| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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En la feria no todo es alegría

Es necesario cambiar la forma en que vemos a los animales. Hace falta ponernos en su piel y ver el mundo a través de sus ojos, no según nuestra forma de entenderlo

| Raquel Aguilar * Edición Valencia

El pasado fin de semana tuvo lugar la Fira de Tots Sants de Cocentaina.

Esta feria data de 1346 y por unos días, el precioso pueblo de Cocentaina, de inconfundible skyline coronado por su castillo, se convierte en un mercado en que se puede encontrar desde frutos secos garrapiñados, hasta tractores que incorporan las últimas tecnologías.

La feria acoge la posibilidad de disfrutar de numerosas exposiciones, muchas de ellas en su maravillosamente conservado Palau Comtal y todas las calles, en su mayoría estrechas, de trazado sinuoso y  con edificios de dos y  tres alturas que le confieren un marcado carácter mediterráneo se engalanan, respirándose en cada rincón el ambiente festivo.

Bueno...no en todos.

Porque en la feria también se respiran la soledad, la tristeza y el sufrimiento.

He  podido ver la mirada ausente de caballos, yeguas, mulos y burros, encerrados en minúsculos recintos, y tratados como meros objetos, que se exponían para su venta y alquiler. Una de las yeguas, que parecía preñada, tenía el lomo notoriamente arqueado, algo que suele ocurrir en caballos a los que se lleva montando mucho tiempo con sillas de montar, a las que hay que sumar el peso del/la jinete. ¿Imaginas cuántas veces habrá tenido que soportar ese animal que suban sobre él, para que su columna quede deformada?

En la feria encontré también camellos, atusados con telas de colores, como si el “decorarlos” acorde con el entorno hiciese que tuviese más sentido su presencia. Estos animales esperaban, amontonados, que alguien pagase a sus propietarios por subir sobre ellos y dar una vuelta por calles estrechas y llenas de gente y ruido, algo totalmente antinatural para ellos.

Presencié una exhibición de tiro y arrastre en que los caballos eran obligados a tirar de cajas metálicas llenas de arena, alguno incluso amenazado de muerte si no lo hacía por su cuenta. Hasta un caballo enfermo tuvo que arrastrar ese peso abusivo, obligado por los carreteros, a sabiendas de su mal estado, utilizando como excusa que lo hacían “para ver si se animaba”.

A todo esto, hay que sumar un carrusel de ponis, donde los animalitos daban vueltas sin parar, con la cabeza agachada y la mirada perdida, indicativos de que cualquier atisbo de esperanza ha desaparecido para ellos.

¿Por qué seguimos esclavizando a los animales?

En ocasiones, la perversión de un amor mal interpretado nos lleva a hacer sufrir a quienes queremos. No con esa intención de hacer daño del que utiliza la excusa del amor para ejercer maltrato explícito, sino por la falta de cuestionamiento.

Estoy segura de que la mayoría de personas que contratan un paseo a caballo o pagan porque sus hijos suban a un carrusel de ponis, lo hacen porque les gustan los animales y ven en ello un modo de aproximarse, de cercanía, que de otro modo es más difícil tener. La prueba estaba en que mucha gente que pasaba y los tocaba, expresaba con admiración y ternura lo bonitos que les parecían.

Por este motivo es necesario formar e informar en la empatía hacia todos los seres sintientes. No me cansaré de repetirlo una y otra vez.

Es necesario cambiar la forma en que vemos a los animales. Hace falta ponernos en su piel y ver el mundo a través de sus ojos, no según nuestra forma de entenderlo.

Y cuando eso ocurre, te das cuenta de que ningún animal quiere ir dando tumbos de feria en feria y pasarse días encerrado entre cuatro hierros, expuesto  para que miles de manos pasen por su cabeza.

Que ningún animal quiere arrastrar peso. Que eso es algo que les hemos impuesto los seres humanos, pero que no se encuentra entre sus necesidades.

Que ningún animal quiere dar vueltas y vueltas, sin más aliciente que esperar que por fin llegue el ocaso del día, aunque, por desgracia, el siguiente será igual. Todo, para que los padres y madres puedan hacer fotos a sus pequeños, mientras se desplazan sobre el lomo de un poni.

En cualquier caso, me alegró ver que cada vez la gente está más despierta.

Inimaginable la cantidad de reproches que escuché durante la exhibición del tiro y arrastre, referidos a lo bárbara que resulta esta práctica .

O la gente que lamentaba el estado de los animales exhibidos, el rechazo a la presencia de camellos y la indignación por el carrusel de ponis.

Porque, aunque a muchos les pese (sí, a esos que utilizan el amor como excusa para maltratarlos deliberadamente y sacar rédito de ello), la sociedad está cambiando y la forma en que consideramos a los animales va evolucionando. Y una vez se ha iniciado esa transformación, el avance es imparable.

Ahora falta que, para el próximo año, del mismo modo que la feria evoluciona e incorpora aplicaciones para móvil o hay un día sin luces excesivas ni sonidos elevados para que las personas que se ven afectadas por los mismos también la puedan disfrutar, se elimine la presencia de animales para que, ni ellos sean cosificados, ni quienes los respetamos suframos con su tristeza.

*Coordinadora de PACMA en la provincia de Valencia.