| 26 de Marzo de 2024 Director Antonio Martín Beaumont

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Las comparecencias de Pedro Sánchez con preguntas cribadas de periodistas están provocando numerosas quejas
Las comparecencias de Pedro Sánchez con preguntas cribadas de periodistas están provocando numerosas quejas

El coronavirus mata la libertad de prensa

Tres son las causas de su muerte: fallecimiento por censura, defunción por soborno y muerte por intoxicación. Veamos cada una.

El coronavirus no sólo se está llevando por delante la vida de muchas personas y la economía de numerosos negocios y familias, también está siendo un asesino acelerado de la libertad de prensa en España. No es que el paciente gozara de una salud espléndida, pero al calor de la crisis sanitaria desatada se han acelerado los golpes destinados a acabar con la prensa libre. Tres son las causas de su muerte: fallecimiento por censura, defunción por soborno y muerte por intoxicación. Veamos cada una.

 

La primera, la muerte por censura, es siempre una tentación de cualquiera que ocupe el poder, pero al calor de la crisis del coronavirus y en pro de un bien superior, se impone sin que prácticamente nos demos cuenta o asumiendo la situación como normal.

 

Se censuran las preguntas a los periodistas en las ruedas de prensa del Gobierno y del presidente. Con la excusa de que no puede haber periodistas en la sala para preguntar, se obliga a los mismos a mandar preguntas escritas que luego Moncloa filtra y pasa las que le interesa. Así se eliminan las incómodas, aparecen casualmente preguntas de medios sin reputación donde se ataca a la oposición o se cuela alguna pregunta edulcorada para mostrar el lado humano del presidente (como preguntarle por su familia).

 

Usted pensará que, al no haber gente en la sala, no se puede hacer de otra forma. Falso. Otros presidentes hacen ruedas donde los periodistas se conectan por videoconferencia y preguntan libremente lo que quieren. Pero en Moncloa eso no interesa, están más preocupados en hacer ruedas de prensa a tutiplén sin contenido para estar todo el día en tele al estilo Aló Presidente. El colmo de la absurdez fue la que dio Alberto Garzón para informanos de que las apuestas habían bajado desde que no hay competiciones deportivas (en fin).

 

Hablando de censura ¿se ha dado usted cuenta de que no se saca en ningún medio imágenes duras de hospitales saturados, contagiados o incluso fallecidos? Imágenes que por cierto sí aparecen en la prensa extranjera. Es otra consigna de Moncloa para que no se vea la gravedad del asunto. Usted pensará que no son necesarias esas imágenes, y puede estar en lo cierto (ese es un debate eterno del periodismo, si enseñar imágenes duras o no), pero es curioso que ahora no se saquen cuando sí ponen imágenes de muertos ante un atentado o los medios no tienen problema en poner fotos de niños refugiados muertos en la playa.

 

Se señala descaradamente a los periodistas no adeptos con el mensaje del régimen socialista-podemita como hace Echenique sin reparo todos los días desde Twitter. Hasta Ángels Barceló de la SER (sí, han oído bien) fue tratada de cuñada por cuestionar que Pablo Iglesias se saltara la cuarentena.

 

Se censuran las opiniones molestas, llámese Alfonso Ussía o Iker Jiménez (manda huevos que se suprima Cuarto Milenio pero se mantenga Sálvame, será porque las opiniones del primero alertando de la gravedad del coronavirus no eran muy bien vistas). Se censuran las informaciones incómodas, como la de la SER sobre el retraso en la publicación del BOE por diferencias en el Gobierno. De repente desapareció la información… y me juego una paella que porque hubo llamada de arriba de por medio (menos mal que existen los pantallazos). Y lo peor es que todo esto es una autocensura que se impone los medios para agradar al Gobierno y recibir su salvavidas económico.

 

Esto entronca con la segunda causa, la muerte por soborno. Es la causa directa de la situación que atraviesan los grandes grupos de comunicación: la inversión publicitaria se ha desplomado y los medios están teniendo dificultades económicas, por lo que han reclamado al Gobierno dinero. Ese salvavidas se anunció ayer para las TV privadas (que en España se reduce a Mediaset y Atresmedia) en forma de 15 millones de euros. Si usted es autónomo, sepa que la cuota de este mes que ha pagado religiosamente ha ido a engrosar el bolsillo de Ferreras.

 

Para el Gobierno de Sánchez, La Sexta es un servicio esencial, así los Ferreras, Risto, Jorge Javier y demás fauna pueden seguir pregonando lo bien que lo hace el Gobierno y que la culpa de todo siempre es del PP. Una prensa subvencionada y regada de dinero es una prensa dócil, sin crítica, que sabes que no va a mearte nunca fuera del tiesto porque necesita tu dinero para sobrevivir.

 

La tercera causa de muerte, por intoxicación, es la más peligrosa de todas porque te mata poco a poco sin que te des cuenta. Y es la que además se está produciendo con mas frecuencia. En esta crisis no sólo hay una guerra sanitaria para derrotar al virus, también hay una guerra por el relato. Por ver quién logra convencer a más gente de su versión de lo que está pasando. Y toda la maquinaria de la izquierda está plenamente volcada en esto, porque saben que si pierden el relato lo siguiente que van a perder es los votos, el poder y el Gobierno.

 

La intoxicación mata a la prensa libre cuando los propios medios de comunicación se ponen a practicarla hasta el punto de que ya no sabemos qué es verdad ni que no. Ahí tenemos al diario.es de Ignacio Escolar ‘informando’ de que los valencianos nos vamos a la playa en pleno confinamiento con una foto de la carretera de Llíria (esto por poner su noticia más cómica, pero este ‘medio’ es una fábrica de fake news ininterrumpida, como por ejemplo titular que Ayuso da ventajas fiscales a los millonario que donen, cuando las desgravaciones por donar están reflejadas desde hace décadas).

 

O como La Sexta llevando a tertulias a hablar del coronavirus a expertas epidemiólogos como Anabel Alonso que sólo repiten como cacatúas “los recortes del PP”. O como TVE siempre entrevista, casualmente, a un enfermero o psicólogo que habla fatal de la sanidad madrileña y luego descubres que es un conocido militante de Podemos. O como TVE llama a Maroto el “portavox” del PP.

 

La desesperación por intoxicar y que gane tu relato deriva en casos burdos, como el del falso periodista Miguel Lacambra que escribía artículos culpando al PP de todo. Todos los progres aplaudiendo la pluma de Lacambra y luego resulta que no existe, era supuestamente Antonio Maestre para colar como información válida sus sectarias opiniones. O como se filtran las instrucciones de los grupos de Podemos donde todos los días se lanzan consignas del nivel “hay que llamar a las residencias mataderos del PP” o hay que hacer a las 19:00 horas tendencia #OposiciónDesleal.

 

En definitiva, mientras el virus acaba con muchas vidas humanas, otros se están preocupando en acabar con la libertad de prensa por tres vías. Pero tengo la confianza, en el fondo, de que la gente no es tonta, y que sigue habiendo periodistas para denunciar esto, como los cien que han firmado en contra de la censura en las ruedas del Gobierno. Cien son pocos y a lo mejor han esperado demasiado en hacer esta denuncia, pero nunca es tarde si la dicha es buena. Por pequeña que sea, esperanza sigue habiendo.