| 19 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Francia ha afrontado unida este duelo.
Francia ha afrontado unida este duelo.

La Marsellesa

En España escuchar según a qué creadores de opinión deprime. Pero el antídoto es fácil: volver a oír al público del Estadio de Francia y a los estudiantes de la Sorbona cantando su himno.

| Marcial Martelo de la Maza Opinión

@Las_Gradas: "Francia - Alemania 13.11.15 Los aficionados cantan La Marsellesa mientras abandonan el Stade France".

Estos últimos días se ha escrito mucho en los medios españoles sobre la tragedia de París. Al principio, el denominador común era el horror y la indignación ante la barbarie, pero a medida que la sangre se iba secando, la llamada "reflexión política" ocupaba su lugar en algunas tertulias y columnas periodísticas.

El resultado ha sido el esperado en un país tan singular como el nuestro: la sustitución de la justicia y la solidaridad como protagonistas absolutos de los comentarios, por relativistas y casi equidistantes interpretaciones geopolíticas.

En definitiva, que donde antes sólo se veía a chicos inocentes masacrados, ahora se recuerdan los daños colaterales causados por los bombardeos occidentales en Siria e Irak. Donde antes se apoyaba a la policía y a los tribunales en su combate contra el mal, ahora se sugiere que debe priorizarse la lucha contra sus supuestas causas económicas, sociales y culturales. Y donde antes se reclamaba justicia, ahora se alerta contra la venganza.

La letanía nos suena familiar, porque lo único que cambia es el monstruo a comprender: antes, ETA, hoy, DAESH (eso sí, los muertos son los ciudadanos inocentes de siempre). Y, aunque nunca claramente explicitado (no por vergüenza, sino por cobardía), el mensaje final vendría a ser el siguiente: el mal no está en el verdugo, sino en la víctima, porque -aunque inconscientemente- con su voto alimenta un sistema represor e imperialista, que con sus drones y bombas impide la Arcadia feliz de los reprimidos yihadistas.

Puro cinismo y perversidad moral, disfrazados de un aparente buenismo, que termina con el colofón abyecto de siempre: la advertencia de que el Sistema aprovechará la ocasión para, con la disculpa de la seguridad, robarnos la libertad. Como si el "Sistema" fuera un meteorito, y no el resultado de nuestro voto; como si cuarenta años de leyes y tribunales en democracia no fuesen suficientes para garantizar nuestra libertad frente a eventuales burócratas ansiosos de control; y como si la libertad pudiese existir sin seguridad. Que les pregunten a los ciento veintinueve muertos de París qué libres se sienten.

Efectivamente, en España escuchar según a qué creadores de opinión deprime. Pero el antídoto es fácil: volver a oír al público del Estadio de Francia y a los estudiantes de la Sorbona cantando La Marsellesa. Comerciantes, abogados, trapecistas, universitarios, fontaneros, jóvenes y viejos, de derechas y de izquierdas, en un acto colectivo cuyo único fin era expresar su voluntad firme de sentirse y quererse unidos. Frente al horror y contra el miedo.

No era la letra del himno lo que les importaba. Era el hecho de cantarlo juntos.