondo jurídico del Quijote”. Desde luego, Irene Montero mantuvo una actitud desafiante con el Gobierno al que leyó una novela de malos. Naturalmente, de los malísimos del PP.

 

 

Eso sí, conforme fueron pasando los minutos de lectura, desapareció poco a poco de la tribuna, perdiendo gas y brillo. Las dos horas largas de intervención, más preocupada por acaparar las cámaras que por otra cosa, se convirtieron para la osada Montero en una pesada losa con la que cargar.

La fiesta populista

Algunos diputados tiraron de ironía desde sus escaños para pedirle que siguiese un poco más. Su objetivo, que era demoler a Rajoy, se quedó en un ruidoso petardazo. Lógicamente, tanto en público como en privado, los miembros del partido morado intentaron justificarla. Cerraron filas en torno a su portavoz, dando carta de naturaleza a sus acusaciones: “Habrá que ver cuántos de los hoy sentados en la bancada azul acaban imputados”.

En fin, Montero tuvo al menos el éxito de desencadenar los primeros mandobles de Rajoy en el debate. Todo sea porque no decaiga la juerga populista.