| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Una Europea sin duplicidades

Si hace unas semanas se debatía en el Parlamento Europeo la posibilidad de una reforma de la composición del mismo, ahora se aborda la posibilidad de fusionar los puestos de presidentes

 La Unión Europea es producto de unas circunstancias históricas únicas, equivalente a la serendipia en ciencia. Esto es, un descubrimiento o hallazgo afortunado valioso e inesperado que se produce de manera accidental o casual, o cuando se buscaba una cosa distinta. La actual configuración de la UE no es algo planificado desde un inicio, sino que ésta es una suerte de organismo vivo que evoluciona a base de procesos de prueba y error para adaptarse a las circunstancias cambiantes; darwinismo institucional en su estado más puro.

 

La adaptación es un proceso sin fin. Si hace unas semanas se debatía en el Parlamento Europeo la posibilidad de una reforma de la composición del mismo, aprovechando el desafío/oportunidad que supone el Brexit, haciendo un reparto más justo y proporcional de los escaños; ahora, de cara a la Cumbre de Sibius (Rumanía) de 2019, se debate la posibilidad de fusionar los puestos de presidente de la Comisión Europea y de presidente del Consejo Europeo.

 

Para que lo comprendan mejor, el Consejo Europeo (no confundir con el Consejo de la Unión Europea, formado por Ministros en lugar de jefes de Estado o de gobierno), por un lado, define las orientaciones y prioridades políticas generales de la UE, mientras que la Comisión vela por los intereses generales de la UE, proponiendo y comprobando que se cumpla la legislación y aplicando las políticas y el presupuesto de la UE.

 

Lo que en origen tuvo su lógica, una Comisión independiente que pudiera defender los intereses supranacionales de la incipiente Comunidad Económica Europea, contra los intereses particulares de los Estados Miembros, genera hoy confusión en el ciudadano medio, que no acaba de ver quién defiende realmente sus intereses, y en los dignatarios extranjeros confundidos por la cantidad de interlocutores con los que tienen que lidiar. Ello sin contar la división artificial percibida entre la Comisión y los Estados Miembros, cuyos intereses a día de hoy no difieren apenas.

 

No se trata de una ocurrencia de última hora, sino que su recorrido se remonta a una propuesta conjunta de España, Francia y Reino Unido en 2002, defendida por Schröder y Chirac en 2003 y que el Tratado de Lisboa de 2009 permitiría llevar a cabo. De hecho, en la actualidad el presidente de la Comisión es miembro del Consejo Europeo y, a su vez, el artículo 15 del TFUE no prohibe que el presidente del Consejo Europeo pueda serlo a su vez de la Comisión, sólo le prohibe ejercer cargo nacional alguno.

 

Existe un precedente de fusión de cargos, con la figura del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, que es al mismo tiempo uno de los vicepresidentes de la Comisión. Nada obsta para que esta situación, pero a un nivel todavía más alto, se repita. Y, ojo, esta fusión de cargos no implicaría la de las respectivas instituciones. Estamos hablando de dos barcos bajo el mando de un mismo capitán.

 

Las ventajas de la fusión de ambos puestos en uno solo, generaría beneficios en términos de transparencia, legitimidad democrática y eficiencia. La existencia de dos figuras cuyas actividades se solapan, incluso cuando las relaciones son tan buenas como las de Tusk y Juncker, pueden llevar a diferencias de opinión que ralenticen los procesos legislativos y políticos de la Unión y la hagan parecer débil y dividida de cara al exterior.

 

La combinación de ambas presidencias en una sola, permitiría así mismo dar una respuesta clara a la pregunta de quién es el máximo representante de la Unión, es decir: ¿a quién debo acudir para hablar con Europa? Imaginen los líderes mundiales en las reuniones del G7 y el G20, a los que acuden los presidentes del Consejo Europeo y la Comisión preguntándoselo. Un presidente único reforzaría nuestra posición ante el mundo y nos convertiría, de una vez por toda, en el gigante político que la Unión desea ser.

 

*Politólogo y graduado en Derecho