| 24 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Ese sueño de unos locos

Es cierto que no se ha llegado a constituir unos Estados Unidos de Europa, pero la actual Unión Europea es un organismo internacional único en su género

Hubo un tiempo en qué unos verdaderos locos, Robert Schuman y Konrad Adenauer, se atrevieron a dejar de soñar con una Europa unida y se pusieron manos a la obra para llevar a cabo un proyecto que había sido la ilusión de toda una generación de pensadores instalados en la idea de progreso indefinido decimonónico y con una fe inquebrantable en que éste conduciría al fin de la guerra y llevaría a la humanidad a un futuro común más próspero.

Las dos grandes guerras mundiales del siglo 20 pudieron haber dado al traste con semejante proyecto pero paradójicamente las circunstancias que condujeron a estos conflictos y el deseo de evitar su repetición fueron el caldo de cultivo perfecto para poner la primera piedra de la integración europea. Con la puesta en común de la producción del carbón y el acero, nacía la CECA en 1951, que serviría de germen a la Comunidad Económica Europea en 1957.

Pero el sueño abarca más que una vertiente meramente económica. Pronto se unieron cuestiones laborales, culturales y en general políticas. Los Estados Miembros cedieron competencias en materias tan importantes como agricultura y pesca, que ahora se negociarían en sede europea y no nacional. Su éxito se ha visto respaldado por las diferentes ampliaciones que ha experimentado a lo largo de los años. Ser europeo tiene algo especial

Es cierto que no se ha llegado a constituir unos Estados Unidos de Europa, pero la actual Unión Europea es un organismo internacional único en su género. Ninguna otra organización regional del mundo cuenta con tantas competencias tanto poder de decisión ni tanto peso específico.

Por desgracia, a pesar de todos los avances, la Unión Europea padece un déficit crónico en su capacidad de llegar al ciudadano de a pie. Pese a los esfuerzos de información transparencia y comunicación que se han llevado a cabo en las últimas décadas, el ciudadano europeo sigue concibiendo a la Unión Europea como algo lejano y eso no es bueno.

Esta especie de alienación explica en parte que cada vez que se celebran elecciones europeas la participación en todos los países es sensiblemente menor que en sus respectivas elecciones nacionales locales o de otro ámbito. Sin embargo toca terminar con esta idea. Las instituciones europeas son plenamente democráticas y las personas que los integran no son seres alejados y aislados de la realidad sino personas.

Las elecciones europeas del día 26 se producen además ante un panorama absolutamente inédito. Por un lado, el ascenso de las formaciones ultra de todo signo en Europa, que aprovechan la desafección antes mencionada para ofrecer un chivo expiatorio fácil. De modo erróneo, siguen intentando ofrecer soluciones en clave nacional para problemas que requieren una solución conjunta, como puede ser la cuestión migratoria, en la que tampoco ayuda la decepcionante actuación europea.

Por otro lado, la participación de Reino Unido, forzada por la incapacidad de los defensores del Brexit para conseguir un acuerdo razonable de salida y el consiguiente acobardamiento de muchos a dar el paso final hacia el abismo de una ruptura sin acuerdo. En cualquier caso, motivo de absoluta vergüenza tanto para Theresa May como para el resto del brexiters.

Con todo, este sueño de unos locos que comenzó sobre las ruinas de una Europa depauperada, merece la pena seguir disfrutándolo.

*Politólogo y abogado.