| 27 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Rajoy y Rivera, en uno de sus encuentros.
Rajoy y Rivera, en uno de sus encuentros.

La artificial tensión entre PP y Ciudadanos puede acabar dañando a los dos

PP y C´s deben frenar la tensión y agresividad que mantienen: no es buena para España, resulta artificial y puede enviar a la abstención a muchos votantes. El consenso se premia siempre más.

| Editorial Editorial

 

 

La tensión entre el PP y Ciudadanos está alcanzando en estos días su clímax, hasta el punto de no descartarse del todo hasta un adelanto electoral -ciertamente remoto- y, en todo caso, se habla abiertamente ya de una ruptura o parón del acuerdo que ambos suscribieron para iniciar la legislatura tras una parálisis del país y dos Elecciones Generales consecutivas.

Que sea difícil identificar una causa concreta de ese enfrentamiento es, a la vez, indiciario de su carácter artificial y de su génesis: defender a su electorado, en el caso del PP; y quitarle la mayor parte posible, en el de Ciudadanos. Es decir, no existe un problema grave de fondo o, al menos, no de la gravedad suficiente para sumir a España en el desequilibrio, la falta de Presupuestos o la vuelta a las urnas.

La tensión entre PP y C´s es artificial para sus votantes. Pero a la larga puede llevar a muchos a la abstención

Y si la razón no es externa, pues ambos partidos pueden presumir con razón de haber desatrancado la caótica situación generada por Pedro Sánchez y su intento de acceder a la presidencia y de evitar que lo hiciera cualquier otro, sólo puede ser particular. Es el caso, sin duda.

¿Incentivan la abstención?

Pero ambos deben saber que el electorado penaliza siempre, y desde luego en el centro-derecha, anteponer los intereses electorales a las obligaciones públicas: a lo largo de la historia, los enfrentamientos y divisiones en ese bloque ideológico han enviado a la abstención a incontables votantes potenciales suyos.

 

 

Es comprensible la ambición de C's de aprovechar el mal momento del PP para crecer a su costa, presentándose como la única formación reformista que no soporta pesados equipajes. Y es perfectamente lógico que el PP haga lo posible por evitarlo, con la creencia de que no es justo, tras el evidente esfuerzo hecho en estos años, y de que hay formas de frenar la sangría.

Carece de sentido la agresividad del PP hacia C's y la de C's hacia el PP. La gente valora sus consensos

Pero esa lógica interna es mal percibida por millones de españoles, que no entienden la agresividad entre los dos partidos ni sienten las diferencias abismales que ambos dicen mantener. Al contrario, valoran y reconocen su capacidad de pacto y confían en ellos para el futuro: en apenas dos años, la diferencia entre el PP y Ciudadanos, por un lado; y PSOE y Podemos, por otro, se ha multiplicado y alcanza ya los cinco puntos porcentuales.

Ni persecución ni agresividad

Carece de sentido, pues, que el partido de Rivera trate al de Rajoy -que es presidente gracias a su sentido común- como si todo en él fuera corrupción y conviniera derribarlo con urgencia. Y no tiene tampoco un pase que el PP se comporte con tanta agresividad contra su socio coyuntural o que magnifique un dictamen adverso del Tribunal de Cuentas para arrastrar su imagen en una Comisión de Investigación.

Por eso, aunque sea difícil compatibilizar las expectativas de partido con los beneficios coletivos  del consenso, los dos deben intentarlo: es lo que quieren sus votantes y, sin la menor duda, es lo que requiere el país. No entenderlo puede terminar castigando a ambos.