| 28 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Quién gana y quién pierde en este 9 d´Octubre: la 'foto fija' que no se ve

La procesión cívica nos da muchas pistas del apoyo o erosión de quien gobierna y constituye la carta de presentación de nuevos partidos

| Héctor González Edición Valencia

Se me hace extraño no ver Valencia llena de senyeras por la calle acompañando el recorrido cívico. Después de tantos años siguiendo la procesión,  ya sea por cobertura profesional o por curiosidad personal, la ausencia de actos te ayuda a valorar más  los que había. O el sentido de los que se realizaban.

La procesión cívica constituye una manera de tomar el pulso del sentimiento valenciano, de la actualidad política, del pálpito del voto, de la ilusión o de la frustración de una parte de la sociedad. Eso no lo percibes en quien lleva la Real Senyera. Por cierto, este año le ha correspondido, en un paseíllo dentro del ayuntamiento, a Ciudadanos, que ha escogido a Narciso Estellés para enalborarla ¿Será  una suerte de castigo divino que no pueda lucirse por las calles precisamente el año en que la iba a sostener un partido que no cree en la recuperación del Derecho Civil Valenciano, que incluye señas de identidad  como la Real Senyera? Ahí dejo la pregunta retórica.

Y volviendo a la procesión cívica, insisto en que la comitiva inicial no suele aportar mucho más allá de comprobar qué alta autoridad nacional ha acudido cada año. O qué grado de fraternidad exhiben políticos de diferentes formaciones a quienes les toca compartir un rato de paseo urbano.

El jugo de la procesión

La miga, el jugo, llega en el tramo final del séquito, en la parte que ocupan partidos y asociaciones que quieren dejar una suerte de tarjeta de visita a la sociedad, que buscan mostrar públicamente que están ahí y que (en el caso de los primeros) habrá una papeleta con sus siglas en los próximos comicios. Recuerdo el despliegue naranja que hizo Ciudadanos en 2014 y 2015, cuando se iba a presentar y ya lo había hecho por primera vez, respectivamente, en esos años.

O la exposición verde de Contigo Somos Democracia en 2018. En aquel 9 d´Octubre Som Valencians también trató de realizar una exhibición de fuerza, con sus aliados de Unio i Germania. Renovació Política intenta no faltar a ninguna cita. En 2019, ya con el bajón postelectoral de quienes no han logrado sus objetivos, quien sacó pulmón fue Auna, con una enorme pancarta.

Este año le hubiera correspondido buscar su hueco a Valencia Unida, el partido que está perfilando Vicente González-Lizondo; o a Derecha Regional Valenciana, la formación de última creación que preside el veterano Joaquín Corredor, y que sale igualmente, pandemia mediante, a hacer un pequeño homenaje. O incluso a la plataforma Mi Tierra CV, a la que Pepe Herrero, muy conocido en el mundo de las fallas, está intentado convertir en un laboratorio de partido unificado del valencianismo, una misión que se antoja casi imposible en el minifundismo político autóctono.

También de estas procesiones cívicas me quedo con el segundo escalafón de los grandes partidos, sobre todo de los que muestran un sentimiento más apegado al terreno. El año pasado, por ejemplo, me llamó la atención la pancarta de Compromís, con la ex secretaria autonómica Clara Ferrando en primer plano liderando la reivindicación y con el controvertido concejal de origen napolitano Giuseppe Grezzi mostrando su total adaptación a Valencia (tanto que la está esculpiendo viariamente a su imagen y semejanza), con la Senyera en ristre.

Aplausos y abucheos

Son incontables los detalles que percibes en la procesión cívica. Los aplausos al Ejército, los abucheos, depende de en qué tramos y por parte de qué grupos a unos políticos o a otros, que te hace percibir el grado de desgaste que sufren. En especial resulta llamativa la ´batalla´ de aplausos e increpaciones, por ejemplo, ante el hotel Plaza. Delante de él se sitúan últimamente los partidarios de Compromís. Al otro lado del paso de autoridades, a su derecha, los defensores del valenciano más regionalista o ´blavero´. Cada grupo intenta imponerse en estruendo al otro.

En la calles de Valencia cada 9 d´Octubre te cruzas con amigos y conocidos. Echo de menos este año las observaciones compartidas con Anun desde el pequeño montículo que eleva la estatua de Vinatea, atalaya perfecta en el inicio de la procesión desde el ayuntamiento. O el intercambio de  llamadas con Juanjo para, cada uno desde un punto, comentar detalles al momento, como si de un directo radiofónico se tratara. O contemplar la ilusión inasequible al desaliento de ya clásicos de estos actos, como Juan Culla o Manolo Latorre, desde la vertiente cultural valenciana. Sin olvidar al presidente de la institución que refleja por antonomasia este día, Lo Rat Penat, con el sempiterno Enric Esteve al frente.

El trasfondo de la procesión cívica del 9 d´Octubre dice mucho, da pistas muy interesantes y refleja, para quien le gusta observar, la percepción social y el refrendo o erosión de quienes representan a la ciudadanía, tanto en el ámbito autonómico como, sobre todo, en el local. Este año no tenemos esa especie de "foto fija", término que tanto gusta a analistas políticos y encuestadores, de percepciones. Los sentimientos se quedan en latentes este 9 d´ Octubre, sin hacerse patentes como en otros años. Aunque ahí están.