| 19 de Abril de 2024 Director Benjamín López

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Adolfo Suárez y La Pasionaria, imagen icónica de aquella época de reconciliación y democracia
Adolfo Suárez y La Pasionaria, imagen icónica de aquella época de reconciliación y democracia

Aquella España electoral de 1977

¿Cómo era la política española en 1977? ¿Quién ganaba en provincias ahora entregadas al secesionismo? ¿Cuál fue el comportamiento electoral en el País Vasco? Así fue todo aquel 15J de 1977.

| Manuel Mostaza Barrios Opinión

 

 

Esta semana se cumplen cuarenta años de las primeras elecciones libres que se celebraron en España tras la muerte del dictador Francisco Franco y el posterior desmontaje del andamiaje político-institucional del régimen surgido de la guerra civil de 1936.

Un análisis de la organización y los resultados de aquellos comicios nos muestra algunos elementos importantes de cómo ha cambiado el mapa socio-político de nuestro país en apenas cuatro décadas.

Fueron unas elecciones libres a las que todos pudieron presentarse, un escenario que parecía inimaginable pocos antes

El primer elemento a destacar es que fueron unas elecciones libres a las que todos pudieron presentarse, un escenario que parecía inimaginable pocos antes. Las encuestas que manejaba la Presidencia del Gobierno señalaban con claridad que los españoles no considerarían legítima unas elecciones en las que hubiera formaciones excluidas por motivos ideológicos.

ETA-PM

Tan es así que gobierno legalizó al Partido Comunista en el mes de abril y favoreció la participación en el juego político de fuerzas que, como en el caso de LAIA o HASI, se presentaban en público como simples títeres de una organización terrorista. Gracias a esto, Euskadiko Eskerra, que en aquel momento era la rama política (¿?) de ETA-PM pudo concurrir a las elecciones, en las que obtuvo tanto un diputado como un senador por la provincia de Guipúzcoa.

En relación al formato de las elecciones, el entramado jurídico se reguló mediante el Real Decreto-ley 20/1977, de 18 de marzo, sobre Normas Electorales, donde se establecía, en su artículo 19 el tamaño de las circunscripciones. En aquella España, y al revés de lo que ocurre hoy, ninguna provincia elegía sólo dos diputados, como pasa actualmente con Soria.

 

 

En 1977, además, la circunscripción de mayor tamaño era Barcelona, que elegía 33 diputados frente a los 32 que elegía Madrid. Las tornas han cambiado y hoy la región madrileña elige 36, frente a los 31 que hoy se eligen por la provincia barcelonesa. Es interesante darse cuenta, también, de la importancia que han ido perdiendo las circunscripciones de interior en beneficio de las que están ubicadas en la costa levantina: si Orense, Zaragoza, León, Zamora, Cáceres, Badajoz entre otras, han perdido un diputado, Murcia y Baleares han ganado dos, mientras que Alicante y Murcia han incrementado en tres sus representantes. Toda una metáfora del vaciamiento de la España interior en beneficio del Gran Madrid y de la periferia mediterránea.

Bono y Carmena

El repaso a las listas electorales nos permite encontrarnos con muchos de los protagonistas de la vida política española durante los últimos años. Ahí aparece José Bono, quien lideraba una candidatura de centro izquierda agrupada en Albacete en torno al PSP y que fracasó de manera estrepitosa al no obtener más que el 7% de los sufragios.

No tardaría en abandonar el partido para, con la ayuda del aparato de Madrid, hacerse con el control del PSOE en Castilla La Mancha a los pocos años. En las listas del Partido Comunista aparecía en el número 23 de la circunscripción de Madrid una joven llamada Manuela Carmena que hoy es alcaldesa de la ciudad.

La lista madrileña también nos muestra a políticos de la República que intentaron sin éxito reengancharse a la vida política española, como un José María Gil Robles, líder de la CEDA en las elecciones de febrero de 1936 y que se presentaba de número 2 por la Democracia Cristiana. Tras obtener menos de un 2% de los votos, dio por finalizada su dilatada carrera política.

Pero es más interesante analizar los resultados que se produjeron en aquellos comicios, ya que el análisis nos confirma que todas las realidades sociales se construyen de manera cultural y que, aunque todo está influido, nada está predeterminado en la historia.

 

 

Tomemos el caso, por ejemplo, del País Vasco. Un territorio en la que ETA-Militar decidió que su brazo político, estructurado en torno a la alternativa KAS, germen de la actual Sortu, no se presentaría a las elecciones y llamó al boicot de los comicios. En paralelo, la organización terrorista continuó con su campaña para eliminar de la vida política a la derecha no nacionalista, atacando para ello a sus representantes públicos.

En Álava, por ejemplo, un territorio que hoy gobierna el nacionalismo, UCD ganó con claridad las elecciones

La organización terrorista había iniciado meses antes una campaña de limpieza étnica basada en amenazas y materializada en el asesinato de diversos políticos que pertenecían a esta familia política: alcaldes como los de Galdácano y Oyarzun, así como el presidente de la Diputación de Guipúzcoa, asesinado en el otoño de 1976, pocos meses antes de matar también al presidente de la Diputación de Vizcaya.

ETA no cesaría en su campaña y en los años siguientes continuaría con su campaña para eliminar de la vida pública a los representantes de los ciudadanos que se ubicaban en la órbita de la derecha no nacionalista, consiguiendo así cambiar de manera decisiva el mapa político vasco. Tanta fue la presión de los terroristas que ni UCD ni AP pudieron presentar su candidatura en la provincia de Guipúzcoa a esas elecciones.

El acoso

Pues bien, en aquel momento en el que la campaña de acoso no había alcanzado aún su cenit, es interesante observar cómo en Álava, por ejemplo, un territorio que hoy gobierna el nacionalismo, UCD ganó con claridad las elecciones, quedándose el PNV en un limitado 17,48% de los sufragios.

 

 

En Vizcaya el PNV fue la fuerza más votada, con poco más de un 30% de los votos, mientras que socialistas y ucedistas lograban hacerse con un 25 y un 17% de los votos respectivamente. En aquel territorio Euskadiko Eskerra, el partido que en aquel momento representaba a ETA-PM no llegó al 6% de los votos.

Por cierto, que en sus listas iba como número 2 Juan Cruz Idígoras, el habitual vocero de ETA en los años siguientes una vez que, ya como Jon Idígoras dio el salto a Herri Batasuna poco tiempo después. En Bilbao, la capital de la provincia, el PNV superaba por poco el 25% de los sufragios y sentía el aliento de un PSE y una UCD que superaban ambas el 20% de apoyo electoral.

Pacto Democrático por Cataluña, liderado por la Convergencia de Jordi Pujol, quedó en un discreto cuarto lugar

La persecución en el País Vasco

El análisis de lo sucedido en algunos municipios vizcaínos muestra a las claras también cómo ha cambiado el territorio después de cuarenta años de hegemonía nacionalista en el territorio y de treinta de persecución pública del discrepante. En Ondárroa, Alianza Popular fue en aquellos comicios la segunda fuerza del pueblo, a mucha distancia del PNV pero aglutinando un 11% de los votos, mientras que la UCD obtenía casi un 10% de los sufragios. Por comparar, en las elecciones de 2016 el PP apenas obtuvo en la villa marinera menos de un 5% de los votos. La espiral del silencio que teorizó hace décadas Elisabeth Noelle-Neumann en su máxima expresión…

Es bueno analizar también, siquiera de manera somera, lo ocurrido en Cataluña. En el principado se produjo una clara victoria del PSC-PSOE, seguido a más de diez puntos de distancia por el PSUC, la rama local del Partido Comunista y de la UCD.

La coalición electoral Pacto Democrático por Cataluña, liderada por la Convergencia de Jordi Pujol, quedó en un discreto cuarto lugar con algo menos del 17% de los votos. Destaca el magnífico resultado obtenido por la UCD en la provincia de Lérida, a menos de trescientos votos de ser la primera fuerza en la provincia, o en Tarragona, donde se impuso con claridad y en la que los nacionalistas se quedaron en un discreto cuarto lugar con menos del 15% de los votos.

En Cataluña

En la ciudad de Barcelona, por cierto, los nacionalistas liderados por Pujol se quedaron también en un 15% y fueron superados, también ahí, por la UCD liderada por Carlos Sentís. Finalmente, en la provincia de Gerona, zona cero hoy del secesionismo catalán, el nacionalismo en aquel momento moderado ganó las elecciones al obtener poco más del 27% de los votos, seguida de cerca por el PSC, mientras que la UCD alcanzaba casi el 19% de los sufragios.

En Baleares hubo una victoria aplastante de UCD y los autonomistas no pasaron del 4%

En regiones como Baleares se produjo una victoria aplastante de la UCD, con más del 50% de los sufragios, mientras que una minúscula Unión Autonomista no llegaba al 4% de los sufragios. Una situación similar se dio en otros territorios como Galicia, donde las fuerzas nacionalistas obtuvieron un insignificante apoyo en toda la Comunidad.

Los españoles acudieron masivamente a las urnas para configurar unas Cortes constituyentes y el nivel de participación se quedó cerca del 80% del electorado. Pese a las amenazas etarras, la participación en el País Vasco fue similar a la del conjunto de España, al igual que en Cataluña.

Como se sabe, los resultados electorales consolidaron el papel preponderante tanto de la UCD como del PSOE en los dos espacios mayoritarios de la vida política española ante el fracaso cosechado tanto por la AP de Manuel Fraga, que se quedó en 16 escaños, y por un PCE que se no fue capaz de superar los 20. A partir de ahí, como se sabe, las Cortes elaboraron una Constitución que fue aprobada de manera mayoritaria en todo el territorio nacional, con unos niveles de apoyo que en Cataluña superaron el 90% de los votos y en el País Vasco el 70%.