| 20 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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¿Cataclismo inesperado?

El diálogo que ofrece Sánchez a los nacionalistas catalanes, toda vez que el gobierno del PP ha hecho el trabajo sucio, habrá que ver en qué condiciones se lleva a cabo

La caída hace unos pocos días del ejecutivo italiano, ha dejado al país sumido en una crisis cuyo final no se vislumbra y ha provocado un efecto arrastre de las bolsas europeas y americanas. Como si de un virus se tratara, le ha tocado el turno a España. Bajo la forma de una moción de censura, estamos quizá ante las últimas horas del Partido Popular en el gobierno. Lo que en Italia, dada su peculiar historia política, supone un problema: estar sin gobierno o con un gobierno condenado a no terminar la legislatura; en el caso español supone un verdadero terremoto.

 

Tras la Segunda Guerra Mundial, la media de vida de los ejecutivos italianos ha sido de un año y ni los mismos italianos esperaban que un gobierno agotara una legislatura. Por contra, en España nos hemos acostumbrado a gobiernos razonablemente mayoritarios, estables y duraderos. Pero las amenazas en uno y otro caso no eran las mismas. Italia es un país notablemente más homogéneo y con una sólida estructura estatal que permanece mientras se dan estas crisis; en España, la fuerte descentralización y los desafios nacionalistas hacen necesario un gobierno fuerte y estable que sirva de nexo a todo el territorio.

 

Mariano Rajoy puede no ser para muchos un ejemplo de personalidad magnética y atrayente, pero se le debe reconocer una resistencia y capacidad de aguante a las presiones, que le ha permitido capear importantes temporales políticos mientras sus adversarios se quemaban ellos solitos. Sin embargo, la acumulación de escándalos de corrupción y, sobre todo, la sentencia del caso Gurtel, han tenido un efecto devastador; la proverbial gota que colmó el vaso.

 

Con todo, me parece una mera excusa atribuir la maniobra de Pedro Sánchez a la sentencia, cuando lo que verdaderamente se encubre es un gran oportunismo político. La moción de censura constructiva, prevista en el artículo 113 de nuestra Constitución, es una gran herramienta para lograr el cese de un gobierno sin que se de un vacío de poder, al existir la obligación de presentar un candidato alternativo a la presidencia, caso de prosperar. Lo malo es que la Constitución no establece reglas ni baremos de estabilidad de este nuevo gobierno.

 

Si el Partido Popular, con 137 diputados, estaba ya en minoría y se las veía y se las deseaba para llevar adelante sus iniciativas, los 84 diputados del Partido Socialista parecen una pobre garantía de dotar al país de la firmeza y energía que necesita. Dado que Ciudadanos no se lo pondrá fácil, el Partido Popular será el principal partido de la oposición (y con más votos), Podemos ya demostró su potencial de coalición (nulo) en 2016 y los nacionalistas no pueden esperar, ni siquiera en Sánchez, que se les rinda pleitesía; el PSOE habría hecho mejor en escuchar y aceptar la sugerencia de Ciudadanos de usar la moción de censura para convocar elecciones de inmediato.

 

Una mención aparte merece el PNV, que ha roto el estereotipo tipo vasco del respeto a la palabra dada para abandonarse al PSOE en cuanto Sánchez ha prometido respetar los presupuestos pactados con el PP, y con ello las concesiones que se les haya realizado. Una gran incongruencia por parte de Sánchez, quien había reiterado en su momento su rechazo a los mismos. Pero son malos tiempos para ser coherente.

 

El diálogo que ofrece Sánchez a los nacionalistas catalanes, toda vez que el gobierno del PP ha hecho el trabajo sucio de mostrarse firme y aplicar el 155, consiguiendo que finalmente Quim Torra forme un gobierno viable y, como se prometió, se ponga fin al mismo, habrá que ver en qué condiciones se lleva a cabo y si no resulta contraproducente y una vuelta atrás en la lucha contra el desafío independentista.

 

*Politólogo y abogado.