| 23 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Sor Tertulia Caram

La monja independentista intenta ir ahora de moderada, pero se le escapa del hábito lo que piensa a la primera de cambio. Y monta un Cristo poco cristiano.

| El Lector Perplejo Opinión

 

 

A Sor Lucía se le sale el independentismo del hábito, insuficiente para tanto despliegue de fervor soberanista, de devoción por Artur Mas, de indulgencia con Junqueras y de codicia por ser la más catalana del paraíso rebelde.

Tiene mérito revertir algunos de los sacramentos fundacionales de su causa, como el famoso de 'No mentirás', para abrazar al mismísimo Diablo de la separación y el enfrentamiento, sin que nadie te llame hereje y te envíe a Plutón a evangelizar a las piedras.

Sor Tertulia Caram tiene nombre de primera luz del día, aunque habita en las oscuras penumbras de la ideología que explica una parte nada desdeñable del dolor y el sufrimiento del ser humano a lo largo de la historia: ser nacionalista cuando se dice pertenecer al reino de los cielos, el que menos fronteras tiene y tendrá, es tan contradictorio como ser monja y demonio, argentina y separatista o hacer voto de silencio y elevar los decibelios de la televisión patria.

Ahora la señora Caram intenta ir de buena, esparciendo la semilla del entendimiento y la hermandad donde antes ella sembró cizaña y crispación, pero el subconsciente le traiciona y se le escapa lo que realmente piensa a la primera de cambio:

 

 

No cita ni a San Pedro ni a los apóstoles, ni al viejo ni al nuevo Testamento y ni siquiera al Papa Francisco, no. Para ella la referencia es Gonzalo Boye, el abogado de los insurgentes, conocido por haber sido condenado por su relación con ETA y por ser propietario de la revista satírica Mongolia.

Sor Tertulia no parece saber nada de democracia ni de leyes, eso ya lo intuíamos, pero tampoco está muy puesta en cuestiones divinas: si algo sabía el Nazareno, es dónde estaba lo justo. Y nuestra protagonista de hoy no sabe nada de Cristo, pero sí sabe montar un ídem como pocos en esta versión del infierno que sus amigotes han creado en la tierra.

Dado que Caram se dio a conocer haciendo postres en un programa de televisión, le sugerimos que vuelva a sus orígenes: la tarta de queso le sale mejor que el guisote garbancero de panceta y berza que le asoma por esa boquita incontinente. Eso, y un par de avemarías, que San Puigdemont, al que reza en teresiano éxtasis, no está canonizado.