Las semifinales esperan a un Valencia Basket con carácter de campeón

Valencia Basket no tardó en cumplir con todas las premisas positivas requeridas para afrontar con garantías un choque del calibre del de este tercero y definitivo de cuartos de final. Mike Tobey, novedad en el quinteto, dominaba bajo los dos aros para frustración de un cuadro anadaluz que veía como a su entrenador, Luis Casimiro, se le señalaba una tempranera técnica producto de su frustración. El parcial de 14-4 mediado el primer cuarto dejaba paso a otros cinco posteriores minutos marcados por la eficacia en la dirección de Sam Van Rossom, similar a la que Guillem Vives había ejercido para comenzar a establecer la brecha. La distancia no dejaría de ampliarse para los valencianos en unos diez primeros minutos de ensueño: los mejores de la eliminatoria, y en los que los de Ponsarnau eran capaces de cortar la producción ofensiva del cuadro andaluz de raíz que, de la misma manera, veía como sus alternativas tácticas - Casimiro comenzó en zona - se desmoronaban como un castillo de naipes (25-10 min.10).

El aire fresco con el que contribuían desde el banquillo hombres como Waczynski o Carlos Suárez propiciaba que los visitantes entraran en el partido, algo que se plasmó en una notable mejoría de sus porcentajes desde el exterior. Valencia Basket, pese al escaso protagonismo de sus referentes Dubljevic y Will Thomas, continuaba encontrando vías que le permitían mantener su relativamente cómoda ventaja, destacando aquellas que llegaban de la mano del talento individual de un cada vez más entonado Alberto Abalde (42-31 min.20).

Un enganchón entre Diot y Dani Díez, saldado con doble técnica, propiciaría que la Fonteta se convirtiera en esa ansiada caldera que demanda un partido definitivo de playoff en casa. No obstante, el conjunto malagueño seguía optimizando sus recursos como hasta ese momento no había ocurrido dentro del devenir de su temporada. Con la figura de Shermadini comenzando a controlar la pintura y los tiros de Milosavljevic amenazando con crear los mismos estragos de la primera entrega de la serie, Unicaja ajustaba aún un poco más el electrónico a falta de la batalla final (58-51 min.30).

La misma que daba inicio, para desasosiego de la grada, con un parcial de 4-18 culminado por un triple del polaco Waczynski que posibilitaba la primera ventaja visitante de la noche (60-61 min. 33)… la que, a la postre, sería la única. Sin embargo, Jaume Ponsarnau no permitiría que el pánico cundiera entre las filas taronja; Abalde y Labeyrie continuaban en pista a pesar de que las jerarquías pudieran invitar a lo contrario.

Un estratosférico mate del gallego abría una exigua brecha de cinco puntos, pero la definitiva, mucho más consistente, llevaría la firma del francés. Con los del técnico manchego a dos puntos, dos triples del ala-pívot - uno de ellos incluso con adicional - provocarían el incendio definitivo en una Fonteta entregada (73-64 min. 37). Fernando San Emeterio ya sólo tenía que apuntalar mediante su seguridad desde el tiro libre un triunfo en la serie trabajadísimo y frente a un gran oponente. Por todo ello la vida continua... y lo hará en Madrid en menos de 48 horas.